Este domingo se cumple un año del ascenso de Pablo Casado a la presidencia del Partido Popular. Nuevo rumbo popular después de que el PSOE impulsara una moción de censura a Mariano Rajoy y, especialmente, a la corrupción de una estructura judicializada por sobornos y todo tipo de ominosos cobros en el marco de la trama Gürtel.

La batalla estuvo servida. Soraya Sáenz de Santamaría -defensora del legado de su predecesor- frente a María Dolores de Cospedal. Nadie imaginaba entonces que la segunda acabaría apartándose para que, a fin de que los votos no se dividieran, fuera Pablo Casado quien saliera vencedor de un proceso interno que ni las encuestas ni los analistas fueron capaces de predecir.

Ha querido la casualidad que el aniversario del nuevo inquilino del despacho principal de Génova le recuerde a su puesta de largo. Entonces cogía las riendas de una formación que acababa de sufrir la primera moción de censura de la democracia española. 365 días después, Pablo Casado puede estar a las puertas de la consumación de un nuevo fracaso: peores resultados de su historia, coalición de izquierdas y rivales que luchan por arrebatarle el cetro de partido líder de la oposición.

Casado no tendrá, como Rajoy, que abandonar cabizbajo y visiblemente contrariado el hemiciclo por el rechazo de la Cámara. Pero sí que observará, siempre que el baile de puestos y nombres no vuelva a jugar en contra de los intereses de la izquierda, a su homólogo consumar la victoria.

El viaje no ha sido sencillo. Si bien Mariano Rajoy consiguió imponer un mensaje más sosegado en la convención realizada en 2008, frente a una María San Gil que abandonó por no estar de acuerdo con el rumbo popular, Casado ha protagonizado el viaje inverso. Fichajes como Adolfo Suárez Illana o Cayetana Álvarez de Toledo, además del tono empleado en campaña (“felón”, “golpista”, “traidor”, “mediocre”…), han evidenciado esa derechización.

Sin embargo, con la fuerte irrupción de Vox y el ascenso de Ciudadanos, defender los intereses del PP no ha sido nada fácil. Mantuvo el segundo puesto, pero el coste fue inmenso: 71 escaños menos y un agujero de 5 millones de euros de deuda. Dígitos que hicieron que barones populares como Alberto Núñez Feijóo o Juanma Moreno Bonilla pusieran su nombre en cuarentena.

La imperiosa necesidad de afrontar unos comicios un mes después le otorgó una segunda oportunidad. Madrid le salvó: Díaz Ayuso y Martínez Almeida sirvieron de soporte de un Pablo Casado que realizó un cambio de rumbo improvisado para salir vivo de una situación crítica.

365 días de manifestaciones con Vox, apretones de mano con Rivera y una vigilancia exhaustiva a los críticos. Los resultados del PSOE, la bicefalia del PP y las aspiraciones de Ciudadanos, un año después, siguen suponiendo un quebradero de cabeza para Pablo Casado.