Los recientes escándalos provocados por la policía política han ido a coincidir con el año en el que la policía nacional cumple el 195 años, como así lo conmemoraba su cuenta de Facebook el pasado mes de enero. En dicha publicación se dice que la Real Cédula del 1824 es el origen de la actual policía y que  “ya recogía como principal función de los agentes “el servicio público de seguridad, garantizando el bien y la seguridad pública".  Esa misma frase sobre la misión inicial de la policía también se recoge la web oficial de Dirección General de la Policía.

Sin embargo, no es así. En el documento original no aparecen dichas palabras y lo que es peor, lo que si descubre son funciones de la policía propias del peor organismo anticonstitucional y mafioso que podamos imaginar. Situémonos, en 1823, el rey Fernando VII volvía al poder y sus sucesivas fechorías y traiciones le convirtieron en un personaje odiado hasta por su propia familia. No era para menos, baste recordar como calificó a la constitución de 1820: “la más criminal traición, la más vergonzosa cobardía, el desacato más horrendo a mi real persona”.

Proclamarse heredero de una la Real Cédula firmada por Fernando VII 13 de enero 1824 seguramente no sea una buena idea.

Y no es que el texto tuviese nada en especial contra él, sino que lo que el monarca detestaba era el estado democrático en sí, como dice en el siguiente reglón “código democrático, origen fecundo de desastres y de desgracias”. En resumidas cuentas, nos encontramos con un personaje que redomadamente anticonstitucional y obsesionado con atacar a su propio pueblo agravado aún más por utilizar para tal fin a la policía.

Las barbaridades que dice la Real Cédula de 1834 son dignas el peor tirano que se recuerde, lo vemos al comienzo del texto cuando el Rey afirma que la misión fundamental de la policía es: “hacerme conocer la opinión y las necesidades de mis pueblos, e indicarme los medios de reprimir el espíritu de sedición, de extirpar los elementos de discordia y de destruir todos los manantiales de prosperidad”.

Continua atribuyendo a la policía funciones que habían sido propias de la Inquisición como el artículo 7 donde claramente encarga a sus agentes acabar con la libertad de expresión cuando dice: “Impedir la entrada, circulación y lectura de periódicos, folletos, cuadros satíricos, caricaturas u otros cualesquiera papeles o estampas en que se ataque mi persona o regalía o se ridiculicen o censuren las providencias de mi gobierno”.

El parecido entre la primera policía y la Inquisición es más que evidente, no en vano el mismo rey fundó una y recuperó otra. Ajusticiado pintado por Eugenio Lucas Velázquez.

Los sucesivos artículos dejan ver una clara obsesión por la crítica al mal gobierno convirtiendo en conspirador a cualquier ciudadano español, cuyos derechos son infinitamente menores que los de cualquier delincuente, así lo vemos en el artículo 15 donde se reconoce que mientras los presos comunes han de ser entregados a los ocho días como máximo a la justicia, “Los reos presuntos de conspiración podrán continuar a disposición de la Policía todo el tiempo que ella necesite para averiguar las ramificaciones de sus planes”.

Pocos mandatarios se ensañaron tanto durante el absolutismo como el capitán general Charles d´Espagnac nacido en Francia, asesino de españoles y apodado “el Tigre de Cataluña” por los numerosos ahorcamientos realizados en Barcelona.

No contentos con esto, en el cuarto apartado del artículo 21, en relación a las partidas presupuestarias se afirma que se darán: “gratificaciones extraordinarias a los individuos que hagan a la policía revelaciones importantes a la tranquilidad o seguridad del Estado”.

En definitiva, puede ser que, como la misma policía dice, la Real Cédula de 1834 sea su origen (particularmente pienso que tienen otros inicios más honrosos), pero de lo que no cabe duda es que dicha cédula son las bases del absolutismo, descrito por Ramón Mesonero Romanos como una época donde se “lanzó a la nación en todos los horrores de la saña política, de las venganzas personales, de la persecución contra el saber y el patriotismo, mi conciencia literaria y mi pluma nada agresiva se rehúsan a seguir por este camino y a trazar un cuadro repugnante, ante el cual (según la frase, más expresiva que culta, de mi amigo el ilustre Donoso Cortés) aparto la vista con horror y el estómago con asco.”


Ramón Mesonero Romanos retratado por Rosario Weis, discípula y digna heredera de Goya.