El virus ya no contagia. Esa es la sensación que traslada Pablo Casado. Si el presidente del PP no tuviera esa íntima convicción, no negaría su apoyo a la prórroga del estado de alarma que el Gobierno propone este miércoles al Congreso. Así pues, podemos estar tranquilos, aunque nos sintamos bastante cabreados por haber pasado casi dos meses encerrados sin tanta necesidad. Y siguiendo el guion que parece tener escrito la derecha, con un Presidente Sánchez desfondado cabría plantear un nuevo escenario, en el que el Gobierno de coalición sobraría por su atrevida gestión de la pandemia. 

Si nos pusiéramos en el escenario de una moción de censura, se erigiría entonces el líder del PP como alternativa de gobierno. Su segundo en el partido, Teodoro García Egea (campeón mundial en 2008 en el noble deporte de tirar el hueso de aceituna más lejos que nadie) presenta a Casado como el plan B. Ese plan alternativo que Sánchez asegura no tener, si fracasa su intento de prolongar el confinamiento.

En ese supuesto, ¿quien apoyaría a Pablo Casado? Es de suponer que sus socios de VOX, que así llegarían a codirigir el país al igual que lo han hecho, más o menos de tapadillo, en algunas comunidades autónomas.

¿Y Ciudadanos? Aquí veríamos si su nueva actitud de recuperar un espacio de centro, que su ex presidente, Albert Rivera, dinamitó, en un intento de tomar distancia de la derecha dura, por lo que pagó un alto precio.

¿Y si hablamos de otros grupos? Resultaría cuanto menos sarcástico que los independentistas lo respaldaran. Así las cosas y dejando los mínimos apoyos de pequeños partidos o foros con escasa representación, no da la impresión de que Casado consiguiera los apoyos necesarios para que su candidatura saliera adelante.

Así que, nos encontramos hoy por hoy con el político del PP que no hace ni deja hacer. Todo esto sería una anécdota si no fuera porque existe una enfermedad muy desconocida, que ha causado millares de muertos y que los expertos no saben bien como seguirá desarrollándose.

Incluso se ignora qué consecuencias tendrá el regreso gradual a la normalidad, de qué manera nos veremos afectados y a quienes atacará nuevamente el Covid19.

Vale que la desescalada prevista por el Gobierno debería haber sido más consensuada con las Comunidades Autónomas, para aliviar la vida a los ciudadanos más próximos y estrechar lazos de trabajo en equipo, pero hay que apuntar que algunas comunidades tampoco dan facilidades. Un claro ejemplo es la presidenta de Madrid que rechaza un acuerdo presupuestario para la Comunidad, diciendo que no pacta con el “desastre.” ¿Quién debe ser el desastre? El Gobierno de coalición. El president de Catalunya tampoco le va a la zaga porque cada día imagina un nuevo agravio.

Así las cosas y antes de emprender un camino peligroso, Pablo Casado debería tener bien pensado qué votará su partido hoy en el Congreso de Diputados.