El 12 de octubre nos ha pillado este año con una fiesta nacional de España marcada por la pandemia, lo que ha llevado a que la celebración sea austera  y casi insípida en las formas, pero borrascosa en lo político.

En el Patio de Armas del Palacio Real se vivieron varios encuentros polémicos: el del presidente del Gobierno con la presidenta de la Comunidad en pleno disgusto por el estado de alarma en Madrid o el del vicepresidente, Pablo Iglesias con su tocayo Pablo Casado líder del PP quien le pide la dimisión por el asunto de la tarjeta de la joven Dina Bousselham. En el fondo, la defensa exagerada de la derechona y sus adláteres de la figura del Rey que siempre preside este acto oficial, acusando de paso al Gobierno de atacar al Rey de forma continuada.

La realidad les contradice. Desde que llegó a la Moncloa Pedro Sánchez ha acompañado a Cataluña al rey en cinco ocasiones. Cinco veces lo hizo José María Aznar pero a lo largo de sus ocho años de presidencia y solo dos Mariano Rajoy, en siete años de gobierno. Mira por donde, el Gobierno de coalición de talante republicano resulta ser el más solícito con su majestad. Y hay que decir que solo el presidente del Gobierno acompañó a Felipe VI en la entrega de premios de la BNEW este pasado viernes entre algaradas independentistas y a pocas horas antes de tomar decisiones de calado con Madrid para frenar la enfermedad, con la oposición del Gobierno madrileño.

Los de Casado, en plena rabieta, han dispuesto toda su artillería para acabar con el ejecutivo de coalición y en ello emplean además a sus medios  afines. Como ejemplo, cito un reciente artículo de opinión del director de La Razón que acusa al "gobierno social-comunista" de pisotear el orden constitucional, le acusa de "chulería inaceptable de imponer un estado de alarma que es innecesario", en vez, dice, de colaborar con Díaz Ayuso. En su fervor, cambia los términos achacando a la orden ministerial el rechazo de los tribunales al confinamiento decretado anteriormente, y olvidando que fue la Comunidad de Madrid la que obvió la referencia a la ley orgánica de 1986, que hubiera dado vía libre a un confinamiento perimetral. Así se ha hecho, por ejemplo, en Castilla León, otra Comunidad cuyo gobierno es también del PP.

Se ha convertido el presidente socialista en el depositario de todos los marrones que no han dejado de surgir desde que juró el cargo. Pero nadie puede decir que le tiembla el pulso ni para proteger la salud de los ciudadanos ni para apoyar a la Corona sobre el terreno, donde otros no se han atrevido. Algo debe estar haciendo bien, señor Sánchez, cuando tanto le critican...desde la barrera.