Lo normal un día como hoy sería dedicarle unas líneas a Luis María de Borbón y Vallabriga, primo del rey Fernando VII, cuñado de Manuel Godoy y que hoy cumpliría 245 años. Pero nos vamos saltar esta efeméride para hablar del otro Luis María de Borbón, un personaje fascinante al que grandes historiadores como Antonio Calvo Maturana en su libro Impostores han considerado: uno de los mayores farsantes de todos los tiempos.

Luis María de Borbón y Villabriga

Luis María de Borbón y Villabriga, marginado por su abuelo Carlos III (por ser de madre plebeya) y después por su primo Fernando VII (por ser contitucionalista) y, para colmo, tuvo un suplantador. 

Para empezar esta historia nos trasladaremos a Ciudad Rodrigo en el año 1810, cuando las tropas napoleónicas tras derrotar a los españoles ponen en marcha una comitiva de cautivos allende los Pirineos.
Entre esos prisioneros caminaba Francisco de Mayoral, un avilés de 29 años que se declaró feo y al que se le describe de “nariz abultada, color trigueño” “ojos azules” y “con un defecto (…) que hace mirar malamente”.
Su aspecto enclenque hizo creíble que llegado a la villa francesa de Pau requiriera atención sanitaria y así, fingiéndose enfermo dio el primer paso para su proyecto “ser un héroe de novela”. Separado del resto de prisioneros que le conocían se hizo pasar por fraile (ya que a estos se les trataba mejor). De este modo entró en contacto con unas monjas de Bayona que le mantuvieron a todo postín con un trato casi sentimental.

Su historia fue tan trepidante que se hicieron ediciones de sus memorias en distintos países como Reino Unido

Su historia fue tan trepidante que se hicieron ediciones de sus memorias en distintos países como Reino Unido. 

Aun así, en ese trasiego de presos en 1812 fue enviado a Cahors (en la región de Montmédy) donde amparado en su imagen de fraile hizo creer al vicario general que era organista y como tal le encomendaron la reparación del órgano de la catedral. Sobra decir, que lo único que hizo fue desbaratar del todo el pobre instrumento. Sorprendentemente apenas fue reprendido con la única condena de ser devuelto al depósito de prisioneros.
De nuevo, allí jugará de la carta de enfermar repentinamente logrando así el traslado a la localidad Brive-la Gaillarde donde una incauta cristiana Isella Amabili (al parecer hija bastarda del obispo de Limoges) le acogió siendo seducida desde el primer día.
Es en el hogar de esta dama donde dio un salto exponencial en su estafa. Insinuando, dejando a entrever… pero nunca, nunca, declarando que es el arzobispo de Toledo, Luis María de Borbón y Villabriga.
Un rumor que la señorita Amabili no pudo contener y que propagó entre católicos y restauradores borbónicos, más aún cuando el presunto cardenal no paraba de hacerle promesas.

El fingido Cardenal prometió a la señorita Amabili casarla con el marqués de Santa Cruz

El fingido Cardenal prometió a la señorita Amabili casarla con el marqués de Santa Cruz. 

A tanto llegó la fama que las autoridades acabaron prendiéndole y aunque en su declaración afirmó que todo ha sido un mal entendido su fama ya era imparable. En Limoges le aclamaron y  en Sedan un español, que negó públicamente que semejante bellaco fuese el arzobispo, fue encarcelado.
El miedo inicial de ser descubierto parece disolverse y comenzó a dar misas multitudinarias sin tener ni idea. Y lo que es peor, insinúa en sus memorias que si el cardenal verdadero muriese cree que podría sustituirle fácilmente.
Al final, el revuelo causando llegó a oídos del duque de Rovigo (ministro de Policía) y al duque de Feltre (ministro de Guerra) quienes trataron de descubrir la verdad y confirman, que el arzobispo de Toledo siguía en España.
Los altos mandos sabían que Mayoral mentía, pero los funcionarios de prisiones, dado el descontrol burocrático, mantuvieron la duda razonable más aún cuando en su último traslado de prisión infinidad de españoles reconocieron en Mayoral al arzobispo de Toledo. Algo que las autoridades policiales explican con una frase lapidaria: “la multitud ignorante y amiga de lo maravilloso”.
Después de varios años de farsa fue conducido a Lichtenberg, donde otros militares españoles reconocieron que no es el cardenal. Pero,,, ni con esas la estafa se detiene y su gira de engaños continuó en Châteauroux desde donde fue llevado a Tours. Sin embargo, en una localidad a medio camino, Bourges, fue reconocido por antiguos soldados del batallón de Ciudad Rodrigo acabando con Mayoral escarmentado y exhibido en un difamante carruaje tirado por bueyes por todas las ciudades que estafó.
Cuando acabó la guerra, en 1814, las autoridades francesas entregaron al suplantador al gobierno de Fernando VII. Es ahí cuando su juicio se complejiza y no solo por la dificultad de buscar testigos etc. Si no por los trapecismos retóricos del acusado.

Sorprende la benevolencia con la que la Inquisición se tomó el proceso, alarmándose apenas porque llamó “putas” a unas monjas

Sorprende la benevolencia con la que la Inquisición se tomó el proceso, alarmándose apenas porque llamó "putas" a unas monjas. 

Comienza con un detalle interesante, aportar unos manuscritos autobiográficos (ojo, lógicamente contando una versión de los hechos interesada para escaquearse de la justicia) en los que dice que todo lo hizo por la presión de la guerra pero que en realidad no ha impartido sacramentos (dato importante porque la Inquisición había sido restaurada por Fernando VII) alega Mayoral que los hacía sin gana, descreído y sin intención de que le creyesen. El fiscal por su parte demuestra que ha dado misa, ha casado, ha concedido indulgencias… Y ante eso Mayoral tira de ingenio y de patriotismo barato diciendo que en realidad todo era una manera de luchar contra los franceses haciéndoles la puñeta aunque fuese a base de misas falsas.
Entre el discurso patriotero y la compasión que movió fingiendo una endeble salud, la pena se quedó redujo a servir en el Hospital Militar de Ceuta. Lugar donde aguantó solo unos meses porque el 7 de marzo de 1820 gracias al comienzo del Trienio Liberal le sueltan por considerarle un preso político. Una historia que no acaba aquí pero de la que prometo nuevas entregas.