Recientemente se ha publicado el libro Autómatas y cabezas parlantes escrito por Raúl Ferrero, un ensayo histórico en el que se adentra en los entresijos de robots y todo tipo de mecanismos que precedieron a la robótica actual.

Entre los más ilustres engranajes se encuentran los que compusieron a uno de los personajes más increíbles de la historia de España, el Hombre de Palo. Este ser, a medio camino entre lo tecnológico y la leyenda ha suscitado enorme interés a lo largo de los siglos. Tanto es así, que en Toledo tiene su propia calle donde la tradición dice que en algún momento caminó.

Podría haber sido así el hombre de Palo

¿Podría haber sido así el hombre de Palo? Miguel Zorita con la reconstrucción hecha a partir de las fuentes históricas. Más info aquí 

Su historia, como la de su artífice, se mueve entre lo real y lo fantástico. Así pues, Giovani o Gianello Turriani (castellanizado en el siglo XVI como Juanelo Turriano) fue ingenioso constructor de artificios es que nació en Cremona (Italia) hacia 1500 y que en 1520 maravilló a Carlos I con la reconstrucción en Milán del reloj astrológico que en el siglo XIV había construido Giovanni Dondi.

Tal asombro causó al emperador que Gianello terminaría trabajando en España en la construcción de otro reloj astronómico (y en una versión reducida llamada “el cristalino”) que condensase no sólo la tecnología más avanzada, sino también los últimos conocimiento del cosmos, no en vano en dicha maquinaria se veían reflejados los movimientos de los planetas y astros.

En la generación siguiente su fama continuó y de este modo Felipe II le pidió asesoramiento para las campanas de El Escorial y también delegó en él la reforma del calendario que propuso Gregorio XIII.

Sería este cuadro de Tiziano una representación de Juanelo Turriano

¿Sería este cuadro de Tiziano una representación de Juanelo Turriano?

No se detuvo en esto el genio de Turriano, eminentes historiadores como Ambrosio de Morales nos cuentan que: “ha querido Ioanelo por regocijo renovar las estatuas antiguas que se movían, y por ello llamaban los griegos autómatas.”

Es en ese momento cuando todo se comienza a complicar. Sebastián de Horozco, otro reputado cronista, menciona que en tiempos de Juanelo en Toledo había: “Hombre de palo armado con un escudo en el lado izquierdo y en el brazo derecho vna talega, hincado en vn madero, y andábase alrrededor y en tocando en el escvdo volbía y dava con la talega de arena a quien pasaba y le dava”
Ahora bien ¿Sería esta figura obra de Turriano?

No lo sabemos con seguridad. Lo que si parece cierto es que a partir de ese momento las dos ideas se entremezclan:
- Por un lado, los autómatas que andaban e incluso hacían un recorrido de los que nos habla Ambrosio de Morales.
- Y por otro el autómata en la vía pública que menciona Sebastián de Horozco

Ambos no tienen por qué ser lo mismo, pero es fácil confundirlos. Y esto es lo que parece que le ocurre a Antonio Ponz cuando, casi un siglo después de la muerte de Juanelo Turriano, escribió esto de uno de los autómatas: “Iba a la (casa) del arzobispo donde tomaba la ración de pan y carne, haciendo varias cortesías al ir y volver”

El indudable rostro de Juanelo Reflejado en una medalla obra de Jacopo Nizzola da Trezzo

El indudable rostro de Juanelo Reflejado en una medalla obra de Jacopo Nizzola da Trezzo.

Es evidente que Juanelo pudo hacer autómatas con un recorrido definido (como así ocurre con la tamborilera que menciona Ambrosio de Morales y que encaja con el autómata conservado en el museo Settaliano) pero de ahí a que lo haga por la calle... hay un enorme trecho.

Para empezar por el intrincado callejero de Toledo y en segundo lugar por los numerosísimos imprevistos que podrían concurrir en su recorrido.

Calle del Hombre de Palo en Toledo y de Juanelo en Madrid

Calle del Hombre de Palo en Toledo y de Juanelo en Madrid.

En tal caso ¿pudo existir un autómata a escala humana que caminase por las calles de Toledo? Lo cierto es que sí, recurriendo a un motor a cuerda (como los relojes) se podría lograr una figura con cierta autonomía pero tan breve que no podría realizar tantas acciones como le atribuyen las leyendas, quizá por eso discurriese tan solo en una calle lo más llana posible y en la que no confluyesen otras calles, características que cumple a la perfección la calle toledana que hoy lleva su nombre