Con el acierto que le caracteriza, el periodista e historiador Xavier Mas de Xaxàs, escribía en La Vanguardia el pasado sábado: “Los Estados no tienen mayor reto que forjar una alianza contra la pandemia y la crisis climática; solo un despotismo tecnócrata global puede salvar los contratos sociales que hoy se rompen en todo el mundo”. Concluía su artículo basado en la teoría de que el virus, junto al racismo y la desigualdad, explican las protestas de estos días en Cuba y Sudáfrica, afirmando que “los derrotados del COVID, mucho más que los vencedores, marcan el paso de un nuevo orden mundial que cada día se parece más a una novela de Víctor Hugo. Los miserables marcan el rumbo. Ellos decidirán cómo nos gobernaremos”.

Pocos intelectuales han tenido tanta conciencia de lo social como Víctor Hugo
Pocos intelectuales han tenido tanta conciencia de lo social como Víctor Hugo

Creemos que Víctor Hugo aplaudiría estas palabras que coinciden con su visión de que la miseria, la indiferencia y un sistema feroz de represión conducían a la desigualdad y a la infelicidad. El escritor consideraba que solo la educación y el respeto a las personas evitaban males mayores. La maldad se originaba, para Víctor Hugo, en un sistema injusto. La explotación del hombre por el hombre: lo que consideraba “el crimen de la Ley” plasmado en la pena de muerte; la desesperanza si no hay una mano tendida que ayude a levantar del lodo al caído, son el hilo argumental de su novela más universal, publicada en 1862, Los Miserables que, en base a la historia de Jean Valjean, su protagonista, traza ese recorrido. La conversión del personaje en una persona honesta, gracias a la ayuda que recibiera en su momento y que le hizo perseguir el ideal de la nobleza de ánimo, es la contraposición del bien y del delito, el arquetipo de la superación del ser humano y la búsqueda de una sociedad más justa mediante la herramienta del perdón y la generosidad.

Escritor y poeta vivió y supo reproducir en sus escritos, un mundo cambiante: la restauración monárquica entre 1815 y 1848; las revoluciones que inflamaron Europa entre 1830 y 1848; el Segundo Imperio de Napoleón III que conllevó el proceso de industrialización y finalmente la instauración de la III República.

En ese marco complejo, reflejó los hechos sin huir de sus consecuencias ejerciendo la crítica contra la parte más fea de la realidad. No olvidemos que fue un periodo intenso en que el campo se dirige a la ciudad; crece la población y el progreso maravilla con nuevas tecnologías que aportan fórmulas distintas a la industria, mientras el comercio se desarrolla de la mano de una burguesía muy conservadora. Pobreza y desigualdad son constantes en esta época y Víctor Hugo reacciona mostrando la foto fija social desalentadora y la necesidad de una transformación que influyera también sobre los valores del ser humano.

Amor a España

De su vida, hay un episodio menos conocido pero muy estimulante, que es la relación del escritor con España y su gran admiración por nuestro país. El autor romántico por excelencia en Francia conoció España hacia 1811, en una situación bastante novelesca. Su padre, Leopold Hugo, había sido ascendido a general de las tropas napoleónicas en 1809 y como tal formaba parte del séquito de José Bonaparte, coronado entonces como Rey de los españoles.

¿Si el general Leopold Hugo fue condecorado con el título de conde de Sigüenza, sería su hijo el escritor Víctor Hugo el heredero de tal título?¿Si el general Leopold Hugo fue condecorado con el título de conde de Sigüenza, sería su hijo el escritor Víctor Hugo el heredero de tal título?

Para Leopold Hugo vivir en España fue todo un desahogo sentimental, pues lejos de su esposa, Sohpie Trébuchet, podía dar rienda suelta al amor con su amante Catherine Thomas. Por eso, la llegada de Sophie con sus tres hijos, incomodó a Leopold, porque además de aguar su romance con Catherine, las malas lenguas hablaban de otra infidelidad paralela entre su esposa Sophie y el conspirador Víctor Fanneau de La Horie, del que incluso se llegó a decir que era el padre biológico de Víctor Hugo.

Sea como fuere el pequeño Víctor no olvidaría jamás esos años en España. Su viaje desde Bayona hasta Madrid dejaría honda huella en él. De hecho, los nombres de localidades como Hernani se transformarían luego en los nombres de los protagonistas de sus obras de teatro.

Las trifulcas familiares, lógicamente, afectaron tanto a Hugo como a su hermano Abel quienes acabarían internos en el Seminario de Nobles de Madrid. Allí se empaparon de la cultura española, hasta tal punto que, con el paso de los años, Abel se convertiría en todo un hispanista recopilando romances de España y Víctor reconoció que acabó hablando mejor castellano que francés.

El seminario de Nobles de Madrid vivió como interno el joven Víctor Hugo en Madrid. ¿Se inspiraría en tipos madrileños para sus futuras obras?
El seminario de Nobles de Madrid vivió como interno el joven Víctor Hugo en Madrid. ¿Se inspiraría en tipos madrileños para sus futuras obras?

La prueba de su dominio del castellano se encuentra años más tarde, cuando anota a los directores teatrales cómo se pronuncian algunas palabras: "Cuando leas Teve, Camporeal, Oñate, tienes que decir Tévé, Camporéal, Ognaté ".

Estos nombres españoles los vemos en obras como Cromwell donde sorprende que uno de los locos se llame Elespuru, cuya identidad, al parecer, ocultaría el nombre de uno de los compañeros de aulas de Víctor Hugo, Francisco Elespuru, a quién también se le ha visto reflejado en uno de los espías en su obra Lucrecia de Borgia o incluso en el personaje de Tribulet en El rey se divierte.

La personalidad del protagonista de Hernani (obra que luego Verdi subtitularía como El honor castellano) parece estar basada en el guerrillero Juan Martín Díez, algo que no deja de llamar la atención puesto que el Empecinado fue el peor enemigo de los franceses y por ende del general Leopold Hugo.

Pero  no solo vio escenas carismáticas en España también estampas terribles, como nos dice el historiador Alain Decaux, al hablar de los horrores de la guerra como un cadáver despedazado por los franceses y reconstituido en una cruz de tres metros de altura a la entrada de Segovia. Los desastres de la guerra calarían tan hondo en el alma del pequeño Víctor Hugo, como en la del anciano Francisco Goya.

Las crueles escenas de la guerra de la Independencia marcarían para siempre al pequeño Víctor Hugo.
Las crueles escenas de la guerra de la Independencia marcarían para siempre al pequeño Víctor Hugo.

A su regreso a Francia, y tras su colosal fama, España y sobre todo la lucha política de los españoles contra la invasión, el absolutismo y demás regímenes totalitarios, siguió despertando la admiración de Víctor Hugo. Así lo demuestra su apoyo al progreso de nuestro país cuando en 1868 escribió todo un discurso a petición del republicano exiliado en París, Emilio Castelar.

De aquel encuentro dicen que salió diálogo que dice mucho de ambos. Víctor Hugo afirmó: “Si no fuera francés, me gustaría ser español” a lo que Castelar repuso “Si no fuera español, me gustaría serlo.”

Emilio Castelar, Emilia Pardo Bazán, Ramón López Soler y otros tantos españoles acabaron influidos por la fuerza literaria de Hugo.
Emilio Castelar, Emilia Pardo Bazán, Ramón López Soler y otros tantos españoles acabaron influidos por la fuerza literaria de Hugo.

Justicia social

No podía ser menos la evidencia de su proximidad hacia la deriva política del país vecino y su lucha contra la opresión. Esa rebeldía y la reivindicación de la justicia social son el mar de fondo en todas sus obras y su finalidad, el empeño de que la humanidad no ceje en el objetivo de conseguir un futuro mejor y más digno.

Así lo expresó en su discurso Destruir la Miseria, que pronunció ante la Asamblea Nacional Legislativa el 9 de Julio del 1849. “Ustedes no están haciendo nada porque el pueblo sufre. Ustedes no están haciendo nada porque hay por debajo de ustedes una parte del pueblo desesperada. No hacen nada por los que son el futuro y están sin pan; ni por aquellos más mayores que han trabajado toda la vida y están sin hogar (…) Ustedes no hacen nada para que el espíritu de la revolución auxilie este sufrimiento popular. No hacen nada, absolutamente nada, contra esta situación de destrucción y oscuridad, colaborando poco a poco, malvadamente, en la infelicidad del hombre”. Victor Hugo nos transmitió, eterna, la llama de su rebelión en favor de los miserables tan presentes hoy como entonces; tan vulnerables siempre.