El 15 de junio es la fecha marcada en rojo en el calendario político. Las elecciones municipales, autonómicas y europeas del pasado 26 de mayo se convirtieron en una segunda vuelta de los comicios generales. La derecha sabe de la importancia de hacer valer el imperio de las urnas y derrocar a la izquierda en aquellos lugares en los que la aritmética se lo permita.

Sin embargo, el tira y afloja que se está librando en el bloque de la derecha está complicando el entendimiento. Las reuniones ya han empezado a sucederse, sin mucho tino en lo que a desbloquear el panorama se refiere. La suma es la única fórmula, todos lo saben y tratan de limar la forma predilecta de cada una de las secciones para acallar a los críticos, externos e internos, que empiezan a levantar la voz.

Los de Rivera abogan por el pacto a la andaluza: firmas populares y naranjas, votos de Vox. Pero la extrema derecha está cansada de ceder. Andalucía fue su puesta de largo, su primera gran decisión y los pilló desprovistos de iniciativa. Ahora las urnas han consolidado a una estructura menor en votos pero igual de trascendental que sus homólogas para obtener la llave de la gobernabilidad.

De ahí que el equipo de pactos de los ultras, comandado por Iván Espinosa de los Monteros, recién nombrado portavoz en el Congreso, esté maniobrando para dejar entre la espada y la pared a aquellos que dificultan su mayor peso ejecutivo. La iniciativa que suena con fuerza en las últimas horas es, paradójicamente, ceder todo el poder al Partido Popular. Que ellos gobiernen en solitario, con sus cargos propios, y ampararlos con el voto a favor de Vox y Ciudadanos.

Parece contradictorio, pero los ultras saben que la batalla, además de librarse en los despachos, también se juega de cara al público. Quedar por detrás de Ciudadanos no está sobre la mesa, si se ha de caer que sea arrastrando a aquellos que se niegan a compartir despacho. Así se le ha notificado ya a todas aquellas delegaciones en las que la situación requiera de los cargos propios.

Así las cosas, Rivera y su núcleo fuerte han de decidir de forma rápida qué hacer. Mantener las espadas alzadas y enquistar aún más la situación, escuchar a su militancia y otorgar poder al PSOE en algunos lugares o perder, de forma irremediable, una red de poder estructural en muchos municipios, diputaciones y autonomías por el desdén recíproco con la extrema derecha.

Mientras tanto, el Partido Popular trata de ejercer como “nexo”, como punto de encuentro entre el resto de fuerzas que comparten medidas concretas a la par que reniegan, en contenido y forma, del ideario global de sus socios. El entendimiento se presenta como condición sine qua non será posible conseguir el objetivo. Por el momento, PP, Cs y Vox se reúnen por separado y tratan de hacer prevalecer su firma por encima de la del contrario.