Cañas por España ha sido la forma elegida por Vox para atraer al votante joven y tratar de conseguir fidelidad entre los receptores del mensaje. La última edición de este conjunto de actos que se ha extendido a lo largo y ancho de España ha tenido lugar en la Sala Panda de Madrid (C/ Hernani 75). La presencia de Ortega Smith y Rocío Monasterio avivaba un sentimiento de poderío entre los presentes que, desde las 20.30 horas de la tarde, esperaron durante más de dos horas para entrar en el recinto.

ElPlural.com consiguió infiltrarse en el acto, a pesar de haber sido vetado por el partido ultraderechista de forma reiterada en las últimas fechas. Una vez allí, la sensación era de estar en un terreno homogéneo, plano, totalmente cribado por una forma de pensar que vitoreaba las soflamas y ondeaba las banderas que les habían dado en la entrada. En mangas de camisa, mocasines y tupés perfectamente enlacados, los grafitis de las paredes de la discoteca aportaban el toque undergrond que le faltaba a la cita.

Desde Taburete hasta el himno de España, pasando por You’re the one that I want (Grease) y Pereza. Música a todo trapo para que los jóvenes, y no tan jóvenes (se permitió la entrada a mayores de 35 años), esperasen el ansiado momento fundiéndose en abrazos, odas patrias y esperanzas compartidas.

Pero si una canción sirvió de colofón perfecto en este ambiente, antes de dar paso a los héroes de rostro concreto que aguardaban entre bambalinas, fue el himno legionario: “Soy un novio de la muerte, la estreché con lazo fuerte y su amor fue mi bandera”.

Como gran sorpresa de la noche y telonero de los representantes de la formación apareció por el escenario el camerunés Bertrand Ndongo, autodenominado el negro de Vox, para arengar a los asistentes. Sin duda cumplió su misión a la perfección con los primeros gritos de ¡Viva España! que profirió y que el público, enfervorecido, repetía mientras agitaba sus rojigualdas. Ndongo continuó chillando para celebrar a la Guardia Civil, la Policía Nacional y al Rey, creando un ambiente de militar patriotismo, con objetivo de “despertar” al público.

Las palabras del dirigente fueron acogidas con devoción y, en ese punto, sintiéndose seguro, comenzó su discurso: “Tenemos 24 diputados respirando en la nuca de Sánchez. Imaginaos a Ortega Smith hablando en el Congreso de los Diputados, al coletas (Pablo Iglesias) ¡Zasca!, a Echenique ¡Pumba!, les vamos a dar”, comentaba entre risas y visiblemente orgulloso por los resultados obtenidos en las elecciones generales.

Pero aquello no había hecho más que empezar, Ndongo afirmaba sentirse “muy contento” de estar allí, para luego añadir “aunque dicen que sois muy racistas”, palabras que como un resorte hicieron que la indignación se instalara en la sala. Para defender que en Vox no son xenófobos, la Rockstar de la noche escogió un curioso mensaje basado en atacar a los menores extranjeros no acompañados (MENAS). “Esos no traen nada bueno a España, no quieren estudiar, no quieren trabajar” decía interrumpido por los aplausos y gritos de los jóvenes que suscribían su alegato. Después decidió tirar de ironía y explicó que, “tienen virtudes: pegan a los ancianos, roban y violan”.

El negro de Vox se ha convertido en uno de los hombres fuertes de la formación, su conexión con los jóvenes es innegable y las risas que produce con sus equívocos, imparables. Parece que Vox ha encontrado en Ndongo la manera perfecta de legitimar su mensaje racista.

El turno de los candidatos

Música solemne y sensación de grandeza que solo se interrumpió cuando los presentes entonaron al unísono un grito común: “Puigdemont, a prisión”. Entre vítores, el candidato a alcalde continuó con la retahíla de nombres “traidores a España” y “golpistas”: “Vamos a necesitar cárceles más grandes en España para meterlos a todos”, sentenció.

Posteriormente, el mensaje cambió. Incluso contestó algunas preguntas de asistentes a la convocatoria que se animaron. Una breve pincelada a su programa político en forma de lucha contra los okupas, fin de los chiringuitos, ayudas a la vivienda, creación de empleo y defensa de la vida. Argumentario que provocó que algunos de los asistentes, aburridos por el tono paternalista que empleaba Smith, empezaran a conversar entre ellos. Nada que no arreglase un nuevo “¡Viva España!” para meterse al público en el bolsillo.

La última fue Rocío Monasterio, a la que hubo que esperar cerca de media hora porque estaba finalizando una entrevista. En tono más sosegado, quitó hierro al asunto, reconoció la valía de los “jóvenes que ya no tienen miedo de que los llamen fachas” y finalizó con un “yo he venido aquí a bailar”. Mensaje muy diferente (las horas tampoco acompañaban) al de sus compañeros de partido.

Y lo hicieron. Con Ortega Smith a los platos de la mesa de mezclas, Iván Espinosa de los Monteros y Monasterio se desataron sobre la tarima, se fotografiaron con los fans y cerraron un acto solo para aquellos capaces de defender con la valentía necesaria esa idea de patria ominosa y anticuada revestida de honor.