Los guiños constantes que ha hecho Alberto Núñez Feijóo para presidir el PP nacional son comparables al romance inviable que se desarrolla en la película Casablanca. Con el debate sucesorio del presidente del gobierno como telón de fondo, el jefe del ejecutivo gallego mostró su carta de presentación como posible sucesor de Rajoy, en una entrevista con el periodista Jordi Évole. Sin embargo, tras la fase de expansión de la figura de Feijóo, por los medios de comunicación estatales, llegó una moción de censura sobrevenida para el PP.  Primero los desterró del gobierno y después, Mariano Rajoy puso fin a sus 37 años en la política con un "ha llegado el momento de poner punto y final y que el PP siga con el liderazgo de otra persona”.

La derecha comenzaba entonces su particular fiesta de la democracia. Una batalla interna por el liderazgo forzada por los acontecimientos y la necesidad de adaptarse a la nueva política. La fórmula elegida para el proceso fue la elección de un presidente a dos vueltas. Un método pensado para salir del paso. Se legitimaba el nombramiento de un líder incuestionable con más del 50% de los votos, que sería proclamado en un Congreso. Es decir, un procedimiento para refrendar a Alberto Núñez Feijóo. Pero los planes saltaron por los aires cuando el presidente gallego declinó el envite.

En una rueda de prensa, y con un rodeo berlanguiano, Feijóo afirmó aquello de “he alcanzado una conclusión y esta es mi conclusión”. Entre lágrimas, imbuido por el espíritu de Manuel Fraga, Feijóo concluyó que "no puedo fallar a los gallegos, también sería fallarme a mí mismo". Y así, al más puro estilo Rick Blaine en Casablanca, el presidente de la Xunta hizo suyo aquello de “dispénsenme caballeros. Lo de ustedes es la política. Lo mío, dirigir este local”, y se quedó en Galicia.

Pero la llegada de Pablo Casado a la presidencia del PP no cuenta con el beneplácito general del partido. Las elecciones andaluzas supusieron la primera prueba del líder. Su discurso radical y el ensalzamiento de la figura de José María Aznar, preocupa de manera especial a los líderes territoriales. Los críticos con Casado insistían en que tras un posible batacazo en las autonómicas y las próximas municipales, Feijóo se presentaría como salvador del partido.

A pesar de que la suerte electoral desalojó a Susana Díaz del Palacio de San Telmo, el voto de la derecha está cada vez más fragmentado y las fidelidades a la extrema derecha de Vox, todavía pueden pasar factura a Pablo Casado.

En todo caso, el presidente gallego reconoció el día de su renuncia que, si se le hubiera brindado la ocasión de concurrir a la presidencia del PP en 2020, se habría puesto "a disposición del partido". Del mismo modo, también apostilló que "si esta posibilidad se produce en el año 20, soy político, me gusta la política y el mayor honor que puedo tener como militante del PP es presidir el PP en España, pero esto no ocurrió en el año 20".  Lo cierto es que el 2019 abre un intenso ciclo de convocatorias electorales y, solo entonces, veremos si un traspiés provoca la caída de Casado. En estas circunstancias podría ser Feijóo quien haga suya la frase: “Lo mismo que le digo una cosa, le digo la otra”, de la surrealista ‘Airbag’.