Todos los que hemos alcanzado un grado de veteranía recordamos a Raphael (su nombre se escribió entonces así, con ínfulas británicas) en concierto navideño allá por 1965. Era el cantante mimado de la esposa del dictador, Carmen Polo de Franco, de quien se dice llegó a interceder en favor del artista para liberarle del servicio militar por el que apenas pasó un mes.

En esa época franquista, una sugerencia de doña Carmen era una orden e incumplirla podía llevar al infractor al castigo severo. Raphael interpretó un Tamborilero que quedó para la historia con su dedicatoria desde el escenario a “la señora” que impulsó su carrera musical, Eurovisión mediante. Todo ello, sin quitarle méritos.

Esta Navidad Raphael ha vuelto a Madrid de la mano de la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, quien se ha puesto por montera las recomendaciones contra el virus y el repunte de casos que protagoniza la capital, como toda España, autorizando dos conciertos a los que han asistido en cada sesión cerca de 5.000 personas. La cifra supone un 30 por ciento del aforo del Wizink Center según cifras de la organización. Desde la Puerta del Sol, sede de la presidencia madrileña, han asegurado que se tomaron todas las precauciones. Y el cantante subrayó que quiso comprometerse, en la medida de lo posible, para recuperar la música en directo. Justificaciones que no despejan la perplejidad que suelen acompañar las decisiones de la mandataria del PP.

Lo más molesto es que en la nueva situación de máximo riesgo por la pandemia, con restricciones duras en todo el país, pidiendo a la población que no se reúna con sus seres queridos en la mesa durante estas fiestas, se organicen estos eventos de riesgo. Díaz Ayuso se reviste de frivolidad demostrando que le importan poco sus administrados. Ya ha dado suficientes signos de tal desafecto: Pese a la dura experiencia de la primera ola de la epidemia, Madrid no ha reforzado los centros de salud, que tiemblan ante la nueva carga de trabajo que supondrá la vacuna inminente; no se ha preocupado de aclarar a fondo qué pasó en las residencias de ancianos, donde los mayores perdieron la vida sin poder acceder a los hospitales y en absoluta soledad. Y en cuanto a los famosos rastreadores que debían controlar los contagios… se perdieron en la noche de los tiempos sin más explicaciones.

La lideresa, que aspira a hacer sombra a su presidente del PP, Pablo Casado, lanza balones fuera según le convenga, reclama la competencia de la gestión sanitaria o exige que la centralice el Ejecutivo. Asesorada por Miguel Ángel Rodríguez, hombre de Aznar, experto en difundir lo que más convenga y ágil fumigador de periodistas infieles, Ayuso ataca al Gobierno central, construye hospitales de dudosa utilidad que duplican los costes presupuestados para gozo de las constructoras y da muestras de que sigue con devoción las indicaciones de sus socios de la ultraderecha que, no nos engañemos, es quien manda en Madrid.