Se pelearon por ver quién era más de derechas. Luego quisieron recuperar el centro a la desesperada tras pactar con la extrema derecha en Andalucía y fotografiarse con Abascal en Colón. Ahora, la rivalidad sigue: ¿quién lidera la oposición? Si el cetro se obtiene bajo el amparo de los números, es el Partido Popular quien, a pesar de la debacle, abandera el pulso con el PSOE. Si es cuestión de inercias y proyección, Ciudadanos obtiene la llave.

La situación de ambas formaciones dista mucho de ser la ideal. De nada vale mostrar euforia y entonar un “¡vamos!” si la aritmética ha tumbado cualquier tipo de opción para gobernar a un bloque paralizado. Porque, al final, emulando un mensaje basado en lo deportivo, el segundo no es más que el primero de los perdedores.

Liderar la derecha por encima de gobernar el país. Conseguir ser la voz autorizada que critique con mayor fiereza al presidente electo. Gobernar desde la desgobernabilidad. ¿Era ese el objetivo? Escuchando a los líderes de PP y Ciudadanos analizar la situación, parece que sí. Triste afrontar unos comicios rindiendo pleitesía indirecta a la victoria abismal del principal rival y centrar todos los esfuerzos en destruir a tus homólogos para posicionar una marca en la posición predilecta del tablero.

En un ejercicio de retrospectiva, Pablo Casado ha protagonizado un giro argumental sin parangón. Demasiado rápido para ser eficiente. Vox se ha convertido en extrema derecha en tiempo récord, después de mostrarse abiertos a ceder carteras ministeriales a cambio de las llaves de La Moncloa.

Pero si existe una lucha fratricida, es la que están encarnando populares y naranjas. El PP vuelca sus esfuerzos en denostar a sus rivales. En Génova 13 no sentaron nada bien los ataques de Rivera. Ni los que se apreciaron delante de las cámaras (debates) ni los que se fraguaron de forma subrepticia (fichaje de Ángel Garrido).

“La realidad sobre Ciudadanos es que ya pactó con Pedro Sánchez en el 2015, y ayer dejó la puerta abierta a pactos con el PSOE en comunidades autónomas y ayuntamientos”, dijo este martes Pablo Casado ante las preguntas de Carlos Herrera. “Todos recordamos ese abrazo entre Rivera y Sánchez, los personajes no han cambiado”, ha alegado este miércoles Cuca Gamarra, nueva jefa de campaña tras defenestrar a Javier Maroto. “Cs pactó con Sánchez. También lo hizo con Díaz. Y ahora siguen dejando la puerta abierta en ciertos lugares”, ha rematado el secretario general Teodoro García Egea.

Una comparsa que camina al compás con un destino claro: si hay que morir, que sea llevándose a Ciudadanos por el camino. Abanderar el centro derecha es la obsesión de dos formaciones que han pasado de mostrarse cómplices y ofrecerse sillones en la mesa de negociación a autodestruirse sin ningún tipo de misericordia ni apego.

Ciudadanos no rehúye los golpes: Rivera cataloga de “broma” las palabras de su análogo popular, le enseña la puerta de salida por deferencia a sus votantes, pone en tela de juicio la tesis de su adversatio y fija como objetivo superar al PP.  

Es tiempo de campaña, luego todo cambiará. Lo que ahora son críticas se convertirán en apretones de manos. Sin embargo, la derecha ha invertido los papeles con la izquierda: son ellos quienes viven una situación de descoordinación flagrante, la división los ata y encierra en el desdén mutuo, el enemigo viene de dentro y hay que eliminarlo.