Me dejo llevar por la brisa y quiero cerrar los ojos, pero enseguida me digo que hay que poner los pies en el suelo aunque la arena esté tan caliente que casi quema.

Me viene a la memoria el verano pasado, cuando en plena tranquilidad segoviana, un viejito sabio me iluminó. Mi cada día más admirado profesor Lledó, en el sosiego de los postres, con la sencillez de quien realmente sabe, abrió la luz: “Ahora hay mucha información, pero lo que hace falta son ideas”. Y lo veo claro.

Así que alargo el brazo y llego hasta los periódicos; los aparto; rebusco al fondo de la bolsa hasta que mis dedos rozan el lomo satinado de un librito, la entrevista a Stéphane Hessel que han titulado “Engagez-vous!” (¡Comprometeos!). No me resisto y vuelvo a leer: “Tengo la esperanza de ver emerger una izquierda valerosa, impertinente si es necesario, que pueda tener peso y defender una determinada concepción de las libertades de los ciudadanos. […] No se trata de complacerse en la salvación o el rechazo del sistema menoscabado por la crisis, sino de reflexionar sobe alternativas creíbles”.

Yo también tengo esa misma esperanza. Y muchos otros, seguro. Pese a la insistencia de los titulares de prensa y de los titulares de sus empresas; pese a los mercaderes acosadores, pese a los Papas viajeros y metomentodo.

Hessel, este otro viejito sabio, me ilumina este verano de contrastes entre la placidez del mar y el desgarro de la “policrisis”, como ya la llama Edgar Morin, excusa universal para recortar derechos sociales y laborales: una izquierda tan valerosa que llegue a hacerse impertinente; una izquierda tan impertinente que no pueda ser sino valerosa.

Jesús Pichel es profesor de Filosofía