El mundo de las creencias es tan peculiar que crea situaciones tan asombrosas como la de que reyes corruptos se arrodillen ante agricultores incorruptos. Para que esto suceda son necesarios dos requisitos. Primero: que el agricultor en cuestión esté muerto y segundo: que tenga fama de santo. Si a esto se le añaden unas pizquitas de intereses políticos y un ligero toque de superstición el culto está servido. El caso más evidente es el de San Isidro, venerado por su cadáver incorrupto y posteriormente por un macabro culto de descuartizar vasallos muertos.

El ardor que ha supuesto san Isidro en la corona ha estado a punto de valernos un monarca de tal nombre

El ardor que ha supuesto San Isidro en la corona ha estado  punto de valernos un monarca de tal nombre, Carlos María ISIDRO de Borbón. 

Haciendo caso al cronista de Madrid, José Antonio Álvarez y Baena, todo comenzó en el año 1212 cuando después de varios hechos sobrenaturales se encuentran el cadáver incorrupto de un vecino de Madrid llamado Isidro:

“(…) habiendo precedido dos revelaciones y otros prodigios, fue sacado de la tierra y colocado dentro de la iglesia (…) el domingo de Quasimodo 1º de Abril del año 1212. Encontróse todo él entero, y difundiendo de sí un olor fragrantísimo, y así permanece".

Cuerpo de san Isidro fotografiado por Amador Cuesta Barrientos

Cuerpo de San Isidro fotografiado por Amador Cuesta Barrientos 

Es entonces cuando el rey Alfonso VIII no puede resistir la tentación de ir a ver el cadáver, y cuál no sería su sorpresa, cuando descubre que ese rostro le resulta familiar. Se trataba del misterioso pastor que mostró a sus tropas cómo cruzar Despeñaperros y ganar así la batalla de las Navas de Tolosa. Ahora bien… Isidro llevaba 40 años muerto, solo había una explicación. ¡Milagro!

En 1344, Alfonso XI volverá a hacer una exhumación del cuerpo y en tiempos de Enrique II, se pasa de la curiosidad al descuartizamiento para obtener recuerdos.

Según Lope de Vega (que dedicó sendos versos al santo) la reina Juana Manuel de Villena quiso llevarse un dedo, pero el padre Pedro de Rivadeneyra afirma que en realidad era el brazo entero. Sea como fuere, lo peculiar del caso es que el santo tuvo que obrar un milagro en defensa propia causándole un mal repentino a la reina hasta que le repuso el brazo.

Juana Manuel de Villena, una reina atacada por san Isidro al quererle arrancar un brazo
Juana Manuel de Villena, una reina atacada por San Isidro al querele arrancar un brazo. 

Más profanaciones del cuerpo de San Isidro

Pero aquí no acaban las profanaciones del cadáver, también el padre Rivadeneyra nos cuenta esto en tiempos de Isabel la Católica:

“Una dama de la reina, llegando a besar los pies del santo, le quitó con los dientes el segundo (dedo) del (pie) izquierdo; pero cuando la reina se iba y toda la gente, aquella dama que cortó el dedo, no pudo salir de la capilla, hasta que viniendo esta maravilla a oídos de la reina y descubriendo la dama lo que había hecho, mandó la reina restituyese el dedo con lo que pudo moverse".

Por esas mismas fechas nos llega el testimonio de Lucio Marineo Sículo, un humanista que vio el cuerpo aunque no deja muy claro si estaba incorrupto o no, pues su testimonio es así de contradictorio.

“Yo he visto su Santo Cuerpo, y está tan entero, que no parece sino que ha dos o tres meses que murió”

En tiempos de Felipe III san Isidro estaba a punto de ser canonizado pero no por ello los episodios macabros dejaron de suceder. Me refiero a la introducción del cadáver en la alcoba del rey. Ya se había hecho antes con su hermano el infante don Carlos al que metieron en la cama a San Diego de Alcalá, pero con san Isidro no se obró el milagro, y en 1621 Felipe III murió aun teniendo a San Isidro al lado.

Esta costumbre se intentó repetir con Felipe IV que se negó taxativamente diciendo que si el cadáver obraba milagros la distancia no supondría ningún problema.

Felipe IV se opuso a que trajesen a su cama el cadáver de san Isidro diciendo que podría obrar los mismos milagros aunque estuviese retirado, todo un alegato al teletrabajo

Felipe IV se opuso a que trajesen a su cama el cadáver de San Isidro diciendo que podría obrar los mismos milagros, aunque estuviese retirado. Todo un alegato al teletrabajo. 

Así seguimos con Carlos II del que se dicen guardó en alguna ocasión un diente bajo su almohada como amuleto del santo. En cualquier caso Rivadeneyra termina la biografía de san Isidro hablando de cómo es Madrid diciendo:
“(una ciudad) donde los príncipes y grandes veneran a un pobre quintero e imploran su favor y ayuda para que sea vea la ventaja que hace la virtud a todas las grandezas humanas".