Algunos pensarán que quizá el Sr. Rajoy prefiera no dar explicaciones de su gestión general ni siquiera en el Parlamento y que le puedan sacar los colores; quizá otros piensen que, siguiendo su política de recortes, esta vez haya optado por recortar su comparecencia en el Congreso y las intervenciones de los diputados. Pero a mí me parece más probable que lo haya decidido simplemente porque piense que no hay nada que debatir ya que el acuerdo es general, si no unánime: el Estado de la Nación, hoy por hoy, es desastroso, tanto económica, como política e institucionalmente. Así que, para qué debatir.

Tan desastroso es el Estado de la Nación –el estado del Estado- que, por si no bastaba ya con la corrupción histórica, el descrédito de los altos tribunales, la insignificancia internacional y la vigilancia económica exterior (por citar solo algunos casos), se decide con desfachatez suprimir un debate fundamental en la cámara que representa la soberanía –la suprema autoridad- de los ciudadanos, de todos los ciudadanos.

El presidente Rajoy no tiene una mayoría absoluta, tiene una mayoría soberbia.

Jesús Pichel es filósofo