José Luis Bayo no es un dirigente del PP al uso. No ostenta cargos públicos, no figura en los organigramas de poder, pero ha vuelto a colocarse en el foco nacional con un mensaje claro: el Partido Popular necesita una regeneración urgente. Desde su posición de militante de base y portavoz de la plataforma Iniciativa Regeneración del PP, Bayo ha anunciado su candidatura al Congreso Nacional que celebrará el partido del 4 al 6 de julio, en el que Alberto Núñez Feijóo parte como claro favorito para renovar su liderazgo.
Lejos de disputarle el poder desde una posición interna de fuerza, Bayo representa la disidencia, una corriente que, sin ser estructurada, pone el acento en la desconexión entre la dirección del PP y sus bases. Y su crítica no solo apunta a la cúpula de Génova, sino que tiene un blanco prioritario: Carlos Mazón, presidente del PP en la Comunidad Valenciana y de la Generalitat.
Desde hace años, la confrontación entre Bayo y Mazón ha sido constante. El valenciano no ha dudado en acusar a Mazón de haber roto el partido regional, de gobernar con criterios personalistas y de haber entregado espacios de poder a herederos políticos de Francisco Camps. “El PP valenciano es un polvorín”, llegó a declarar, instando incluso a Génova a forzar su relevo. Acusó al presidente de haber perdido el control político tras la crisis de la DANA y de estar más preocupado por su supervivencia interna que por el proyecto colectivo. “Mazón está muerto políticamente”, sentenció en una de sus declaraciones más sonadas.
“Un militante, un voto”
Esa crítica frontal al barón autonómico contrasta con la actitud habitual de silencio o disciplina orgánica que impera en el PP. Mientras otros dirigentes prefieren los pasillos o las reuniones discretas, Bayo alza la voz en público. Y en esa actitud encuentra sentido su nueva candidatura: denunciar un modelo de partido donde las decisiones bajan de arriba hacia abajo y donde, a su juicio, la militancia ha quedado reducida a mero espectador.
Su propuesta se resume en una fórmula: “Un militante, un voto”. Reclama que el sistema de doble vuelta que aún rige en los congresos del PP —primero vota la militancia, luego los compromisarios— se mantenga, ante los intentos de la dirección de suprimirlo. “El objetivo es que los afiliados tengan voz y voto en las estructuras del partido”, ha declarado a las puertas de la sede de Génova.
Bayo ya intentó liderar el partido en 2018, cuando se celebró el congreso tras la dimisión de Rajoy. Entonces se presentó con un discurso similar: regeneración, transparencia, y más peso para las bases. Aunque reunió más de 300 avales, solo 42 fueron validados por el comité organizador. La experiencia se repitió en 2022, cuando quiso competir por la presidencia del PP valenciano contra Mazón. De nuevo, los avales no fueron suficientes. En ambos casos, denunció la falta de juego limpio interno.
Ahora, su objetivo vuelve a ser reunir los 100 avales válidos que exige el reglamento antes del 28 de mayo. Aunque es difícil que lo logre, su movimiento tiene un valor simbólico: el de activar un debate interno que el PP ha intentado cerrar bajo el liderazgo de Feijóo y sus antecesores. Porque más allá de las cifras o del resultado, su candidatura señala lo que muchos en el partido callan: que el modelo actual privilegia a los que ya estuvieron, que se reciclan los mismos nombres y que la base militante ha perdido peso político.
“Hay una generación que ya ha tenido la oportunidad de presentarse a las elecciones”, dice Bayo. Y añade: “Hay que acordarse de la savia nueva, no solo promocionar a los que han tenido responsabilidades en gobiernos anteriores y en el partido”. Con este discurso, busca conectar con un sector de afiliados que se siente alejado de las decisiones de la cúpula y que ve en Feijóo una figura demasiado integrada en los equilibrios de poder tradicionales del partido.
La tensión soterrada entre las bases del PP y Génova
Las ideas de Bayo van más allá del método de votación. Propone también listas abiertas, limitación de mandatos, rendición de cuentas de los cargos y consultas internas a la militancia sobre cuestiones estratégicas. En resumen: romper la lógica piramidal del PP y abrir la organización hacia un funcionamiento más participativo.
Estas propuestas, sin embargo, chocan con la voluntad de la dirección. Feijóo y su equipo han planteado revisar el sistema de primarias para eliminar la primera votación de la militancia. En ese contexto, la figura de Bayo actúa como revulsivo, aunque no tenga fuerza orgánica para disputar el liderazgo. Es una señal de alarma que advierte de los riesgos de recentralizar el poder y de cerrar el partido sobre sí mismo.
¿Tiene posibilidades reales de ser proclamado candidato? Lo cierto es que no. Pero su presencia incomoda, obliga a hablar de democracia interna y a mirar más allá del consenso oficial. En un partido que ha pasado por fuertes convulsiones —de Rajoy a Casado, y de Casado a Feijóo—, Bayo insiste en que la regeneración pendiente no es solo estética o estratégica, sino estructural.
Su insistencia en presentarse, pese a no haber superado los cortes en el pasado, le ha valido el apodo de “precandidato crónico”. Pero él reivindica su papel: el de no dejar que se imponga el silencio. “Este partido no puede vivir solo de los aplausos a los líderes. Necesita recuperar el pulso de la calle”, sentencia.