El pacto exprés alcanzado por PSOE y Unidas Podemos para gobernar en coalición y la breve referencia del documento inicial al fortalecimiento del autogobierno de Cataluña en el marco de la Constitución no ha gustado a los partidos independentistas que están instalados en la exigencia de la amnistía para los condenados por el Tribunal Supremo y en el diálogo sobre la autodeterminación. El párrafo del preacuerdo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias está muy lejos de su horizonte. Vilaweb, el digital que actúa de oráculo para muchos independentistas, califica el acuerdo para un gobierno de progreso como “la última defensa de España”.

La CUP no va al Congreso para apoyar a nadie sino para estorbar cualquier acuerdo, a partir de la idea de que la independencia no se ganará en Madrid sino cortando calles y autopistas. JxCat no ha demostrado ningún interés durante la campaña en ofrecer sus votos para ningún gobierno de Pedro Sánchez, defendiendo una posición maximalista de autodeterminación o nada. ERC siempre ha mantenido los puentes con los socialistas, de forma discreta, mientras en sus mítines aseguraba que con “este Sánchez no hay nada que hablar”. Sin embargo, los resultados electorales podrían hacer dudar a los republicanos de la vía moderada, porque quedaron primeros en Cataluña pero retrocedieron dos diputados mientras sus socios radicales de la CUP y JxCat ganaron dos y uno, respectivamente.

La primera reacción de los tres partidos al preacuerdo de coalición de izquierdas ha sido negativa. Por la mañana, participaron en la performance parlamentaria en la que votaron otra vez el ejercicio de la autodeterminación sabiendo que el acuerdo sería un nuevo brindis al sol y a primera hora de la tarde criticaron el pacto Sánchez-Iglesias por responder “al marco mental del 155”, según expresión de la diputada de JxCat, Laura Borrás. Este Sánchez (el que no descuelga el teléfono a Torra y empuja a los Mossos contra los protagonistas de los altercados) no gusta y ahora, Iglesias, tampoco porque se ha olvidado del referéndum. 

La referencia al diálogo “dentro de la Constitución” constituye un gran obstáculo para obtener el apoyo de los grupos independentistas. Llevan años denostando los límites del ordenamiento jurídico vigente como fórmula para resolver el conflicto político catalán, aunque aceptaron una expresión de este tipo en el famoso documento de Pedralbes porque aprovechando la supuesta vaguedad de la misma pudieron insinuar que se podría tratar del derecho a la autodeterminación. La concreción actual deja claro que se trata discutir a partir de la carta magna, lo que deja menos margen a la especulación porque son muy pocas las voces que defienden que en su articulado tiene cabida el ejercicio de dicho derecho.

La otra expresión que contradice frontalmente el discurso independentista es la de recuperar la convivencia en Cataluña. Para los soberanistas no existe ninguna ruptura social en el país y cualquier afirmación de este tipo es señalada como “unionista y antidemocrática”. Pero además de lo que dice el documento firmado por Sánchez e Iglesias hay que considerar lo que no dice, la hipotética amnistía para los dirigentes condenados. Esta exigencia se ha convertido en eslogan compartido por los partidos independentistas y las entidades cívicas ANC y Òmnium. La renuncia a esta reivindicación se antoja muy complicada para cualquier dirigente de ERC y JxCat.

La actitud frente a la propuesta de un gobierno de coalición de izquierdas que ofrece diálogo pero no ruptura constitucional servirá para conocer realmente la predisposición de ERC a alejarse del inmovilismo radical de JxCat y la CUP, a optar definitivamente por la moderación y la gobernabilidad de España, a sabiendas que este paso podría tener un coste electoral y la reprobación de los sectores radicales del independentismo. En los últimos días de la reciente campaña, algunas asambleas locales de la ANC pedían el voto solamente para JxCat y la CUP. Parece llegada la hora para el paso delante de los republicanos, aunque habrá que esperar al mensaje que emita Oriol Jonqueras desde la cárcel. La oposición de Carles Puigdemont y Quim Torra al pacto PSOE-Podemos está cantada