Esto es lo que decía el programa electoral del PSOE en noviembre de 2019: "Promoveremos la solución del conflicto de Sáhara Occidental a través del cumplimiento de las resoluciones de Naciones Unidas, que garantizan el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui. Para ello, trabajaremos para alcanzar una solución del conflicto que sea justa, definitiva, mutuamente aceptable y respetuosa con el principio de autodeterminación del pueblo saharaui”.

Descolocados. Perplejos. Sin habla. Al conocer este viernes el acuerdo de España con Marruecos sobre el Sáhara, muchos militantes y votantes socialistas españoles debieron sentirse como se sintieron los comunistas de todo el mundo al conocer en el verano de 1939 el acuerdo de la Rusia de Stalin con la Alemania de Hitler.

La envergadura, las consecuencias y el alcance estratégico de uno y otro acuerdo no son, ciertamente, comparables, pero sí lo es el desconcierto que sintieron entonces los comunistas y el que sienten ahora los socialistas al ver que, de un día para otro, su Gobierno deja a los saharauis en manos de su enemigo.

Los comunistas de los años treinta se estrujaban el cerebro buscando una explicación a aquel Pacto Mólotov-Ribbentrop que dinamitaba todos sus esquemas ideológicos. Los desolados militantes querían pensar que había alguna circunstancia secreta de gran trascendencia que Stalin no podía revelar por razones de Estado pero que explicaría el enigmático volantazo de Moscú en su relación con el nazismo. Finalmente, no había secreto alguno: el acuerdo ni siquiera se molestaba en ocultar la ignominia de que ambos países habían convenido en repartirse Polonia.

Pedro Sánchez nos debe una explicación y nos la tiene que pagar. Un Gobierno no puede cambiar súbitamente su posición política en un tema tan sensible como el Sahara sin dar una explicación medianamente convincente. Hoy por hoy todo son preguntas… sin respuesta.

Quienes suponíamos que el acuerdo de Madrid con Rabat habría contado de algún modo con la complicidad de Argelia estábamos equivocados: los argelinos aseguran estar muy enfadados al ver que su principal cliente en el mercado del gas ha pactado con su principal enemigo en la región.

¿El pacto con Marruecos puede poner en peligro el suministro de gas a España en un futuro no lejano? ¿Qué relación tiene la invasión rusa de Ucrania con este giro de 180 grados de Madrid con respecto al Sáhara? ¿Cómo va a afectar ese giro al Gobierno de coalición teniendo en cuenta que la cuestión saharaui es siempre tuvo una gran importancia política y emocional para Izquierda Unida y para Podemos? ¿El presidente nos oculta algo o simplemente ha decidido apostar a la carta del pragmatismo más descarnado, alineándose con Estados Unidos, Alemania y Francia en una cuestión en la que siempre mantuvimos una posición diferenciada por la deuda histórica que nuestro país tiene con quienes medio siglo atrás eran ciudadanos de una provincia española?

No habrá referéndum de autodeterminación en el Sáhara Occidental. En realidad, no iba a haberlo jamás aunque España y Argelia lo apoyaran y aunque contara nominalmente con el respaldo de la ONU: Marruecos no lo permitiría nunca. Para la monarquía alauita pero también para los ciudadanos marroquíes, el Sáhara, aunque ocupado ilegalmente tras la espantada de España en 1976, es territorio marroquí y nada más que marroquí y no puede, por tanto, ser sometido a referéndum. Esa es una de las razones por las que el Sáhara Occidental acabaría siendo un Estado fallido de triunfar el plebiscito defendido por el Frente Polisario.

Además de haber dejado vendidos a los mismos saharauis de quienes hasta antes de ayer mismo éramos los principales valedores, la primera impresión es que Rabat ha ganado la partida a Madrid merced a su amenaza sostenida de abrir las compuertas que contienen a miles de africanos deseosos de saltar a Europa. Salvo que alguien nos convenza de lo contrario con sus explicaciones, Pedro Sánchez aparece como el derrotado y Mohamed VI como el ganador: mal negocio.