Llega septiembre y con él los libros de texto. Generación tras generación, hemos visto pasar por nuestras manos todo un género literario pero… ¿Dónde y cómo surgieron los libros de texto?

Como bien dice el refrán, “cada maestrillo tiene su librillo” y hasta que no se popularizó la imprenta no podemos hablar de libros de texto como tal. Sabemos con qué libros estudiaban los niños del siglo XV gracias, por ejemplo, al escritor Gonzalo Fernández de Oviedo, un antiguo servidor del príncipe Juan (hijo de los Reyes Católicos) a quien Carlos V encargó hacer una minuciosa descripción de la educación que recibió aquel príncipe renacentista para seguir ese método con el futuro Felipe II.

Fernández de Oviedo lo dejó bien claro, nada de novelas como el Amadís de Gaula y sí libros científicos: “de historias veras, y de cosmographía y otras çiençias aprovadas y onestas, y de que se pueda sacar provecho y avissos para enmendar la vida y saver bien governar el prínçipe los estados y señoríos para que Dios le tiene elegido…”.

Educación del príncipe don Juan pintado por de Salvador Martínez Cubells

Educación del príncipe don Juan pintado por de Salvador Martínez Cubells.

Y aunque el príncipe Juan recibió una cuidada educación tampoco se puede olvidar que estuvo supervisada por fray Diego de Deza, catedrático de la Universidad de Salamanca pero también inquisidor general…

De este modo, los primeros libros de texto en España se utilizaron también para difundir ideas cristianas entre los más pequeños y así nos lo cuenta el maestro Juan de Robles en 1564 cuando dice: “Las cartillas que yo he visto, mas se ocupan en enseñar doctrina christiana que no a leer y en algunas (a)penas sabe el niño las letras y ponenle a deletrear el pater noster”.

El severo profesor. Óleo de Jan Steen

El severo profesor. Óleo de Jan Steen

Esas cartillas de primeras letras, a las que Juan de Robles se refiere, sí podrían ser los primeros libros de texto. De hecho, él publicó en Alcalá de Henares una de esas cartillas, la: Cartilla menor para enseñar a leer en Romance, la cual según advierte, le sirvió para enseñar a su señor, Íñigo de Velasco (que con el tiempo sería duque de Frías), y que por lo tanto sería de utilidad para otros tantos niños.

Curiosamente, estas cartillas tardaron poco en llegar al pueblo llano y en concreto a los alumnos más desfavorecidos de la sociedad, los niños doctrinos. Colegios como el que luego sería el de San Ildefonso (el de los niños de la Lotería) se volcaron en la publicación de estas cartillas que incluso se enviaron al Nuevo Mundo. Buena cuenta de ello da la Casa de Contratación de Sevilla donde quedaron reflejados los envíos de 500 cartillas en la nao La Misericorida mandadas Pedro de Burgos y otras 400 embarcadas en la Santa Catalina por Antonio Gómez (ambos cargamentos en 1586).

Cartillas como esta de Juan Robles podrían ser consideradas los primeros libros de texto

Cartillas como esta de Juan Robles podrían ser consideradas los primeros libros de texto.

No sabemos cómo se titulaban aquellas cartillas enviadas a América pero si otra publicada dos años después por Miguel Sebastián en Zaragoza con el curioso título de: Cartilla maestra con la cual puede el discípulo de sí mismo ser maestro.

Si hablamos de cartillas enviadas a ultramar y libros de los niños doctrinos hay que mencionar “La doctrina muy proveitosa… tirado do espelho de bem viver” publicado por el sacerdote catalán Pedro Doménech en Lisboa en 1550. Un libro del que apenas queda un solo ejemplar que como bien dice su máximo experto, Félix Santolaria, se trataría de un manual de formación para los niños marginados de Portugal y Brasil.
 

La cartilla de Doménech había funcionado admirablemente sacando de la delincuencia a: “mozos perdidos, ladrones y malos” educándoles con tal maestría que fueron ejemplo de reinserción social. De este modo, el 7 de enero de 1550 puso rumbo a Brasil una expedición de siete niños doctrinos, también llamados “poues orfáos” como ejemplos vivientes de aquella labor docente. Toda una aventura que se repitió en otras expediciones jesuiticas como la que puso rumbo a Japón en 1554 y en las que los niños doctrinos fueron grandes protagonistas. Se convirtieron así en un momento de la historia en el que más pareciera que los libros de texto llevaban a los niños y no al revés.

Algunas de estas cartillas esconden aventuras fascinantes de niños viajeros para dar ejemplo al mundo

Algunas de estas cartillas esconden aventuras fascinantes de niños viajeros para dar ejemplo al mundo.