Si aún el acuerdo está lejos, la paz a la izquierda del PSOE adquiere la forma de un animal mitológico. O no. Sumar y Podemos no solo profundizan en sus trincheras particulares, sino que elevan el clima de hostilidad en este espacio. Las diferencias son siderales y nadie da su brazo a torcer, mientras el tiempo avanza inexorable hacia la campaña electoral para el 28 de mayo. Momento clave para una izquierda fracturada, que repite errores y potencia un ruido que desmotiva y desmoviliza al electorado ante la cita con las urnas. Hay quien aboga por rebajar el tono y eludir el constante cuerpo a cuerpo a luz y taquígrafos. Bandera blanca pasajera que marcaría el inicio de una suerte de guerra fría entre las dos formaciones. Una nueva etapa, misma tensión, pero enmascarada tras una paz impostada hasta, por lo menos, el mes de junio.

Los comicios municipales y autonómicos son cruciales para los morados, máxime en los márgenes de una negociación a futuro con Sumar. Sin el músculo de antaño, el partido que comanda Ione Belarra perdería potencial e influencia para exigir a Díaz cualquier posición de privilegio en la conformación de candidaturas. Este motivo empuja a que resortes del partido clamen por una rebaja del tono en el corto plazo. Mantener las tiranteces en plena campaña electoral no hace sino limitar las aspiraciones del espacio en el que ambas han de seguir cohabitando. “Nunca quisimos esta situación”, explican en el entorno de la vicepresidenta de Trabajo.

El fuego amigo no beneficia a nadie en la izquierda. Así lo han hecho saber entre las alianzas de la propia Yolanda Díaz e incluso desde el socio mayoritario de la coalición. En privado, dirigentes socialistas asumen que un escenario con dos fuerzas a su izquierda cercenaría las opciones de reeditar el Gobierno, acercando, en paralelo, al PP y a Vox a La Moncloa. Podemos y Sumar están condenados a entenderse por la supervivencia del espacio contiguo. “Con la derecha y la ultraderecha agrupada en dos opciones, la izquierda tiene que ir en un mismo rol”, resumen en las altas instancias del PSOE.

Por ello, no es de extrañar que incluso el presidente del Gobierno apele al armisticio. Sánchez verbalizó este sentir en público, llamando a ambas formaciones a que encajen “todas las piezas del puzle”. Lo que se traduce en un alto al fuego que desemboque en un acuerdo para confluir bajo unas mismas siglas en las generales de diciembre. De hecho, en el Ejecutivo reivindican que todos los cambios sociales en la legislatura tienen como denominador común la “unidad de la izquierda”. Sin ella, argumentan, no habría sido posible revertir los tijeretazos sociales de la era Mariano Rajoy. Toque de atención disfrazado de metáfora para que el bien común se imponga frente a las fobias personales.

Voluntad de acuerdo

Lo cierto es que los dardos aún sobrevuelan el espacio aéreo a la izquierda del PSOE. La vicepresidenta segunda del Gobierno entró como un Miura en el enésimo tirón de orejas de Podemos, que auguraba un “fracaso” de Sumar de no contar con el motor morado para su proyecto. Díaz lo negó, lo que motivó a sus potenciales aliados a que le acusaran de desdeñar la unidad y dejarse llevar por “voces” de la “progresía mediática” o de “entornos del PSOE”.

Las partes coinciden en un punto: el acuerdo es de imperiosa necesidad. También convergen en exhibir mediáticamente su voluntad inequívoca a alcanzar ese pacto. Sin embargo, pasan los días y ni se percibe en el horizonte. Nubarrones de desconfianza mutua eclipsan tal predisposición, mientras de entre la maraña de problemas emerge uno nuevo: la campaña electoral. Punto clave del momento presente, máxime si ya se empieza a asumir -con matices- que el exceso de decibelios es perjudicial para la salud de la izquierda. ¿Qué hará Yolanda Díaz?

Campaña bicéfala

La vicepresidenta segunda ya deslizó la pasada semana, tras la puesta a punto de su proyecto en el Magariños, que hará cuanto esté en su mano en la campaña. No obstante, existe el inconveniente de que en algunos territorios, como Madrid o Valencia, fuerzas del paraguas de Sumar confrontan con Podemos e incluso Izquierda Unida, que ya puso a disposición de Díaz la implantación de la longeva formación.

Ayudaremos en la medida de nuestras posibilidades”, explicó Díaz ante las cámaras de TVE la pasada semana. Desde el entorno de la vicepresidenta segunda despachan del mismo modo, aunque dejan a la vista que aún no existe una estrategia predefinida. “No hay sitios concretos definidos”, resumen a este periódico fuentes de Sumar. Esa ayuda sujeta a las posibilidades de Sumar es a día de hoy una incógnita que se verá forzada a despejarse con relativa prontitud.

La complejidad del boceto territorial obliga a la prudencia en la sala de máquinas de Sumar. Este pasado martes, Podemos e Izquierda Unida alcanzaron un acuerdo para concurrir juntos en la Comunidad Valenciana, después de haber sellado pactos en una mayoría de autonomías; con excepciones como la del Principado de Asturias, donde los morados están a merced de una guerra interna que abrió la puerta a un pacto entre IU y Más País.

No obstante, en territorios como la Comunidad de Madrid o la propia autonomía valenciana, el 28 de mayo competirán Compromís y Más Madrid con los morados e Izquierda Unida. Todas ellas, a excepción de Podemos, están bajo el amparo de Yolanda Díaz, que trabaja con la vista puesta en el próximo mes de junio en los últimos detalles que definan el “proyecto de país” que defenderá Sumar.

Díaz se encamina hacia un ejercicio de equilibrismo sin parangón, sobre una cuerda floja que carece de red de protección. La vicepresidenta segunda tendrá que medir bien sus próximos pasos, incluso los guiños que pueda dedicarle a sus aliados, máxime si se circunscriben a los territorios donde confrontan con Podemos. De ello depende la longevidad de esta guerra fría. Todo halago y presencia en según qué municipios o territorios se podría interpretar en el lado morado como una nueva declaración de guerra.