Desde el atentado de Niza, que causó 86 muertos en julio del año pasado, al menos en otras siete ocasiones se han producido atentados similares en ciudades como Berlín, París, Londres o Estocolmo. Un pequeño grupo, incluso una sola persona inspirada por los mensajes yihadistas del Estado Islámico y radicalizada por diversas circunstancias, puede causar una masacre que desata una gigantesca sensación de horror en el mundo occidental. Fueron los jefes yihadistas, desde su base en Siria, los que reclamaron a sus militantes la utilización de cualquier instrumento, incluidos vehículos, para hacer daño a los infieles sea donde sea.

Su objetivo está claro y todos somos víctimas potenciales, pero en nuestra mano está impedirles que consigan su propósito. Para no caer en sus redes existen los siguientes motivos: 

La mayor parte de sus víctimas son musulmanes

Y por partida doble. Primero porque en las guerras de Siria e Irak, y en los numerosos atentados que se perpetran en esos países, los muertos son ciudadanos inocentes que profesan la fe islámica. Y no son unos centenares, sino muchos miles de personas las que fallecen cada año por esta causa en Oriente Próximo. Por otro lado, porque cuando uno de esos atentados se produce en Europa se estrecha un poco más la intolerancia hacia la inmigración procedente de esos países y se cierra la puerta a gente inocente que solamente intenta escapar de los horrores de la guerra.

No se puede vivir permanentemente con miedo.

Estadísticamente hay muchas más posibilidades de morir en un accidente de tráfico que en un atentado. Es cierto que los primeros pueden evitarse con prudencia y buenas prácticas, pero muchas de las víctimas de la carretera, por desgracia, son tan aleatorias como las del jueves en Barcelona. Simplemente estaban en el peor lugar del mundo en el momento equivocado. Muchas personas dejaron de viajar en avión tras los atentados de Nueva York y lo mismo sucedió en Madrid después de los perpetrados en 2004, pero la vida continuó y la normalidad volvió a los aeropuertos y estaciones de ferrocarril. Siempre con un poco más de vigilancia y con nuevas normas que alteran nuestra vida, pero que damos por buenas por el bien de la seguridad.

Hemos aprendido a defendernos

Se ha producido un grave atentado en Barcelona, es cierto, pero hay que tener en cuenta que las fuerzas de seguridad han evitado varios en los últimos años. Después de los atentados de Madrid en 2004 se ha invertido mucho en servicios de inteligencia y estos han demostrado desde entonces su enorme capacidad para reunir datos y actuar en el momento propicio para evitar lo peor. En 2008 desactivaron varios intentos que podrían haber tenido consecuencias muy graves, y este mismo año han desarticulado dos redes yihadistas muy peligrosas. Gracias a esos éxitos, y a su colaboración con las fuerzas de otros países en la prevención de atentados, la policía antiterrorista española es una de las más respetadas del mundo.

Porque los yihadistas están perdiendo la guerra

Los avances de la coalición internacional que lucha contra el Estado Islámico han sido enormes en los últimos meses y el resultado ha sido la pérdida de su bien más preciado, el territorio. La ofensiva del ejército iraquí en Mosul, de varios millones de habitantes, ha arrinconado a los yihadistas que, aunque todavía resisten, tienen pocas posibilidades de recuperarse. Ya se está preparando, además, la ofensiva contra Raqqa, en Siria, considerada la capital del autodenominado Estado Islámico. Según algunos analistas, su debilidad en aquella zona eleva la posibilidad de que sus simpatizantes en el resto del mundo organicen ataques como el de Barcelona. Para evitarlos está la policía. El deber de los ciudadanos es no dejarse intimidar y mantener una vida lo más normal posible sin olvidar a las víctimas de los atentados.