En estos días en los que las falsedades políticas brillan por todo el orbe no viene mal recordar la historia de uno de los mayores caraduras de la historia, un auténtico impostor que a base de mentiras pasó de ser un delincuente común a proclamarse heredero del trono Inca.
Con estos datos cualquiera pensaría que hablamos de algún habitante del Perú, pero qué va, nuestro protagonista nació en Arahal (en la actual provincia de Sevilla) y posiblemente dentro de una familia morisca en el año 1602.
Pedro Chamijo, nació predispuesto a la aventura y con 18 años abandonó España rumbo al continente americano. No se sabe muy bien en qué circunstancias partió de Andalucía, pero lo que es seguro es que en 1620 había desembarcado en la ciudad peruana Pisco donde esperaba labrarse un futuro mejor.

Y a priori así fue, se casó con Ana Bonilla, hija de unos terratenientes peruanos, pero su desmedida ambición le nubló la visión y en 1628 intentó cometer su primera estafa, engañar al nuevo virrey Luís Gerónimo de Cabrera y Pacheco haciéndole creer que sería capaz de conquistar el legendario reino de Paititi.
Al final se desveló que toda aquella expedición fue una farsa y los inversores (religiosos que esperaban conversiones en masa y políticos que anhelaban coger el oro a manos llenas) se sintieron tan traicionados que Pedro Chamijo tuvo que huir y cambiar de nombre, es entonces cuando se le conoció como Pedro Bohorquez al afirmar era sobrino del clérigo, por entonces ya fallecido, Antonio Bohorquez.
De lo que no hay duda es de que la labia de Pedro Bohorquez debía ser proverbial porque la misma estafa de buscar financiación para un viaje fantástico que terminaba siendo un fiasco la repitió dos veces más, con los virreyes Pedro de Toledo y Leiva y posteriormente García Sarmiento de Sotomayor y Luna.

Bohorquez que siempre dio buenas muestras de integrarse con la población local fue un paso más allá y puestos a estafar mintió como un bellaco a los propios indígenas haciéndose pasar por un nieto del último líder inca Atahualpa, bajo el nombre de Inca Hualpa.
Parece evidente que muchos de los calchaquíes no creían ni por asomo que Bohorquez fuese descendiente de Atahualpa, pero lo cierto es que en su lucha contra los conquistadores españoles venía de lujo tener un líder así, aunque fuera falso.

Nuevamente Bohorquez se aprovechó ya no solo de saber mentir, si no de conocer las necesidades de aquellos a los que mentía pues aun siendo conscientes de la farsa le secundaban en sus propósitos, por disparatados que fueran.

El virreinato de Peru sufrió la tercera guerra calchaquí gracias en gran medida a las mentiras de Pedro Bohorquez.
Nunca sabremos si Pedro Bohorquez fue un mentiroso compulsivo, una de las personas con más cara de la historia o sencillamente fue una herramienta por parte de los virreyes y funcionarios para encontrar fuentes de oro, un instrumento de los jesuitas y otras órdenes religiosas en pos de realizar conversiones, o si sencillamente fue el líder que los calchaquíes necesitaban. Lo que está claro es que sus estrafalarias aventuras nunca hubiesen llegado tan lejos si no hubiese habido personas deseosas de creerle.