El expresidente de la Generalitat Eduardo Zaplana impidió, en 1997, que Bárbara Rey, contara detalles de su relación con el Rey Juan Carlos. Según desvela el periodista Francesc Arabíen en su libro ‘Ciudadano Zaplana. La construcción de un régimen corrupto' , la vedete le contó que había sido “secuestrada” en un camerino para prohibirle intervenir en el entonces estelar Tómbola, que se emitía en la cadena pública valenciana.

Encerada en un camerino

Según narra el periodista, el 17 de julio de 1997 la vedet le llamó por teléfono. “Descolgué y era ella. María García García, de nombre artístico Bárbara Rey: ‘Me han secuestrado en una habitación cerrada en la tele, no me dejan hablar con nadie ni participar en el programa, te llamo a escondidas. No quieren que salga en 'Tómbola' porque lo voy a contar todo (…). Me han dicho que la orden de no dejarme salir viene de muy arriba. Estoy amenazada de muerte. Temo por mis hijos”.

 “Fue su mensaje enigmático, con voz entrecortada. Así, a bocajarro”, afirma el periodista en uno de los capítulos del libro que acaba de publicar, ‘Ciudadano Zaplana. La construcción de un régimen corrupto' .

Francesc Arabíen  reconoce que "con el paso del tiempo, el conocimiento de los personajes que participaban en aquel embrollo y la magnitud del caso, mi impresión se atemperó. Aquella teatralización de dama en apuros y amenazada por conocer secretos de Estado, de alcoba de Estado, no fue tan excesiva como me había parecido entonces".

Los detalles de su supuesto affair con el Rey

Lo que Bárbara iba a destapar eran los detalles de su supuesto ‘affair’ con el entonces rey Juan Carlos y las consecuencias que esto tuvo para ella. “Una trama de novela negra en la que estaban implicados personajes tan mediáticos como oscuros: desde el banquero Mario Conde hasta el empresario amigo de Zarzuela Manuel Prado y Colón de Carvajal, implicado en el caso De la Rosa”.

En el mes de junio, Bárbara Rey había denunciado ante la policía el robo en su domicilio de varios documentos, carretes de fotos, tres grabaciones de audio y cinco cintas de vídeo que contenían conversaciones “comprometedoras” para ella y para “una persona importante de este país”.

La historia de que la vedete fue vetada por Canal 9 la contó anteriormente el productor del programa Tómbola, Ángel Moreno, en otro libro, ‘La vida es una Tómbola' (Punto Rojo, 2014), en el que desveló cómo el director de la cadena pública, Jesús Sánchez Carrascosa, íntimo de Zaplana, le ordenó cortar la emisión, si Bárbara Rey salía en pantalla.

12.000 euros por su silencio

Según el relato de Arabíen, cuando la artista se vio encerrada empezó a gritar "amenazas de irrumpir en el plató mientras parte del equipo del programa intentaba tranquilizarla. Como temían que irrumpiera en el estudio, llamaron a dos guardias de seguridad para que se colocaran en la puerta y evitaran así que el problema pasara a mayores. La trasladaron al camerino vip, que estaba más cerca del plató, para que se calmase. Los dos guardias y las reiteradas promesas de que se le iba a pagar el caché comprometido (12.000 euros) aunque no hubiese participado consiguieron relajarla en parte”.

Y un programa de cocina bien pagado

Entre 2000 y 2005 (con Francisco Camps en la presidencia desde 2003), la cadena pública habría callado a la vedete haciéndola protagonista de un programa de cocina, que costó a Canal 9 cinco millones de euros.“A nadie en la televisión autonómica, y a muy pocos fuera de ella, se les escapaba el motivo por el que habían elegido a la actriz de Totana para conducir un espacio culinario”, escribe Francesc Arabí.

Los contratos millonarios a Julio Iglesias

El periodista también narra detalles de los suculentos contratos que Zaplana dio a Julio Iglesias, el primero de ellos de 375 millones de pesetas (2,25 millones de euros) a través del Instituto Valenciano de la Exportación (IVEX). El 29 de diciembre de 1997 se rubricó un segundo contrato, “clandestino y escondido”, que elevaba la remuneración del artista a casi seis millones de euros, libres de impuestos, y que otorgaba al cantante la facultad de facturar por la organización de los recitales que, presuntamente, iban a servir de promoción de la imagen de la autonomía, según recuerda Arabí.