Vilamalla es un pequeño municipio de la comarca del Alto Ampurdán en la provincia de Gerona, una zona con alta influencia del nacionalismo y el independentismo catalán. De hecho, la localidad que en 2021 contaba con 1.154 habitantes, tiene a su frente a un alcalde independentista de JuntsxCat, Carlos Álvarez, desde hace 15 años, aunque ha habido otras corporaciones de signo nacionalista con otros regidores desde la llegada de la democracia, en ocasiones, con mayorías absolutas. Sorprenden los resultados de las elecciones autonómicas catalanas del 14-F de 2021. En este fortísimo bastión electoral del nacionalismo -los ediles independentistas suman los 9 concejales de la Corporación, sin ningún concejal en la oposición-, Vox no solo venció siendo la fuerza más votada por su población, sino que ostenta el puesto de municipio catalán con mayor respaldo a la formación de Santiago Abascal.

Aunque con esos antecedentes y realidad política parezca increíble, Vox fue la fuerza más votada en esas elecciones, precisamente de carácter autonómico, algo que no agradó ni a su actual regidor nacionalista ni a sectores de la población. ElPlural.com ha visitado este pueblo y ha podido comprobar en la calle como este resultado sorprendente no fue del agrado ni del alcalde y equipo de Gobierno nacionalista ni de sectores de la población. Ese resultado victorioso del partido de extrema derecha fue visto como un borrón en la “trayectoria nacionalista” del pueblo y todavía supura la herida.

Los cuatro partidos independentistas juntos obtuvieron solo 200 votos

Carles, un vecino que encontramos en la pequeña plaza del Ayuntamiento, atribuye aquel fracaso de los independentistas –ideología con la que él se identifica- al hecho de que la derecha fue a votar “toda y unida” y tanto los votantes del PP como de Ciudadanos decidieron hacerlo por el partido de Santiago Abascal. Cree que los suyos se confiaron y no fueron a las urnas. Lo cierto es que casi la mitad del censo se abstuvo y “pasó de las urnas”. En el escrutinio final, 102 electores cogieron la papeleta de Vox (22,3% de los votos) mientras que Ciudadanos pasó de los 291 votos de los anteriores comicios regionales a solo 36. El PSC creció algo al pasar de 53 a 64 papeletas. Sin embargo, los partidos independentistas, todos juntos, (Jxcat, ERC, CUP y PDeCat) solo consiguieron 200 votos. Al partido del actual regidor, Jxcat, solo le votaron 87 electores.

En una tienda de la localidad, su dependiente no quiere hablar del tema y pone cara de enojo al ser preguntado por la cuestión. “La política está muy movida en Cataluña y eso hizo que la derecha se uniese y los nacionalistas se durmiesen”. Otro vecino, más joven y que vive en la zona residencial del Pont del Príncep, cree que el resultado vino motivado en parte por el mal ejemplo de los partidos tradicionales tanto en España como en Cataluña y, por otro lado, por lo que él considera una amenaza, la inmigración irregular.

Vilamalla. Juan Luis Valenzuela

Desde el ámbito nacionalista cabe recordar que el actual alcalde, Carlos Álvarez, dijo tras conocer sus malos resultados que la victoria de Vox fue un hecho “sorprendente”. Al mismo tiempo intentó justificarlo ya que había sido “gente que votaba partidos españolistas” pero que en esta ocasión “había ido más allá”

De “paraíso independentista” a “bastión españolista”

Y es que ahí está la clave sociológica de que un “paraíso independentista” se convirtiese, al menos por un día, en un “bastión españolista” y de la ultraderecha. La proximidad con la capital del Alto Ampurdán, Figueras, a solo 6 kilómetros, así como la existencia de una red importante de vías de comunicación (a 28 kilómetros de la frontera francesa y a 38 de Girona) ha hecho posible la instalación de numerosas industrias, creándose polígonos industriales, fundamentales en el fuerte auge de su economía. Ello ha llevado a que numerosas personas de otras zonas colindantes hayan elegido Vilamalla como sitio para invertir o como lugar para residir.

Un urbanismo que denota la división política

Esa fisonomía se muestra en la morfología actual de la ciudad que se aprecia nada más entrar desde la carretera nacional que lleva a Barcelona. Dos espacios clara y socialmente diferenciados. En la localidad coexisten una zona residencial, Pont del Príncipe, de coquetos adosados y chalets cercanos al boyante polígono con el mismo nombre, junto al centro del municipio habitado por aproximadamente 300 vecinos, los de “Villamalla de toda la vida”.  Ese auge económico iniciado en los 80 ha posibilitado la existencia de un núcleo importante de población joven que continúa, a día de hoy, incrementándose. Tal vez ahí, en los chalets, pero también en una población sumida en el hartazgo de lo que en términos de crispación, frustración y futilidad política ha significado el procés soberanista, resida la clave de que un feudo “indepen” pasara a ser, al menos en esos comicios, un paraíso de los ultraderechistas.