Un día de la primavera de 2016 un joven corresponsal norteamericano recorría los pasillos del Congreso de Brasil. En un recodo se encontró de cara con un congresista de extrema derecha famoso por sus exabruptos y los insultos que dedicaba a sus oponentes. Su nombre: Jair Bolsonaro. El Congreso se encontraba en pleno procedimiento para destituir a la presidenta democrática del Brasil, la socialdemócrata Dilma Rousseff. Cuando el periodista preguntó a Bolsonaro si no le preocupaba que la comunidad internacional rechazara los métodos que estaban utilizando para destituir a una presidenta democrática elegida este le espetó: “el mundo celebrará lo que hacemos hoy, porque estamos impidiendo que Brasil se convierta en otra Corea del Norte”. Pese a la absurdidad de semejante comparación y ante la estupefacción del periodista, en el universo mental de Bolsonaro el programa socialdemócrata de la presidenta Rousseff representaba lo mismo que la dictadura stalinista de Kim-Jong-Un. Lo cual, por cierto, dice mucho sobre la capacidad analítica del personaje. 

El líder de la extrema derecha añadió una provocación adicional a su prepotencia. En el momento de votar la destitución de la presidenta democrática dedicó su voto, públicamente, al coronel Brilhante Ustra, el oficial del ejército que había torturado a una joven Dilma Rousseff cuando esta era una dirigente estudiantil de izquierdas en su juventud. O sea, dedicó su voto a un torturador. Este es Jair Bolsonaro. Un hombre públicamente admirado por el señor Abascal y la gente de Vox, los socios del PP “moderado” del señor Feijoo.  

Pese a que todavía no se vislumbra a un diputado de Vox votando la destitución del presidente Pedro Sánchez mientras dedica su voto, pongamos por caso, al general Franco (ganas en más de un caso no creo que falten), la música está bien afinada desde hace tres años. Como se dedican a agitar diariamente los medios controlados por la derecha, el Gobierno progresista y feminista que tenemos es “ilegitimo”, el presidente es “un okupa” directamente entregado a “golpistas y terroristas”. Y para la dirigente del PP, la señora Ayuso, el presidente Pedro Sánchez quiere “matar” a la oposición, y lo que está sucediendo en el país es similar “a lo que ocurre en Nicaragua y Venezuela.” Bolsonaro, pues, ya está en el Congreso. Todavía se disfraza de defensor de la Constitución, pero su modus operandi ya está presente. La caja de Pandora está abierta.

Esta es la derecha-extrema que tenemos en este país. Comparen esto con la democracia cristiana alemana -que se niega a pactar con la extrema derecha- o con los liberales franceses -que se niegan a pactar con la extrema derecha-. El PP no comparte esta sensibilidad. Se niega a pactar, incluso aquello  a lo que está obligado constitucionalmente, con el Gobierno “social-comunista ilegítimo”, pero a su vez no tiene ningún reparo democrático en llegar a cualquier acuerdo con la extrema derecha que tiene como modelos a Jair Bolsonaro o a Vladimir Putin.

Y ante esta realidad tan lamentable es más necesario que nunca reivindicar los valores esenciales que sustentan nuestra convivencia: pluralismo político, respeto a quien discrepa de ti y defensa de las instituciones democráticas. A los y las socialistas ni se nos pasaría por la cabeza decir que sería “ilegitimo” que la derecha ganara las elecciones. Estamos convencidos de que la mayoría social de este país está por seguir avanzando con cohesión social, sin dejar a nadie tirado en la cuneta, y que, por ello, el Gobierno progresista goza y seguirá gozando de buena salud, porque nos sentimos orgullosos de defender también la dignidad de aquellos que no piensan como nosotros.

Seguir por la vía del insulto, la insidia y la descalificación como hacen los portavoces de Vox y PP, tan solo comportará aumentar los decibelios de la ira a límites insoportables. Y si algún día esto pasa de los pasillos del Congreso a la calle, ¿quién está en condiciones de garantizar que lo que hemos visto estos días en Brasil o lo que vimos en el Capitolio de los Estados Unidos no lo veremos en nuestro país? Sería interesante que pensara en ello el señor Feijóo antes de que la señora Gamarra volviera a utilizar argumentos apocalípticos para intentar alimentar una bola de nieve que en caso de seguir creciendo no habrá nadie capaz de controlar.

Sandra Guaita es diputada del PSOE en el Congreso.