Parecía que no iba a llegar nunca, pero llegó. Por fin podemos volver a pisar la calle, aunque sea por poco tiempo, sin excusas y sin necesidad de tener perros o menores a quienes acompañar. Al fin vemos la famosa luz al final del no menos famoso túnel.

No sé si continuaremos con los aplausos nuestros de cada día, aunque es una buena costumbre que no deberíamos olvidar. Al menos durante unos minutos se respiraba una unión y una solidaridad que tal vez no hubiéramos vivido nunca si el mundo no se hubiera vuelto del revés por culpa de un malvado bicho microscópico

Los aplausos eran por ellos y por ellas, por cada profesional de la medicina, de la enfermería, por cada persona que trabaja en los hospitales y centros de salud plantándole cara un día tras otro a la enfermedad a riesgo de su propia salud.

Les hemos vito llorar, reír, emocionarse, aplaudir y ser aplaudidos. Les hemos visto enfermar y sanar y, lo que es peor, les hemos visto morir. Y eso en los escasos ratos que, de un modo u otro eran vistos. No podemos llegar a saber de su importancia, de su sufrimiento, de su cansancio, de su miedo, porque eso solo lo sabe quien lo vive.

Quizás sea el momento de plantearnos muchas cosas. Entre ellas, que una profesión como la suya es tan importante y tan vocacional que no deberían limitarse las posibilidades de acceso solo en función de una nota brillante en el bachiller. Tal vez eso nos esté haciendo perder estupendos médicos y médicas, enfermeros y enfermeras.

También deberíamos plantearnos cómo les tratamos, y cómo se trata a la sanidad pública. Hay que preguntarse por qué se ha permitido asfixiarla con unos recortes que, llegado el momento nos podían haber costado la vida a cualquiera. Y también a ellos.

Salimos a la calle, sí. Empezará eso que llaman la desescalada para llegar a eso que llaman “nueva normalidad”, y que me parece de todo menos normal. Pero nos acostumbraremos, como siempre. Aunque hayan sido demasiados quienes han quedado en el camino.

Pero no olvidemos que esto no ha acabado. Que sigue habiendo enfermos, y contagios, y necesidades, y que el personal sanitario ha de seguir trabajando por nosotros, aunque ahora se puede permitir respirar de vez en cuando.

No sé si seguiremos con los aplausos de cada día. Por eso aprovecho estas líneas para brindarles los míos. Gracias por estar ahí, y por mucho más que eso. Gracias por salvar tantas vidas.