Los populares atraviesan un momento complicado. Después de meses de campaña electoral y dos debacles sin paragón en los comicios, las arcas del partido están en números rojos, la hoja de ruta se pone en cuarentena y la pérdida de poder territorial agrava el tono que se mantiene de puertas para adentro.

A pesar del triunfalismo fingido por la primera plana del partido el domingo 26 de mayo, tras conocerse que los azules conseguirían -siempre que cuenten con el voto a favor de Ciudadanos y Vox- mantener la comunidad de Madrid y revalidar la capital, lo cierto es que el panorama no era tan alentador. Madrid era la plaza fetiche, el centralismo con el que se vive la política hubiera ocasionado un runrún imparable en la ronda de decapitaciones orgánicas. Además de ello, el temido sorpasso de Ciudadanos quedó en pólvora mojada. Ahora bien, ni al municipalismo ni a muchos de los barones territoriales les basta con esto. El PP lleva años siendo una fuerza imparable, consiguiendo grandes mayorías e imponiendo su ley en auténticos feudos históricos.

La situación actual dista mucho de ser la ideal. De mostrar su descontento se han ocupado abiertamente ciertos líderes con un importante peso interno. Los reproches que se vertieron el pasado lunes en la comida postelectoral los pesos pesados de los azules fueron imparables. Apostar por perfiles como Cayetana Álvarez de Toledo en las portavocías o no hacerlo, ocupar el centro en el espectro político o acercarse, peligrosamente, a Vox, señalar a los culpables o permitir un tiempo de gracia a los cuestionados.

El ejemplo más claro de la pérdida de poder popular son las diputaciones. Solo han conseguido mantener, con mayoría absoluta, tres de las 16 que tenían (Zamora, Palencia y Almería). De los pactos con Ciudadanos dependerá, en buena medida, salvar el tipo y no caer a términos residuales: Alicante, Ávila, Málaga, Segovia, Burgos, Zamora y Valladolid siguen en el aire.

Otro revés en forma de pérdida de subvenciones, peso territorial y conexiones intraestatales. Como ya hemos informado en ElPlural.com, esta situación alimenta la incertidumbre entre los trabajadores de Génova 13. Los números pueden obligar al partido a prescindir de muchos de sus empleados, provocando un auténtico cisma interno.

Ahora bien, a pesar de que los naranjas se muestren propicios a pactar con el PP, la estrategia puede ser un factor clave. La red de territorios del PP, un partido con mucho más bagaje y peso a lo largo y ancho de España, ha provocado que dentro de la derecha un sorpasso sea prácticamente imposible. Si los de Rivera decidieran dar ciertas diputaciones al PSOE -como muchos internamente piden a viva voz- dañarían la estructura de su rival en la derecha y saldrían reforzados, pese a no ganar en votos, de las elecciones del pasado 26 de mayo.