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Ciudad Rodrigo, la joya amurallada de Salamanca con su propia catedral y un castillo donde puedes dormir

Trinchera en cada conquista, en la frontera con Portugal, las calles de esta villa se recorren hoy sin prisa, con la paz que inspiran su apacible río y su estoico castillo

Ana Díaz

Famosa por custodiar su pasado entre murallas centenarias, Ciudad Rodrigo se alza como un balcón de piedra sobre el río del Águeda, donde la historia y la vida rural se dan la mano. Entre calles empedradas, torres que vigilan el horizonte y accesos a grandiosos monumentos que aún susurran hazañas, esta joya salmantina invita a recorrerla sin prisas. A su alrededor, un paisaje de dehesas, ríos y cielos limpios completa el retrato de un lugar donde el tiempo parece detenerse y donde la naturaleza y el legado humano conviven en armonía. Aquí, cada esquina guarda un relato, cada plato encierra a el sabor de la tierra y cada atardecer regala un instante de silencio que lo dice todo.

Una ciudad forjada por reyes, guerras y el paso del Águeda

Transportarse por primera vez a Ciudad Rodrigo envuelve en una experiencia inigualable, donde el tiempo parece haberse detenido en cada una de sus calles empedradas y sus murallas interminables. El río Águeda, tranquilo, serpentea el castillo compartiendo su ligero sonido, que, entre el frescor de la corriente del agua y el viento que fluye entre los soportales, logra convertirse en una banda sonora perfecta para empezar el viaje.

Sin embargo, para comprender de verdad este lugar, hay que mirar al pasado, recordando que Ciudad Rodrigo no surgió de la noche a la mañana. Primero pasaron por aquí los vetones, luego llegaron los romanos, y más tarde, los reyes leoneses. Fue en 1161 cuando Fernando II de León decidió darle forma a la ciudad, logrando la repoblación de sus tierras, rodeándola con murallas de más de dos kilómetros, siete puertas, y comenzando la construcción de una catedral que acabaría siendo una joya arquitectónica con la combinación de estilos románico, gótico y neoclásico.

Con los años, la historia siguió escribiéndose entre conquistas y reconstrucciones. En el siglo XIV, Enrique II de Castilla recuperó la ciudad de manos portuguesas y decidió levantar de nuevo su castillo, justo al lado del Águeda. A su alrededor crecieron nuevas defensas, y aquel castillo, imponente, vivió otras guerras como la de Sucesión o la de Independencia, acumulando cicatrices que hoy también forman parte de su encanto.

Ya en el siglo XX, el castillo decidió cambiar de rumbo, dejando atrás su papel militar para convertirse en museo regional. En 1931, gracias a una iniciativa local, abrió sus puertas como Parador. Desde entonces, sigue ahí, mirando al río, recordando hazañas pasadas y ofreciendo a los visitantes la posibilidad de dormir entre muros que guardan siglos de historias. “Podemos decir que el Parador supuso el inicio del turismo en Ciudad Rodrigo”, resalta Lucía Miguel del Corral, la directora del Parador de Ciudad Rodrigo.

Entre murallas, pasadizos y leyendas del medievo

Ciudad Rodrigo no se contempla únicamente como una postal medieval detenida en el tiempo, sino que se trata de una ciudad con identidad propia, que ha sabido conservar su legado. Declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1944, esta localidad salmantina, que cuenta con algo menos de 12.000 habitantes, conserva en cada piedra, torre y rincón una parte de la historia del país, y, a su vez, propone una nueva forma de habitar la España interior.

Una parte fundamental de esa revitalización, tanto económica, social como cultural, ha sido lograda gracias al Parador, instalado en el antiguo castillo de Enrique II de Castilla. Este emplazamiento histórico y hospitalario, que como el 70% de los Paradores está situado en un municipio de menos de 35.000 habitantes, "tiene un alto impacto en la generación de empleo, donde prácticamente en su totalidad los trabajadores proceden de la comarca”, cumpliendo en la región de Salamanca un papel clave como dinamizador. "La apertura del Parador en 1931 supuso una gran promoción turística que ha proporcionado riqueza para la localidad y la comarca", apunta Lucía, recordando que "en 2024 se alojaron 12.649 personas, además de unas 6.000 que visitaron la Torre y 15.307 comensales en el restaurante", unas cifras que "confirman la importancia del castillo como uno de los edificios más emblemáticos y visitados de Ciudad Rodrigo."

A pesar de su cometido actual, como alojamiento, su vocación defensiva y su pasado medieval sigue latente. Arcos ojivales, sillería encajada milimétricamente en gruesos muros, bóvedas de crucería y singulares pasadizos tienen la culpa. También armaduras, tapices (como un tapiz flamenco del siglo XVII-XVIII) y luminarias que imitan antiguas antorchas. El viajero aquí, entre todo este atrezzo que resulta original en su mayor parte, tiene la sensación de encontrarse en ese pasado de grandes contiendas e intrigas palaciegas. Una estancia casi teatral, que cobra más dramatismo con las visitas guiadas que ofrece el Parador, por los rincones con más leyenda del castillo, a cargo de un personaje histórico. "Los clientes suelen quedar muy fascinados con las cenas temáticas teatralizadas, son siempre un éxito, algo distinto que nos diferencia de cualquier otro establecimiento", asegura la directora.

Una ruta que atraviesa siglos de memoria

Desde los jardines del Parador, con vistas al río Águeda, es fácil planificar una ruta a pie para descubrir los rincones más prodigiosos de Ciudad Rodrigo. Caminar por sus calles empedradas es pasear entre casonas nobiliarias y templos como la Capilla del Sagrario o la Iglesia de San Agustín. Las murallas medievales que aún abrazan la ciudad, las puertas fortificadas y las torres con vistas panorámicas sobre el terreno salmantino son otros de los puntos que conquistan a quienes se acercan a esta joya.

Muy cerca se alza la Catedral de Santa María de Ciudad Rodrigo, donde románico y gótico conviven como dos tiempos entrelazados, y cuya fachada conserva las huellas de los “cañonazos” durante la Guerra de la Independencia. A pocos pasos, la Plaza Mayor, corazón cívico y social, late con vida propia. El recorrido se completa con el Palacio de los Águila, la Casa de los Vázquez y rincones más insólitos como el Museo del Orinal.

Al atardecer, cuando el cielo se tiñe de naranja y la silueta del Águeda regala una imagen difícil de olvidar, la ciudad se entrega al viajero sin prisas. Allí, con un plato de farinato sobre la mesa de los jardines del Parador, todo cobra sentido.

La Catedral de Santa María de Ciudad Rodrigo, un testimonio del diálogo arquitectónico entre el románico y el gótico. Turismo Castilla y León
La Catedral de Santa María de Ciudad Rodrigo, un testimonio del diálogo arquitectónico entre el románico y el gótico. Turismo Castilla y León

Un cielo que guía y una tierra que responde

La riqueza de Ciudad Rodrigo no se limita a sus muros ni a su pasado monumental, sino que se extiende más allá, con un entorno natural que también forma parte de su identidad y que, año tras año, ofrece nuevas experiencias y actividades que enriquecen su presencia, logrando que el turismo no sea consumo, sino convivencia. A su alrededor se despliega un paisaje de dehesas, ríos, cañones y cielos despejados, que hoy es también parte del relato turístico y económico del municipio. En este sentido, la iniciativa 'Naturaleza para los Sentidos' de Paradores cobra especial protagonismo, con un proyecto que busca ofrecer experiencias sostenibles, conectadas con el ambiente, y que pone en valor tanto el patrimonio natural como el humano. “Hay una colaboración estrecha con muchos proveedores locales para poder desarrollar las experiencias”, explica Lucía Miguel. 

No se trata solo de atraer visitantes, sino de construir un modelo que refuerce la comunidad local y sirva como alternativa real a la despoblación. En Ciudad Rodrigo, este enfoque se traduce en propuestas que miran de cerca el paisaje, lo atraviesan y lo interpretan, pero siempre respetándolo y participando junto a él. Las actividades están diseñadas para disfrutar de una gran variedad natural del terreno, desde un descenso en piragua por el Águeda, descubriendo su flora de ribera y su fauna alada, hasta un paseo guiado por cada uno de sus rincones para conocer la historia natural del río y su relación con el desarrollo de la ciudad. También se pueden encontrar actividades más auténticas, como el rastreo ecológico con perros entrenados, participativos talleres de jabón o las salidas a la Reserva Biológica de Campanarios de Azaba, un espacio clave para la conservación de la biodiversidad.

 La Reserva Biológica de Campanarios de Azaba, un refugio de biodiversidad que resiste a las amenazas que ponen en riesgo este ecosistema único. PARADORES
La Reserva Biológica de Campanarios de Azaba, un refugio de biodiversidad que resiste a las amenazas que ponen en riesgo un ecosistema único. PARADORES

Cuando cae la noche, el cielo se convierte en protagonista. “Con la reforma del Parador se implementaron medidas de ahorro energético y todas las luminarias exteriores se van cambiando para cumplir con la normativa Starlight y no contaminar el cielo”, añade la directora. Y entre tanto, otras experiencias de proximidad completan el viaje, como la posibilidad de observar con telescopios motorizados los astros y objetos del cielo profundo, o un recorrido por el sistema solar a escala de Ciudad Rodrigo, que combina ciencia, mitología y un paseo entre planetas a tamaño real. El Sistema Solar de Ciudad Rodrigo reproduce con precisión las proporciones y distancias del Sol y los planetas, y permite al visitante pasear, a escala, a la velocidad de la luz, de modo que tres minutos es lo que se tarda en recorrer la distancia entre el Sol y Mercurio. Aunque este sistema solar es el décimo en tamaño del mundo, está considerado uno de los más bellos, y el Sol está representado por una esfera artesanal de latón hecha de manos. La iniciativa no solo tiene un fin educativo y divulgativo, sino que refuerza el compromiso de la localidad con el astroturismo, ofreciendo al visitante una forma diferente de descubrir el patrimonio natural bajo uno de los cielos más limpios de la península.

Los paisajes que cautivaron a Unamuno y siguen conquistando viajeros

A 49 kilómetros de Ciudadad Rodrigo, la Peña de Francia se alza como un vigía de piedra sobre la provincia. Allí, a 1.723 metros de altura, el santuario dominico custodia a la Virgen Morena, en el mismo lugar donde, según cuenta la leyenda, Simón Vela encontró esta figura religiosa en una caverna en 1434. La carretera que conduce a la cima serpentea entre pinos y robles, abriendo paso a miradores que parecen balcones suspendidos sobre siglos de historia.

Un poco más allá, a 59 kilómetros, el Santuario de las Batuecas se esconde entre montañas y silencio. Este lugar se trata de un monasterio austero habitado por monjes carmelitas descalzos, que continúan allí con la misma vida eremítica que ya se practicaba en la Edad Media. Un refugio de auténtica calma, donde los jardines, una hermosa iglesia y una tradicional panadería invitan a reconectar con lo esencial. 

Finalmente, otro prestigioso destino a 98 kilómetros de Ciudad Rodrigo se trata del Pozo de los Humos, una auténtica maravilla de la naturaleza que sacude los sentidos con una caída de agua de más de 50 metros. Un espectáculo que impresionó incluso a Unamuno, quien escribió: “La caída de esas aguas es una de las más hermosas que pueden verse en aquellos adustos tajos”. Gracias al texto del escritor, a esta ruta se la conoce como la Senda de Unamuno.

El sabor de la tradición de cada plato

La gastronomía de la zona mantiene vivo el espíritu de los platos de siempre, aquellos de cuchara, sencillos y nacidos de la necesidad, pero llenos de alma, como los judiones, las sopas espesas o los guisos que forman parte de la memoria colectiva. A su lado, las carnes que antes se reservaban para las grandes celebraciones son hoy orgullo en cada mesa. Y, finalmente, en las dehesas charras, entre encinas y silencio, pastan toros bravos y cerdos ibéricos, siendo origen de una calidad que se saborea en cada bocado.

Y si hay un lugar donde ese legado se convierte en experiencia, es el restaurante del Parador. Entre arcadas de piedra y vistas al campo salmantino, el aire medieval se respira y se saborea con huevos tapados con jamón, farinato en distintas formas, pierna de cordero al horno o solomillo de morucha, directo a la parrilla y al recuerdo. “En la carta los clientes pueden degustar muchos productos y recetas de la zona, como el farinato, como producto estrella de la ciudad, que se ofrece en varias versiones”, señala la directora del parador.  Además, el restaurante trabaja con productos de proximidad, como el queso Miróbriga, la carne morucha o los embutidos de Guijuelo. Lucía incluso exhibe esa familiaridad y habla de algunos de los proveedores mencionándolos por su nombre de pila. Allí se sirve "el aceite de Loli de Ahigal de los Aceiteros" o "la miel de Juani de Fuentes de Oñoro". Materia prima de cercanía y de confianza.

parador ciudad rodrigo gastronomia
Secreto ibérico autóctono a la parrilla con peras, boniato y licor de bellota en el Parador de Ciudad Rodrigo. PARADORES