Existen piezas arqueológicas que han hecho tambalear la moral de sus descubridores, ocultarlas, mutilarlas o sencillamente destruirlas fue la solución al escándalo durante siglos.

Por estas fechas (entre el 20 y el 24 de agosto) allá por el año 79 comenzó, según muchos historiadores, una de las catástrofes más famosas de la historia, la erupción del Vesubio que aniquiló las poblaciones de Pompeya y Herculano.

Hay quien se inclina por el mes de octubre, pero sea como fuere aquella súbita destrucción ocasionó una curiosísima situación: el erotismo en la arqueología. Restos arqueológicos que durante siglos han hecho tambalear la moral de toda la sociedad.

Como si fuesen una cápsula del tiempo los restos de estas ciudades romanas aparecieron ante el asombro e incluso el escándalo de la corte napolitana de Carlo VII di Borbone, es decir, nuestro Carlos III de España.

Utilizar penes como elementos decorativos era algo cotidiano en la sociedad romana que no se supo entender siglos más tarde

Utilizar penes como elementos decorativos era algo cotidiano en la sociedad romana que no se supo entender siglos más tarde

Cuando en 1738 el ingeniero Roque Joaquin Alcubierre dio con los restos de Herculano pocos podían imaginar que acababan de encontrar los vestigios de una sociedad tal cual era, con sus usos y costumbres que en muchos casos eran antagónicos al puritanismo del siglo XVIII.

Esto hizo que piezas consideradas cotidianas por los romanos se percibiesen como obscenas, dañinas para la moral e incluso dignas de “ser arrojadas a un volcán” como dijo algún británico mojigato.

Ante la proliferación de frescos eróticos, grafitis claramente sexuales y esculturas bestiales (como el dios Pan fornicando con una cabra) Carlos III planteó parar las excavaciones y aunque finalmente continuaron, buena parte de aquellas piezas acabaron en el “Gabinetto Segreto”, una colección que durante siglos estuvo totalmente restringida a hombres de probada moral y que no se abrió definitivamente al público hasta el año 2000.

Cartel de entrada al Gabinete Secreto donde se encuentra la estatua del dios Pan

Cartel de entrada al Gabinete Secreto donde se encuentra la estatua del dios Pan

Aun así, hoy día sigue planteando un curioso debate museístico al entender que las salas son también visitadas por escolares, con lo que se requirió que siempre fuesen acompañados de algún adulto.

Pero no solo el museo arqueológico de Nápoles (donde está actualmente el Gabinetto Segreto) se vio en esta tesitura, los museos Vaticanos recurrieron a la decorosa hoja de parra para tapar atributos sexuales de su amplia colección arqueológica.

Como no podía ser menos, también en España el puritanismo se dio de bruces con la arqueología y así lo vemos en las esculturas procedentes de Itálica y custodiadas hoy en el museo arqueológico de Sevilla. En muchas de ellas se aprecia una clara amputación genital, que induce a pensar en una deliberada censura. Una represión absurda dado que tales esculturas, como por ejemplo, la del emperador Trajano carece de todo carácter erótico.

Dicen, que fue en tiempos del cardenal Pedro Segura, allá por la década de 1950 cuando se cercenaron por presiones morales pero que afortunadamente tuvieron al menos el detalle de guardar celosamente los penes en una caja con la que, tiempo después, se intentó recomponer la virilidad de las estatuas.

Escultura de Mercurio del museo arqueológico de Sevilla cuyos genitales fueron cercenados

Escultura de Mercurio del museo arqueológico de Sevilla cuyos genitales fueron cercenados

Posiblemente sea simplemente un rumor o una leyenda pues la misma historia rocambolesca de la caja de penes perdidos se atribuye al papado de Pio IX. Lo que no es tan leyenda es la férrea condena que los griegos hicieron en el año 415 a.C.  a su comandante Alcibiades cuando después de una noche de juerga sus soldados cercenaron los penes de los hermas de la ciudad.

Estas esculturas tenían un carácter sagrado y cortarles el pene supuso una ofensa gravísima, hasta el punto de que Alcibiades fue condenado a muerte por tal tropelía y aunque no se llevó a término (pues al fin y al cabo estaba sitiando de Siracusa y no interesaba deshacerse de él) demuestra lo escandaloso que era para los griegos, no representar un pene, sino destruirlo.

Herma griega de aparente carácter erótico pero de verdadero trasfondo sagrado.

Herma griega de aparente carácter erótico pero de verdadero trasfondo sagrado.