A veces se nos olvida, pero todo el mundo es, antes que profesional, persona. Sirvan el inicio de estas líneas para recordar también un aspecto que no está de más subrayar en plena campaña electoral, donde los políticos -da igual el color- tiran de anécdotas aquí y allá y a veces se los mira raro. Aplicable a muchas otras profesiones, la periodística sin ir más lejos, la redacción de ElPlural.com decidió hacer un alto en el camino esta semana y tomar algo en un bar de Gran Vía.

Con el cumpleaños de la encargada de redes como excusa -en el mejor sentido de la palabra-, parte del elenco aprovechó para desconectar de meses de trabajo. Sin embargo, aunque un periodista no se encuentre en su horario laboral, está ‘condenado’ a ejercer incluso en momentos de desconexión, no porque nadie se lo exija, sino movido por la curiosidad. Pese a que suene a tópico, esta regla no escrita cobra un significado especial entre la gente joven, como lo es la que en su mayoría forma parte de este medio.

Los bares también juegan (y deciden) elecciones

En un ambiente más distendido la política volvió a ser el tema central, esta vez entre cervezas, cafés y paquete de Ducados. A sabiendas de que es en los bares donde surgen algunas de las mejores ideas, a uno de los compañeros se le ocurrió preguntar a los clientes y al personal si tenían definido su voto de cara al próximo 23J.

El camarero, curioso, se viene a poner una ronda: “Os puedo decir cuántos escaños va a sacar cada partido y a cuál va a votar cada persona de las que estáis aquí”. Lo primero no se puede saber hasta la noche del domingo, pero lo segundo es fácil de comprobar; por eso, móvil en mano y poca vergüenza, sin que esto esté reñido con el respeto, fueron suficientes para llevar a cabo este pequeño experimento sociológico.

Nos acercamos a una mesa ocupada por un matrimonio de avanzada edad. Refrescos para combatir el calor, gafas de sol y, en el caso concreto de ella, sombrero grande. “Disculpen que les moleste, ¿podrían decirnos, si lo saben ya, a quién van a votar el próximo domingo?”, preguntamos. “No somos españoles”, responden con un castellano a trompicones.

La primera en la frente, pensamos. Pese ello, no cesamos en nuestro empeño y procedemos a lo mismo en otra mesa en la que también hay una pareja, algo más joven. Esta vez la primera pregunta es obligada: “¿Son ustedes españoles?”. Esta vez hay suerte, y con una pasmosa amabilidad -y algo de sorpresa- no tienen problema en contestarnos.

No tienen claro a quién van a votar, pero sí a quién no; un argumento cada vez más oído en un país en el que se decide el bloque y ningún líder termina de despuntar a título individual, a menos a ojos de mucha gente. “Votaremos a alguien de izquierdas, eso seguro”, expresan. “Yo a Sumar”, dice rotundo él. Ella, sin embargo, aún “no lo sabe”. Más claro lo tienen un hombre y una mujer que están justo a su lado. De una edad también entre los 50 y los 60 años, representan al votante fiel socialista por excelencia. “Nosotros vamos a votar al PSOE”, seguro.

De momento Pedro y Yolanda lo tienen bastante a favor, pero la cosa cambia cuando nos adentramos entre los comensales del interior. Allí destacan un grupo de adultos, unas seis personas disfrutan de una amena tarde de conversaciones superfluas con una ración de patatas bravas. La mayoría van a meter la papeleta del PP en la urna, uno de ellos se va a decantar por Vox y el restante no lo tiene todavía claro. “Las anteriores elecciones no votamos a Ayuso porque no nos convencía ya, y fuimos más al centro, a Ciudadanos”, sentencian. Uno de ellos nos cuenta que ha sido votante “siempre” del PSOE, pero se postula detractor del ‘sanchismo’. “Era del de (Alfonso) Guerra y (Felipe) González”, cuenta. Originario de Córdoba, llega a señar que su familia “ha sido amiga de Anguita”.

Apenas veinte personas, reflejo de una sociedad

Por último, una piña de chavales, dispuestos a levantar el ánimo entre el progresismo gritan desde su silla que “vamos a ganar las elecciones”. Al menos dos ellos se van a decantar por el PSOE y otros dos por Sumar porque “no podemos retroceder en derechos”.

“Queda usted”, decimos en tono de sorna al camarero. “Llevo sin votar desde los 18, solo digo que el PP se va a quedar cerca de la mayoría absoluta”, concluye guiño de ojo mediante.

No es una ciencia exacta, pero lo que apenas 20 personas se han prestado a reconocer en un lugar en el que, sin duda, también se ganan y pierden elecciones no deja de ser reflejo de la sociedad. Votantes fieles al PSOE y al PP, Vox y ahora Sumar como ruptura de un ‘hartazgo’ bipartito, intereses dispares fruto de la profesión, y la edad como elemento igualmente vertebrador. ¿Quién pagará los platos rotos el 23 de julio de un país polarizado?