Este miércoles Santiago Abascal fue expulsado de la manifestación convocada por las principales asociaciones agrícolas del país frente al Ministerio de Agricultura de Madrid. La reivindicación resonó en el corazón de la ciudad, pidiendo a los gobernantes que implantaran medidas efectivas para acabar con los bajos precios a los que se venden sus productos.

La extrema derecha, sin ser invitada, no dudó en asistir y tratar de copar el protagonismo informativo, tal y como denunció en declaraciones a ElPlural.com el secretario general de UPA (Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos), Lorenzo Ramos: “Han aprovechado para mostrarse apoyando al campo español en una organización en la que no había mucha gente pero sí muchos medios de televisión. Los ánimos están muy caldeados”.

Sin embargo, Vox, fuera de asumir que se habían autoinvitado a la cita, resignarse y disculparse, convirtió sus redes sociales en un campo en el que cargar contra los medios que informaban de lo sucedido y desprestigiar a aquellos manifestantes que les habían pedido que no politizasen su causa.

“Algunos medios han manipulado de forma asquerosa nuestra presencia en la manifestación. Probablemente ellos mismos han enviado a un par de subvencionados a dar alaridos para tratar de apropiarse de la voz del campo”, expuso Santiago Abascal en su perfil oficial de Twitter.

Avivando la llama y el cabreo de buen parte de los agricultores que están pidiendo que se dignifique su trabajo, el líder ultra los calificó como “subvencionados”. Por supuesto, este apelativo ha sido duramente criticado, recordando al dirigente sus sueldos públicos en los chiringuitos en los que fue colocado por Esperanza Aguirre.

El ‘subvencionado’ Abascal

Santiago Abascal se afilió al Partido Popular en 1996, al cumplir 18 años, momento en el que también entró en el Comité Provincial del PP en Álava. 3 años después ya formaba parte del Comité Ejecutivo Provincial del PP en Álava. Fue ascendiendo en la carrera pública de tal manera que, desde 1999 a 2014 el actual líder de Vox ha ganado dinero del erario gracias a sus cargos electos y/o institucionales en diferentes administraciones.

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Fue en 2010 cuando Abascal recaló bajo el regazo de Esperanza Aguirre. En un movimiento sorpresivo en la ideología liberal, que ambos defienden a ultranza, el de Vox fue nombrado a dedo por Aguirre para dirigir la “Agencia de Protección de Datos de la Comunidad de Madrid”, puesto de trabajo que le permitió embolsarse alrededor de 247.000 euros distribuidos cómodamente en anualidades. Dos años después, la Comunidad eliminó la Agencia echando a 22 trabajadores. Santiago Abascal encontró nuevo destino.

En abril de 2013 fue nombrado director gerente de la “Fundación para el Mecenazgo y el Patrocinio Social”, pasando a cobrar la cantidad anual de 82.491,80 €, a los que se podrían añadir otros 11.363,20 € en concepto de productividad variable por objetivos.  

Y es que, según informa Los Genoveses, Santiago Abascal Jr. cobró del contribuyente, entre 1999-2013, cerca de medio millón de euros antes de impuestos. 

Entre cargos orgánicos y 'dedazos' de su madrina política, el actual líder de la extrema derecha española ha ido colocándose siempre en la esfera pública, aunque para ello tuviera que cobrar un sueldo de 5.000 euros mensuales del Consejo Nacional de Resistencia Iraní, grupo opositor vinculado a una organización que figuró como terrorista y a la que se le imputan más de 10.000 asesinatos. Y es que, los montantes que ha ganado Abascal como político no han sido nada desdeñables, engordando en las últimas fechas desde que coló sus ideales en el Congreso de los Diputados.

¿Y fuera de la vida pública? Pérdidas


Únicamente tuvo un periplo en el sector privado que no fue muy fructífero. Tal y como reveló en exclusiva ElPlural.comel bar del que presumía en televisión el dirigente cerró el ejercicio económico de 2007 con un tímido saldo positivo de 4.659 euros. Nada que ver con lo ocurrido en 2008, cuando las pérdidas alcanzaron los 131.129 euros. La situación supuso un varapalo de tal envergadura que Heineken Urban Concept, garito del que hacía gala el dirigente, no pudo pagar a buena parte de sus trabajadoras.