El ciclo electoral y el calendario legislativo han echado un cable a las fuerzas catalanas en el Parlament. El foco no está sobre Cataluña. No al menos en su futuro inmediato, que es la sesión constitutiva. La aprobación de la ley de amnistía, en consonancia con la campaña para las elecciones europeas, dan cierto margen a los grupos para negociar alejados de la indiscreción de un micrófono o una cámara. Desde el minuto uno hay movimientos, quizás más públicos que la “discreción” total que capitaliza las conversaciones para constituir una Mesa del Parlament en la que Junts busca, junto a Esquerra Republicana de Catalunya, tener prevalencia sobre el PSC de Salvador Illa. En otras palabras, dar el primer golpe de la legislatura.
La negociación no sólo es vital para el futuro de la autonomía. Por extensión también lo es para la legislatura en Madrid, habida cuenta del estrecho margen de maniobra que el Gobierno tiene en el Congreso de los Diputados, donde necesita sí o sí el apoyo del independentismo catalán al completo. La red de seguridad que ofrecía la geometría variable en los cuatro años anteriores ya no existe. Mientras Salvador Illa, ganador incontestable de las elecciones del pasado 12 de mayo, mantiene varios frentes abiertos con la vista puesta en la constitución del Parlament, pero también en su investidura, Carles Puigdemont mueve los hilos desde el exilio para asestar el primer zarpazo a los socialistas y postularse para su restitución como president.
Junts no entrega la cuchara
De un lado, los socialistas catalanes cuentan con sus 42 diputados, a los que habría que sumar los seis que retuvieron los Comuns. Un total de 48 escaños que, según las cuentas que manejan los neoconvergentes serían insuficientes para dominar el órgano de gobierno del Parlament. En los cálculos de Junts meten en su ecuación a las dos fuerzas independentistas restantes, con la excepción de una Aliança Catalana a la que todos los grupos salvo -Vox y PP- acordaron ponerle un cordón sanitario. De este modo, en la calculadora de los de Puigdemont se arroja el resultado total de 59 escaños: los 35 suyos, los 20 republicanos y los cuatro de la CUP.
Casi sesenta asientos que se impondrían a los menos de 50 que le atribuyen a Salvador Illa. ¿Por qué sólo 48? Según publica El Español, los neoconvergentes dejan fuera de todo cálculo a las fuerzas españolistas como Vox y PP. Es decir, no contemplan un escenario similar al del Ayuntamiento de Barcelona, donde los conservadores pusieron sus ediles a disposición del socialista Jaume Collboni para evitar que el bastón de mando recayera sobre la papeleta independentista de Xavier Trias (Junts). De hecho, consideran que cualquier otra suma resultante sería plenamente antinatural. Desde la órbita popular ya han avanzado que sus quince escaños no apoyarán una opción socialista a menos que éstos rompan con el independentismo en Madrid.
Un acontecimiento que a todas luces se antoja harto improbable. Al menos de cara a la investidura. La votación de este jueves de la ley de amnistía lo deja palpable; máxime cuando Moncloa necesita de las dos fuerzas catalanas para retener el poder. La Mesa es harina de otro costal, pues los de Alejandro Fernández no verían con malos ojos la posibilidad de prestar sus escaños al PSC para controlar el órgano de gobierno parlamentario, siempre y cuando se les garantice un puesto -como mínimo- en ésta. De esta manera, se articularía una mayoría de 63 escaños que concedería a los conservadores un puesto socialista en la Mesa del Parlament; con Junts neutralizado al no poder llegar a esa cifra ni aún sumando los dos votos de la extrema derecha independentista ni, por supuesto, de la ultraderecha españolista.
Las cuentas del PSC
Pero los de Illa se sentirían más cómodos en un escenario en el que también haya acuerdo con Junts. Es la transversalidad a la que se han aferrado los socialistas desde antes de la campaña incluso. De esta manera, dejaría una vía abierta con el expresident catalán Carles Puigdemont, al ofrecerle dos asientos, así como otras cuestiones que impidan las represalias de los neoconvergentes en la Carrera de San Jerónimo. Una ecuación en la que también habría espacio para un miembro del Partido Popular, quedando las cuatro principales fuerzas bien representadas en el órgano de gobierno de la Cámara, tal y como marcaba la tradición.
Una manera, además, de asegurarse una geometría variable sobre la que descansar toda la legislatura, aunque para ello es preciso que PSC y Junts negocien. El problema es que los neoconvergentes mantienen intactas sus aspiraciones de controlar la Mesa como trampolín para que Puigdemont sea restituido como president de la Generalitat. Hay quien cree, según apunta El Español, que ese escenario se empezaría a dibujar inmediatamente después de conocer el escrutinio final de las elecciones europeas. Ahí empezará la negociación con mayúsculas. Todo dependerá de la foto final del 9J, dado que no tiene el mismo peso la imagen de un Sánchez fortalecido tras resistir en los comicios que su antítesis, un Gobierno desangrado en las urnas y dependiente del independentismo para no caer.
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