Cuando Patxi Zabaleta (Leiza, Navarra, 1947) hace una propuesta política, el tiempo no suele darle la razón hasta pasados unos años. Hasta entonces, el camino no se lo ponen fácil, como él mismo reconoce a ElPlural.

Le ocurrió cuando propuso que ETA tenía que abandonar la lucha armada; es decir, dejar de matar, sin eufemismos. Han pasado muchos años hasta llegar a ese punto y él ha sido tildado de revisionista, tibio y alguna lindeza peor en los ámbitos más cercanos a la banda terrorista, sin que por eso encontrara el apoyo del otro lado, el de los que entendían su mensaje pero preferían no reconocerle ningún protagonismo porque, al fin y al cabo, Zabaleta es uno de los padres de la izquierda abertzale, de los defensores de la independencia de Euskadi, tal vez desde una visión menos arraigada en postulados clericales.

A ese envite le siguió lo subsiguiente: si ETA debía disolverse o no. Su opinión era hace cinco años que la banda no debía disolverse mientras hubiese un preso en la cárcel, pero debía convertirse en una organización civil. Y cuenta por qué; lo dijo entonces, y no se le hizo caso, por eso se duele ahora de las consecuencias.

También tuvo que atravesar su camino del desierto cuando, desde una Navarra que ve como parte de Euskadi, reclamaba la unión de la izquierda abertzale. Lo hizo separándose de los herederos del PNV en Navarra y de los independientes de prestigio integrados en Geroa Bai, coalición que calificaba de “caballo de Troya” del nacionales peneuvista. A fines del pasado año, su partido, Aralar, terminó integrándose en el magma dispar que ahora dirige Arnaldo Otegui y se llama Euskal Herria Bildu, EH Bildu para los amigos. Pero el Bildu actual, tal como está concebido, le parece el final del camino. Tiene sus razones.

Que el nacionalismo sea plural

Por si era poco, en sus declaraciones a ElPlural habla de la necesidad de que el nacionalismo sea eso, plural, y sólo cita dos tipos de nacionalismo: el del PNV, de centro derecha, y otro de centro-izquierda al que no pone nombre. Deja abierta la sospecha de que ese es el horizonte político que, a su entender, debe buscar la izquierda abertzale: en Euskadi no hay otra izquierda nacionalista, más de centro o menos, que se sepa.

No va a ser fácil ese desplazamiento desde la extrema izquierda social y política de Bildu, LAB y a ratos ELA hasta un espacio de centro izquierda. Es cierto que ese escenario de proximidad entre los dos nacionalismos vascos explicaría y justificaría muchos de las pasos que unos y otros dan juntos y por separado en la política vasca o en la española; acuerdos como el del borrador de Estatuto de Autonomía (o Autogobierno como les gusta decir), la financiación de estudios sin valor efectivo posterior o el aplazamiento hasta después de las elecciones municipales y autonómicas de un debate estatutario en el que el Parlamento lleva invertidos casi dos años infructuosamente; o la coincidencia de postura a favor de la moción de censura presentada por el PSOE contra el gobierno del Partido Popular, aunque unos y otros nacionalistas tuviesen motivaciones diferentes.

Esta nueva y sutil propuesta de Zabaleta defiende la democracia interna, ahora que habita en el seno de Bildu. Pocos se atreven a hacer públicas sus diferencias con la imagen de hormigón que da la izquierda abertzale en público. Cuanto más cerrada esté esa ventana, más difícil lo tendrán Patxi Zabaleta y la cultura del debate abierto, que siempre acostumbra a una convivencia mejor, y eso también tardará más en llegar a las calles de Euskadi, aunque a ETA ya no se la vea.

Pero Zabaleta, como siempre, juega fuerte, aunque hable despacio y juegue con estrategia de largo plazo y pasos cortos. Nunca le ha faltado el respeto de gente que también miraba hacia el futuro por encima del ruido cercano, porque detrás del terrible pasado también vendría el futuro.

Que la suerte nos acompañe.

Patxi Zabaleta Zabaleta es licenciado en Derecho y en Filosofía.  Abogado en ejercicio y escritor, u trayectoria política le ha llevado hasta EH Bildu después de ser miembro de EAS/EHAS, Herri Batasuna y, finalmente, presidente de Aralar. Ha sido concejal del Ayuntamiento de Pamplona y parlamentario en el Parlamento de Navarra dentro de la coalición electoral Nafarroa Bai.