Las fortuitas muertes de muchos personajes implicados en tramas de corrupción política de nuestro país nos pueden hacer rememorar películas mafiosas, pero también la historia de España donde los asesinatos, síncopes y patatuses han aparecido en el momento más oportuno para los políticos corruptos.

No podríamos hablar de España sin hablar de los Reyes Católicos y no podemos entender el acceso a la política de ambos sin una muerte, la de Alfonso de Castilla, el hermano pequeño de Isabel la Católica.

Antes de que Isabel llegase al poder, su hermano pequeño ostentó la corona luchando contra el medio hermano de ambos, Enrique IV. Alfonso que contaba solo con 15 años y se atribuyó su repentina muerte a la peste, pero lo cierto es que su nombramiento como Rey incomodaba a sus dos hermanos. A Enrique por ser el rey oficial de Castilla y a Isabel a quien tampoco le faltaban ansias de poder.

Sea por uno u otro bando, la muerte de Alfonso siempre se rodeó de misterio pasando a la historia motejado como el “Inocente” dando por hecho que fue una víctima.

Serían los políticos corruptos del siglo XV capaces de matar a un niño de 15 años No lo sabemos, pero Alfonso el Inocente no salió vivo.
¿Serían los políticos corruptos del siglo XV capaces de matar a un niño de 15 años? No lo sabemos, pero 'Alfonso el Inocente' no salió vivo.

En el siguiente reinado una muerte igualmente oportuna fue la de Felipe el Hermoso, cuyos desmanes estaban alcanzando tal nivel que le hicieron enemigo común de Fernando el Católico y el Cardenal Cisneros (regente en ese momento en Castilla). Que muriese por beber agua fría tras jugar a la pelota es lo que siempre se ha dicho, ahora bien, que fuese la verdadera causa es más difícil saberlo. 
 
Así podríamos seguir con la muerte de Juan de Escobedo, de evidentes implicaciones políticas, o de Francisco Xuara un alguacil del siglo XVII cuyo asesinato causó otra muerte, la del secretario de estado Rodrigo Calderón.
 
Hasta ese momento encarcelado Rodrigo Calderón había eludido la pena de muerte amparándose en sus privilegios nobiliarios (un aforado de la época vamos) pero el haber participado en un asesinato ya eran palabras mayores y entonces sí había motivos para condenarle a patíbulo. De este modo y sin muchas más pruebas que el cuerpo inerte de Xuara y la enemistad previa conocida por la opinión publica se pudo sentenciar al secretario convirtiéndolo así en el chivo expiatorio del Gobierno corrupto del Duque de Lerma.
 
Rodrigo Calderón fue acusado de haber matado a un alguacil. Este asesinato cometido por él (o no) sirvió para condenarle en firme a la pena de muerte.

Rodrigo Calderón fue acusado de haber matado a un alguacil. Este asesinato cometido por él (o no) sirvió para condenarle en firme a la pena de muerte.

Esa campaña anticorrupción la llevó a cabo un político no menos corrupto, Baltasar de Zúñiga quien no dudó en enchufar a su sobrino político Gaspar de Guzmán en cuanto pudo. Aunque según las malas lenguas le sirvió de poco, pues la inesperada muerte de Baltasar de Zúñiga, como de su esposa unos días después, fueron atribuidas a la única persona que salió ganando. Precisamente el sobrino de ambos, Gaspar de Guzmán, quien acabaría siendo el todopoderoso Conde Duque de Olivares.

No fue la única muerte que las malas lenguas achacan a Olivares, también la del poeta satírico y gentil-hombre gobierno, don Juan de Tassis y Peralta fue atribuida a este político quien habría visto peligrar su cercanía con el Rey al ser don Juan el nuevo abastecedor de amantes del joven Felipe IV.

Juan de Tassis y Peralta, más conocido como el conde de Villamediana, fue apuñalado en plena calle Mayor sin que nadie pudiera detener a sus asesinos, uno de los cuales parece haber sido el guardabosques real Ignacio Méndez, quien a su vez acabó siendo envenenado por su esposa.

Muerte del conde de Villamediana (pintado por Manuel Castellano) sigue hoy día sin resolver.
Muerte del conde de Villamediana (pintado por Manuel Castellano) sigue, hoy día, sin resolver.

Esta concatenación de muertes no parece casual si no simplemente puntos y a parte que jalonan el Gobierno de Olivares, donde las muertes resultan tan sospechosas como oportunas, tanto que incluso las apoplejías aparecieron en el momento y la persona precisa como cuando el inquisidor general Antonio Zapata y Cisneros hubo de resolver los escándalos del convento de San Plácido y acabó inhabilitado por sufrir una dolencia que le había “trabado la lengua”.
 
Muertes que nos hablan del escalafón más alto de la corrupción. Un estatus de podredumbre tal, que lo podríamos llamar auto-descomposición pues hace que los elementos que forman esa corrupción se deshagan entre sí.
 
El Inquisidor Antonio Zapata. Su parálisis del habla no pudo haber sido más oportuna, justo cuando había de ocuparse de un escándalo que pudo haber salpicado al Gobierno.
El Inquisidor Antonio Zapata. Su parálisis del habla no pudo haber sido más oportuna, justo cuando había de ocuparse de un escándalo que pudo haber salpicado al Gobierno.