En un día como hoy, la Constitución es objeto de todo tipo de celebraciones y homenajes. Pero no siempre fue así, el reglamento bajo el que todos convivimos no le hizo mucha gracia a distintos personajes de la historia. Son lo que podríamos denominar… los enemigos de la Constitución.

En Mayo de 1814 Fernando VII, el añorado rey de España llegaba a Valencia. Algunos nobles, incluida su propia familia, sabían por cercanía de la calaña de este personaje pero prefirieron mirar para otro lado, hasta que fue demasiado tarde…

Fernando VII llegó con muy poquitas ganas de hacer caso a nadie, ni siquiera a su tío Luis de Borbón (regente durante su ausencia) al que hizo arrodillarse para darle la bienvenida en Valencia donde decretó “no jurar ni acceder (…) ni a decreto alguno de las Cortes generales y extraordinarias ni de las ordinarias actualmente abiertas” eso si… nada de rechazar los 40 millones anuales que las cortes le habían asignado, ¿Por qué será que a todos los tiranos les gusta el dinero?

Fernando VII

Aunque si hay algo que con ahínco rechazó Fernando VII fue la Constitución de Cádiz, la famosa Pepa. La tan emblemática constitución fue descrita por el rey como: “la más criminal traición, la más vergonzosa cobardía, el desacato más horrendo a mi real persona”

Por eso se hizo famosa la canción Trágala Perro cuando el monarca se vio obligado a jurar la constitución muy en contra de su voluntad. De todos modos, el rey no fue el rey el único en no acatar la ley, también unos cuantos “serviles” de los que habla la coplilla renegaron de la constitución en favor de sus privilegios absolutistas. 

Como era de esperar, estos privilegiados del antiguo régimen pertenecían a la aristocracia donde se destacaron José Miguel de Carvajal y Manrique (duque de San Carlos) o Eugenio Guzmán de Palafox y Portocarrero (conde de Montijo) que no solo se negó a jurar la constitución si no que aprovechó su fortuna para sobornar a una turba de 200 maleantes que alterasen el orden constitucional de las calles de Madrid llegando incluso a apuñalar al guerrillero Pedro Fernández “el Zurdo” por plantar cara a aquellos delincuentes incontrolados. Estas artimañas del conde para manejar la opinión pública no eran nuevas, él mismo se disfrazó de paisano en el Motín de Aranjuez apodándose “el tío Jorge” para inflamar a las masas con sus arengas.

El conde de Montijo

Pero no solo nobles y reyes fueron enemigos de la constitución, también políticos corruptos se negaron tajantemente a regirse bajo el mismo rasero que el resto de españoles. Francisco de Eguía es un buen ejemplo de ello.
Conocido en la historia por el escándalo de la compra de buques rusos defectuosos también fue un furibundo anticonstitucionalista.

Temeroso de perder su cargo, o simplemente por cerrazón, se negó a jurar la Constitución de Cádiz, lo llamativo de su caso es que fue diputado en las mismas cortes que crearon el documento. Eguía fue detestado incluso en su propio partido, su mala fama cruzó fronteras y el coronel británico Phillip Keating Roche dijo de su destitución como comandante que había sido “para gran satisfacción de casi todo el mundo”.

Francisco Eguía

Pero de nada sirvieron los esfuerzos de los constitucionalistas para meter en vereda a Fernando VII, porque aparecieron unos nuevos enemigos, La Santa Alianza, una organización que con ingenio el escritor Eduardo Luengo en su libro Rebeldes, ha descrito como “una especie de OTAN contra la democracia”. Cuya expedición a España con los cien mil hijos de San Luis supuso un nuevo golpe al orden constitucional.

Por todo ello, no conviene olvidar los enemigos tradicionales de la Constitución, corruptos y privilegiados cuya presencia en la historia consta desde hace siglos, y como demuestran los libros, siempre es más fácil prevenirse de ellos que pretenderlos erradicar.

Los cien mil hijos de San Luis, toda una fuerza internacional en contra del orden constitucional de España.