Procés, financiación, amnistía y más procés. Por estos cauces transitó el primer debate de la contienda electoral catalana. En el escenario de RTVE, las formaciones independentistas ensayaron la clásica pinza al PSC, reorientando el grueso de los ataques hacia un Salvador Illa que ya se ve como el principal triunfador el próximo 12 de mayo. Así lo dibuja toda la oferta demoscópica y así se exhibió el líder de los socialistas catalanes en cuanto se abrió la veda de los pactos postelectorales, mientras ERC y Junts -con Josep Rull en el papel de Carles Puigdemont- se mostraban convencidos de arrancar a Moncloa un referéndum pactado.
El primero de los dos debates se celebró en la noche de este pasado martes. RTVE como escenario principal de lo que se convirtió en una trampa para el PSC. Salvador Illa salió airoso, asumiendo el papel de diana de los otros seis candidatos en el plató. Especialmente en términos de pactos postelectorales, amnistía y todo lo relacionado con el procés. El candidato socialista lidió con la ofensiva independentista en plató y asumió el liderazgo en las encuestas con total naturalidad, dejando al resto de fuerzas como potenciales responsables de una Cataluña ingobernable y abocada a la repetición.
No es una sensación nueva. De hecho, en petit comité no son pocas las voces que en absoluto descartan la idea de una segunda cita con las urnas. Los futuribles son complejos, dado que la demoscopia no arroja una mayoría clara ni en la casilla independentista ni en la de un Salvador Illa que toda la oferta sociológica otorga el papel de claro ganador de la contienda. Hay quién en Madrid se hace el remolón ante la posibilidad de que socialistas y republicanos pacten un gobierno de progreso que abandone la agenda procesista, justificándose en la difícil relación entre las cúpulas de sendas fuerzas. Aun después de que el ex ministro de Sanidad no desechase la vía de Junts.
Especulaciones postelectorales mediante, el debate arrancó con una acalorada discusión que orbitaba sobre los servicios públicos. Materia en la que abrió fuego el emisario de Carles Puigdemont en el debate, Josep Rull. El representante de los neoconvergentes buscaba en esos primeros compases mellar en el votante republicano, atribuyendo al actual Govern que encabeza Pere Aragonès de una “desorientación” y “pérdida de credibilidad” que en las encuestas le han colocado en el tercer escalón del podio. El número tres de la papeleta de Junts afeó a los republicanos la “falta de recursos, pero también de liderazgo”. Mientras tanto, el líder de ERC recordaba los tijeretazos de la anterior administración y el histórico de “corrupción” de su partido. Reprobaciones de las que Rull se ha defendido al cargar esa responsabilidad en la factura del tripartito.
Illa se sumó también a la embestida neoconvergente hacia el president, al que la carga una falta de iniciativa que conjuga con la “decepción” que su Ejecutivo ha despertado en los votantes, según esbozaba la candidata de los Comunes, Jéssica Albiach. Aragonès aprovechaba los ataques morados para recordar que el adelanto electoral está en el debe de los progresistas al dejar caer los presupuestos, asegurando que las cuentas de este ejercicio hubieran mejorado el estado de los servicios públicos. Por su parte, Alejandro Fernández (PP) y Carlos Carrizosa (Cs) centralizaban el debate en un Illa “cómplice” de la regresión social en Cataluña.
Todos contra Illa
Tras estos primeros compases de reparto más o menos alícuota de reproches, el socialista centralizó los ataques de los otros seis candidatos en términos de amnistía y modelo territorial. Tanto Esquerra, como Junts y los otros tres partidos de perfil derechista -y ultra- del Parlament (PP, Cs y Vox), auguraban una nueva “cesión” del Gobierno central al independentismo en forma de referéndum pactado. No obstante, la visión de las dos fuerzas soberanistas contrastaba con las intenciones de la derecha catalana, que colgaba de nuevo a Illa el cartel de cómplice del separatismo, dibujándole como un cooperador necesario para que los anhelos procesistas salgan adelante.
Los comunes, por su parte, afeaban a Illa que abriese las puertas de un pacto con los de Carles Puigdemont y tomase una deriva más derechizada. En contraste con las reprobaciones de Alejandro Fernández y Carlos Carrizosa, que le dibujaban como un independentista más. No obstante, el candidato socialista resolvió la papeleta asumiéndose como vencedor de los comicios y anunciando que se presentaría a la investidura, mientras Rull renunciaba a allanar el camino del PSC a la Generalitat y redoblar su apuesta en una administración de perfil soberanista. Entre tanto, Aragonès optaba por esconder las cartas en lo relativo a una posible alianza con Illa, pese a la insistencia de una CUP insertada en una compleja posición.
El papel de la financiación
Superada la parada procesista, el debate viró hacia la financiación, donde el candidato republicano sacaba pecho por su propuesta mientras buscaba la erosión de su homólogo socialista, asegurando que Illa no podría respaldarlo al estar a merced de los “intereses de Moncloa”. En este sentido, aprovechó para cargar contra Junts y acusarles de bajar los impuestos sólo a los “ricos”, entrando de lleno en el debate sobre el impuesto de sucesiones y patrimonio, dejándoles como una formación a la deriva: “Hoy hablan de negociación, antes de confrontación. Tanto saltar de un lado al otro, al final acabarán tropezando”.
El ex ministro de Sanidad ha prometido “decisiones” claras en esta carpeta, amén de ampliar el Aeropuerto del Prat o la prolongación de la B-40. Desde la CUP, por su parte, le han acusado como “negacionista climático”, mientras la líder de los Comunes le urgía a redoblar la apuesta ferroviaria no sólo en Cataluña, sino también desde la cartera de Transportes en Madrid. Illa se enfrentaba también a la ofensiva de Junts a este respecto, afeando a los socialistas catalanes de aceptar el concierto vasco, pero no un eventual régimen catalán.
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