Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, el Papa emérito que precedió a Francisco y que ahora se encuentra gravemente enfermo, tiene un puesto destacado en la historia de la Teología. Cuando decidió renunciar al pontificado para -dijo- dedicarse a la oración y al retiro espiritual, su nombre ya ocupaba un lugar predominante entre los estudiosos de esa disciplina que profundiza en Dios, en sus hechos y en sus perfecciones. 

Debido a su origen germano se formó en una literatura en la que imperaban Goethe o Thomas Mann y en la filosofía de Lutero, Kant, Hegel, Marx, Shopenhauer, Nietzsche, Heidegger o Einstein. Joseph Ratzinger cursó Teología en Munich, en la universidad estatal. Pudo profundizar en la confluencia de criterios, de opiniones, de encuentros entre razón y fe, algo deseable, diferente de las enseñanzas constreñidas a los campus privados de la Iglesia católica que presentaban horizontes más limitados.

 Olegario González de Cardedal, profesor en la Universidad Pontificia de Salamanca y experto en la obra intelectual de Benedicto XVI, refiere otro hito en la formación del futuro Papa: su paso por las facultades de Freising, Bonn, Münster y Tübingen en donde se produjo una revolución en la forma de entender el panorama teológico.

Cuando las doctrinas de Marx y Hegel entraban con fuerza en el debate intelectual, Ratzinger preparó en 1968 un curso sobre Introducción al cristianismo para saber, explica Cardedal, si el cristianismo se trataba de un relato de meros hechos históricos, de una ideología revolucionaria, o de la propuesta de una revelación divina. 

Fue apasionante su inquietud intelectual y su capacidad de profundizar en la teoría del pensamiento de la Iglesia católica a la luz de las nuevas ideas. De su obra, más de un centenar de libros, destaca Escatalogía, que integra la pregunta sobre el destino de la persona desde el punto de vista cristiano, pero sobrevolando los criterios revolucionarios. Teoría de los principios teológicos y Fe, verdad y tolerancia, son otros de los trabajos de Ratzinger que llevan a los expertos a situarlo entre los autores más relevantes por su aportación al pensamiento. 

Hablamos de un hombre con una mente brillante y capaz de expresarse con absoluta sencillez, del que han estado pendientes pensadores alemanes y franceses de la mayor influencia. Desde esa amplia perspectiva instó a los cristianos de Tierra Santa a favorecer las condiciones de paz y justicia. Ni este asunto, ni el del islamismo le dejaban indiferente.

Como tampoco las nuevas tecnologías que para él suponían una herramienta de evangelización. Benedicto XVI dejará un legado de luces intelectuales y de sombras terrenales. Por estas últimas, le criticó con dureza el teólogo brasileño de la Liberación, Leonardo Boff que le ha considerado rehén de una visión conservadora y reaccionaria del cristianismo, lo que le impidió efectuar reformas fundamentales: “Ratzinger condenó a más de cien teólogos. Nunca comprendió la Teología de la Liberación”, subrayó Boff. Todo ello forma parte de su legado.