Todos ya sabíamos que el autoproclamado Tsunami Democràtic no tenía ni la más remota relación con la democracia. Ahora sabemos también que tampoco tiene nada en común con un tsunami de verdad; a lo sumo se asemeja a unas aguas revueltas y malolientes. Ha quedado muy claro después del rotundo fracaso de su tan anunciada “acción” con motivo de la celebración, el pasado miércoles por la noche en el Camp Nou de Barcelona, del encuentro de la Liga Española de Fútbol Profesional entre el Barça y el Real Madrid. Tan evidente ha sido este fracaso que así se ha visto obligado a reconocerlo, en un comunicado público, el propia grupo separatista.

La acción coordinada de los cuerpos y fuerzas de seguridad, en este caso sobre todo los Mossos d’Esquadra, y la junta directiva del F.C.Barcelona, redujo casi a la nada lo que los anónimos integrantes del tan tristemente célebre Tsunami habían planeado como una gran acción de boicot retransmitida en directo a todo el mundo. La ambiciosa y compleja acción de protesta se redujo, con una audiencia mundial estimada en televisión de al menos seiscientos millones de personas, a la exhibición, desde hace años tan habitual en el Camp Nou, de banderas estelades y pancartas secesionistas, la reiterada expresión de los lemas y gritos de rigor, con el añadido, en este caso, de la efímera irrupción en el terreno de juego de cerca de una veintena de balones amarillos con uno de estos lemas -Spain sit and talk-, que los agentes de seguridad barcelonistas se apresuraron a retirar del campo para que el partido pudiese proseguir sin más problemas.

Esto es, a lo sumo, que pudieron ver en directo los telespectadores de todo el mundo. Si hubiesen podido ver lo que antes, durante y después del encuentro sucedió en las cercanías del Camp Nou, como por suerte hemos podido ver aquí, el fracaso del Tsunami alcanzaría auténticos niveles de escándalo. Apenas lograron convocar a cinco mil de sus seguidores, cuando habían anunciado que serían unos treinta mil. Consiguieron molestar e indignar a muchos de los socios y aficionados barcelonistas que asistieron al partido, así como a otras personas que también quisieron presenciarlo, ya que les obligaron a llegar con mayor antelación al estadio y pasar controles de seguridad mucho más estrictos. Lograron también molestar e irritar a toda clase de ciudadanos y vecinos que durante muchas horas vieron limitada la circulación en toda la zona. No obstante, fracasaron en todo lo demás, convirtiendo su tan amenazadora “acción” en un espectáculo grotesco y ridículo, si no hubiese tenido algunas consecuencias dramáticas.

Porque los anónimos convocantes de esta “acción” fueron los responsables únicos de algunas decenas de heridos, muy mayoritariamente agentes de los Mossos d’Esquadra, así como de los destrozos e incendios en todo tipo de elementos de mobiliario urbano -en especial contenedores de basuras, vallas de publicidad y papeleras-, así como de numerosas vallas de acceso al Camp Nou, derribadas en un intento, tan burdo como inútil, de invadir el terreno de juego cuando el encuentro estaba ya en su segunda parte. Se habían producido ya, y se repitieron poco después, muchos otros actos violentos, entre otros los enfrentamientos entre miembros de diversos grupos radicales, del mismo Tsunami, al parecer también de los aún más extremistas Lliris de Foc, y de los Boixos Nois. Solo la eficaz intervención de los Mossos d’Esquadra evitó que aquello se convirtiera en un gran campo de batalla, y la acción coordinada con la junta directiva del Barça contribuyó en gran medida a reducir lo que se hubiese podido producir si no se hubiese organizado una salida del Camp Nou tan bien coordinada.

Para el maldito Tsunami no le hubiesen podido salir todas las cosas. Porque, con lo muy listos que se creen, ni tan siquiera se habían percatado que el Barça cuenta con unos inhibidores que impiden el vuelo sobre el Camp Nou de drones u otros objetos similares. Unos inhibidores que funcionan siempre que en el estadio barcelonista se celebra algún acontecimiento, algún acto relevante. El Barça-Real Madrid de este año también lo era, ¿no? Los inhibidores funcionaron y los drones no pudieron alzar su vuelo para pasear un par de grandes pancartas ante los ojos de unos seiscientos millones de personas de todo el mundo.

Lo escribí hace solo unos días y ahora vuelvo a hacerlo: “En Cataluña, con el Barça no se juega”.