Celia Sánchez-Ramos cuenca con una larga y destacable carrera profesional en el campo de la visión y la farmacia. Es científica, inventora y empresaria especializada en ciencias de la visión. Nacida en una familia en la que el estudio diario era una tarea y en la que la salud de la visión ya era protagonista -su padre era dueño de una óptica-, Sánchez-Ramos se licenció en Óptica y en Farmacia y se alzó como doctora dos veces, en Farmacia en el área de Medicina Preventiva y Salud Pública y en Ciencias Visuales. En la actualidad compagina todo ello con la docencia pero, además, es patrona en las fundaciones Ciudad de Requena y Rementería, con las que termina de realizar un gran trabajo humanitario en Senegal devolviéndole la vista a numerosos senegaleses.

La Fundación Ciudad de Requena y la Fundación Rementería han viajado a las regiones de Gadiack y Thiès en Senegal con el fin de promover la salud de la visión en las poblaciones más desfavorecidas. Así, han operado a 116 personas de cataratas con altas discapacidades visuales o ceguera total y han entregado más de 400 gafas graduadas a las personas que las necesitaban permitiéndoles volver a ver.

En una entrevista con ElPlural.com, Celia Sánchez-Ramos explica cómo se ha desarrollado este proyecto, qué contrastes ha visto en el país africano respecto a España, en qué situación se encuentra la ciencia en la actualidad y cómo ha sido su recorrido como inventora y científica, entre otros interesantes temas relacionados con la visión, su gran especialidad y también su pasión.

PREGUNTA: Recientemente ha liderado un equipo en Senegal para luchar contra la ceguera evitable. ¿Puede contar brevemente en qué ha consistido?

RESPUESTA: A mediados de año nos dimos cuenta de que había una necesidad imperiosa de evitar la ceguera. Llevamos muchos años, yo llevo más de veinte años trabajando en ceguera evitable. Increíble el dato: mil millones de personas en el mundo, o sea una de cada ocho personas, podría haber evitado la ceguera o una disminución visual muy grande.

Hicimos una primera expedición, que se llamó Expedición Coronel Sánchez Rueda, en honor a mi padre. Todo ello respaldados por una fundación, la Fundación Ciudad de Requena. Y a partir de ahí decidimos hacer lo que sabemos hacer, que en mi caso es ver la vista y mirar la vista, poner gafas especializadas y personalizadas para cada individuo y seleccionar aquellos que pudieran ser operados de cataratas y evitar su ceguera. Ciegos por catarata blanca, que es increíble. Eso no se puede ver en el primer mundo y allí hay centenares de personas que la sufren.

Entonces empezamos en julio, hicimos esa primera expedición. En enero del 2022 hicimos la segunda, de una semana, cuando entregamos las primeras gafas e hicimos una segunda revisión. Seleccionamos a otras tantas personas y en el mes de marzo es cuando ya hacemos un acuerdo con la Fundación Reventaría.

La gracia en el acuerdo de las dos fundaciones es que nos complementamos: ellos son cirujanos e iban a intervenir en una población a 200 kilómetros. Ellos operaron a 116 personas, en nuestro caso, los ciegos por catarata blanca fueron 23 personas. Así comenzó y así queremos seguir. En noviembre volvemos a ir y la verdad es que ha sido una experiencia inolvidable para todos. Ya sé que es un granito de arena en un desierto, pero con muchos granos de arena se hace el desierto.

P: ¿Cómo ha sido el trabajo de selección y de preparación de aquellas personas que iban a ser intervenidas? ¿Qué se tiene en cuenta a la hora de seleccionar a una persona y no a otra?

R: En este caso hubo dos expediciones previas, con lo cual yo ya tenía datos subrayados de las personas que tenían mayor afección. Naturalmente se opera solo un ojo por persona, de tal manera que se le permite volver a ver, ser una persona normal. Entonces, concretamente, el día anterior a la intervención de los de ceguera por catarata blanca, fui revisando uno por uno, había 53 personas y revisé las 23 que tenían ceguera absoluta. Nosotros llevamos todo tipo de instrumental, les hacemos pruebas de todo orden para saber si ven luz, si no ven luz y si ven, si se pueden manejar, y luego con gafas podemos suplir otras cosas.

Pero es que las cataratas son un velo muy tupido que tuvieras delante, una ceguera luminosa, como la que dice Saramago en su ensayo sobre la ceguera. Entonces para mí no era difícil, porque las cataratas se ven. Mi selección era obvia, era aquel ciego que pueda volver a ver, porque el que tiene algo de visión puede esperar a la siguiente vez.

P: ¿Cómo es viajar a países como Senegal y ver las grandes desigualdades que existen con respecto al mundo desarrollado?

R: El contraste es brutal. Todas las costumbres son radicalmente diferentes a nosotros. Todo es muy dispar. Desde luego, el 100% de las personas, 400 y muchas que hemos revisado desde la Fundación Ciudad de Requena, ninguna había sido revisada nunca en su vida.

Jamás habían sido revisadas. La diferencia es tan brutal que cualquiera de nosotros nos revisamos la vista una, dos, tres veces cada x tiempo. Ellos nunca en la vida, entonces todo es tan dispar que casi no es posible la comparación.

Te sientes feliz pensando cada mañana que hay personas que pueden vestirse, asearse, buscar o quitar las hierbas de un campo...

P: Y cuando regresas a Madrid, has participado en la operación de más de cien personas y dado gafas a 400, ¿cómo se siente?

R: Es un poco encontrada la sensación si te digo la verdad. Por un lado te gustaría ser más, hacer muchos más, pero por otro lado te sientes feliz pensando cada mañana que hay personas que se pueden vestir, algo tan simple como vestirse, asearse, buscar o quitar las hierbas de un campo, las malas hierbas, poder andar solos, poder cocinar… Unas simples gafas de las muchas que hacemos, que no son simples, están personalizadas, permite a cualquier persona arreglar su carro, arreglar un trozo de madera, hacer un banco de madera. Tenemos que aprender a realmente ser conscientes de nuestros beneficios y ver lo máximo que podemos hacer por los otros.

P: La OMS ha señalado que algunas de las regiones de África tienen tasas de ceguera ocho veces superiores a la de países con ingresos altos. ¿Qué aspectos son los que más influyen en esto? ¿Cómo se puede solucionar?

R: En el caso específico que nos ocupa, las cataratas se forman sobre todo por una componente ambiental, en particular la luz. La luz es una componente determinante y en ese caso en concreto es luz natural, que además se refleja en la tierra y la tierra, aunque parezca imposible, refleja más del 10%, entre el 10 y el 17%.

Es decir, asumes la luz que viene de la tierra y como la mayoría son agricultores que miran la tierra asumen gran parte de esa luz. Senegal está muy cerca del Ecuador, y elegimos esa zona porque el daño es mucho mayor. Hay otros aspectos imprescindibles, como la genética o la higiene pero, insisto, es que su prioridad es comer, y todo lo que podamos hacer desde las fundaciones es poco, pero muy poco, porque realmente la necesidad es increíble y muchas veces es ambiental, que no pueden hacer nada con ello.

También decimos que las gafas de sol de alta protección y las gorras pueden ayudar. Estaba pensando en que en la próxima expedición lo que haremos es llevar gorras también, además de gafas de sol. Proteger antes que curar, que ese es un poco mi lema como doctora en Medicina Preventiva y Salud Pública, pero sobre todo ser muy consciente de que el ambiente nos puede dañar mucho, muchísimo.

P: La pobreza extrema creció a nivel mundial con la pandemia del coronavirus (alcanzando a 224 millones de personas, según la ONU). ¿Qué se puede hacer para afrontar esto y revertir las cifras?

R: En África, el virus ha impactado muy poco comparado con el mundo europeo. En este país, en esas zonas rurales donde nosotros vamos, ha impactado muy poco. Pero para poder revertir algo hay que invertir y lo que hay que invertir en este caso son recursos humanos y recursos materiales de todo orden. Eso es obvio.

En los recursos humanos en España tenemos grandísimos profesionales del área de Oftalmología, del área de Óptica y Optometría, que es el área en la que yo me muevo, y entonces por eso siempre digo que la unión hace la fuerza. Si nos unimos todos podemos colaborar. Luego, como profesora no puedo decir otra cosa, pero es que lo siento de corazón, la formación.

Estamos intentando hacer acuerdos con por ejemplo la Universidad de Dakar para formar personas que puedan ayudar a hacer lo que nosotros hacemos. Entiendo que necesitarán material, pero eso es más fácil conseguirlo. Lo difícil es tener una persona formada que pueda saber qué problema tienes en la visión y cómo solventarlo. Y eso sería para mí el objetivo final.

P: ¿Le preocupa que en países desarrollados pueda haber cada vez más gente que no pueda tener la oportunidad de tener unas gafas que le corrijan la visión?

R: Sin duda. Por supuesto que nos preocupa y nos debe ocupar a todos. La Seguridad Social en España sí que actúa muy bien desde el punto de vista de oftalmología. Y luego tenemos la ventaja enorme de que a nivel de ópticas abiertas como establecimientos en la calle donde pueden acceder; por muy pobres que seamos, podemos acceder.

Es decir, en el primer mundo tenemos casi resuelta la actividad de poder ser revisados. Otra cosa diferente es ya otro tipo de países, pero aquí, a pesar de ser muy pobres, puede ser revisado en cualquier establecimiento de óptica por profesionales y las intervenciones quirúrgicas se pueden hacer en la Seguridad Social a pesar de no tener ingresos. O sea que en ese sentido las diferencias son igualmente muy, muy dispares.

Tengo una mente muy rara y necesito retos a corto, medio y largo plazo. Mi mejor regalo es el Doctorado Honoris Causa por la Universidad Menéndez Pelayo

P: Tiene una larga carrera como investigadora y descubridora. ¿Cómo ha sido trabajar en un camino dominado por los hombres? ¿Ha sufrido machismo en alguna ocasión o lo ha tenido más difícil por ser mujer?

R: Pues sí. Llevo 35 años en la profesión. Ser inventora hoy en España no es una cosa muy frecuente, pero bueno, una vez recordé el caso más duro y triste que he sufrido.

Estamos hablando del año ochenta y tantos. El caso es que yo iba a optar a una oposición, que yo había sido contratada en la universidad como ayudante y después había una oposición para ser titular de escuela universitaria. En aquel momento nos presentamos dos personas, un hombre y yo. El que era entonces mi jefe, un magnífico profesor y una magnífica persona, me llamó y me dijo que no me podía apoyar porque la otra persona era padre de familia. Yo entonces ya tenía un hijo y estaba embaraza de seis meses del segundo. Yo sí era madre de familia y aquel señor ni tuvo hijos, ni tenía ni tuvo después. Yo creo que fue la vez más sangrante que lo sufrí porque en la Academia ocurre poco, pero en esa ocasión concreta puedo ratificarlo.

P: Pese a haber hecho grandes descubrimientos y recibido también diferentes premios, ¿hay algo que todavía le gustaría conseguir en su trayectoria profesional?

R: Sí, sin duda. Yo no puedo vivir sin retos. Tengo una mente muy rara y necesito retos a corto, medio y largo plazo. Mi mejor regalo es el Doctorado Honoris Causa por la Universidad Menéndez Pelayo que me hicieron en el año 2012, pero yo quiero llegar a lo máximo que pueda, no estancarme.

Yo lucho contra la resistencia al cambio. Ya tengo cierta edad, pero me interesa mucho superarme. Y en este momento tengo doctorandos, a lo mejor ocho doctorandos y se han defendido dirigidos por mí en muchas tesis, también trabajos fin de grado...

Quiero decirte que tengo muchas metas. El Premio Nobel es la meta y no me da vergüenza decirlo. ¿Que es imposible? Pues bueno, lo que está claro es que es una meta a muy largo plazo.

El exceso de luz que se ingresa hoy es terrorífico

P: La escasez de fondos y de financiación son dos de los grandes lastres que tiene la ciencia en la actualidad. ¿Qué cree que deben hacer los gobiernos en este sentido?

R: Inversión y cultura de superación, pero la inversión es imprescindible. La ciencia es muy cara. En cada investigación hay que caerse cientos de veces y levantarse inmediatamente, y eso vale dinero. Eso vale dinero porque el experimento es el que es y hay que rehacerlo. Y es tiempo de personas y material.

Inversión y cultura científica. Que las personas entiendan que los científicos somos personas que estamos trabajando. La investigación es eso: hacerse una pregunta, intentar contestarla, ver un problema, intentar solucionarlo y se tendrá que coger distintos caminos y planificar bien. Eso es así.

Entonces todo lo que sean porcentajes tan bajos en investigación y desarrollo es muy penoso, porque además cada año que pasa, es un año que perdemos.

P: Como especialista en salud ocular, ¿qué cuidados necesitan los ojos y cómo se pueden prevenir problemas como la ceguera o la miopía? Especialmente en una época en la que las pantallas nos acompañan gran parte del día.

R: Hoy en ningún país del mundo, ni en Ghana, ni en Mozambique, ni donde vayas, hay universitarios no usuarios de pantallas. El exceso de luz que se ingresa hoy es terrorífico. Te voy a decir que en el año 90 es la última directiva que existe europea, en el año 97 es la última normativa que hay para uso de pantallas de vídeo terminal. Precisamente en estos momentos estamos estudiando cómo presionar a las instituciones para que haya una normativa muchísimo más clara en el mundo laboral, porque además del mundo laboral está el mundo del ocio, en el que también utilizamos pantallas.

Entonces, recomendaciones: uso controlado, parpadeos más frecuentes y descansos periódicos. Todo esto ya sé que lo sabéis, otra cosa es que lo hagamos.

Uno de mis primeros inventos en lentes de contacto, en lentes de gafas y después fuentes de luz fue eliminando la luz azul. Ahora no hay nadie que niegue que la luz azul tiene más energía, por eso hay que medir y comprobarlo y ver cómo se elimina. En nuestro caso, lo que hacemos es poner protectores de pantalla, bloquear la luz azul con lentes que absorban esa parte. Las únicas que absorben son las que inventé yo porque yo lo que hice fue copiar la naturaleza. Lo que hice fue replicarlo y la verdad es que es un producto del que me siento muy orgullosa porque está en el mercado.

P: Por último, una pregunta a raíz de esto, ¿cómo se siente al ir paseando por la calle o ir a una óptica y ver que mucha gente tiene su producto?

R: Pues es una sensación difícil de explicar. No me gusta decir orgullosa, pero muy satisfecha. Quizás sea la palabra más elegante, de hecho te anima a que otras cosas que tienes en la cabeza, siempre producto del conocimiento, sean investigadas.

Me siento satisfecha y me siento útil. Ten en consideración que una persona como yo lleva formándose toda la vida y que esa formación se pueda volcar de manera externa me parece un hito. Y yo aún no me lo creo. A veces digo qué suerte, qué suerte poder llegar a cerrar el círculo.