Serenidad, ante todo. Mientras otros dirigentes europeos se fueron de vacaciones agobiados y pensando en los problemas que les esperaban al volver, la canciller alemana se marchó muy tranquila. "Disfrutad del verano y elegid bien en otoño", les dijo a los ciudadanos. Sin agobios, sin prisas por empezar una campaña electoral que, según todos los sondeos, la conducirá a una cuarta victoria el próximo domingo.

Desde entonces y hasta ahora, Angela Merkel ha mostrado en público cómo hace la sopa de patata, se ha paseado sin problemas por lugares donde no la quieren demasiado (le lanzaron dos tomates, esquivó uno y el otro le dejó una pequeña mancha, pero ni siquiera se cambió de vestido para el siguiente mitin) y mantuvo el tipo en el debate televisado con su principal competidor, el socialdemócrata Martin Schulz, en una confrontación sin sobresaltos que éste quiso acalorar sin éxito.

Una campaña de muy baja intensidad en la que incluso ha convocado una rueda de prensa para niños con la probable intención de dibujar con los adultos del futuro un escenario idílico aplicable a la situación actual. 

Así es Angela Merkel y de esta manera ha conseguido conectar con la mayoría de los alemanes. Muchos la miraron mal cuando en 2015 decidió abrir las puertas del país a un millón de refugiados procedentes sobre todo de Siria e Irak. "Motivos humanitarios", alegó entonces, pero también la posibilidad, casi necesidad, de que un gran país como Alemania integrara sin problemas mano de obra renovada y en muchos casos bien preparada. Otros no pensaron lo mismo y se apuntaron a una opción xenófoba que empezó a crecer y que puede convertirse en una auténtica molestia en la próxima legislatura.

También sale bien parada como dirigente internacional. Animada por la afición, toreó con destreza a Yanis Varoufakis aun a riesgo de que Grecia saliera del euro. Se mantuvo dura e impasible frente a Putin en la crisis de Ucrania y apostó por mantener las sanciones pese a su especial relación con Rusia. Jamás ha cuestionado la legitimidad y la continuidad de la Unión Europea y su respuesta a la ofensiva aislacionista del Reino Unido del Brexit y al "América primero" de Trump fue decir que los europeos debemos tomar las riendas de nuestro propio destino. Se convirtió así en una firme dirigente que renovó los votos comunitarios con el europeísta Macron tras su victoria en las presidenciales de Francia.

Los sondeos anuncian su cuarta victoria

Dicen algunos analistas que ha perdido fuerza con respecto a elecciones anteriores, pero los sondeos le otorgan un margen muy favorable para la victoria.

Con una economía sana y una renta per cápita envidiable, los alemanes no están para aventuras. Un 80% se consideran de centro, zona en la que mejor nada Merkel, y casi un 60 por ciento considera que está haciendo bien su trabajo. Sus promesas de futuro son pleno empleo en 2025 y bajada de impuestos, algo que siempre cala bien en la ciudadanía.

Gracias a estos mimbres, nada más volver de sus paseos por los Alpes italianos ya contaba con un apoyo del 40 por ciento. A una semana vista es del 37 por ciento frente al 20 por ciento que apoyaría al socialdemócrata Schulz, y algo que no sorprende, pero preocupa la posibilidad de que los populistas antieuropeos y xenófobos de Alternativa para Alemania (AfD) se coloquen como tercera fuerza en el Parlamento con más de un 11 por ciento de los sufragios.

Si se mantiene la gran coalición entre conservadores y socialdemócratas la AfD se convertiría en líder de la oposición, un papel que conlleva mucho protagonismo e incluso algún privilegio destacable, como presidir el Comité de Presupuestos. Este será un dato importante cuando el lunes próximo empiecen las negociaciones para formar gobierno.

También es relevante la posibilidad de que los socialdemócratas rechacen formar parte del mismo. Martin Schulz agitó el panorama al llegar y crecieron los apoyos al partido. Después se difuminaron y continuar a la sombra de Merkel otros cuatro años tampoco favorece el crecimiento, según sus propios argumentos.

Con un panorama electoral tan claro a priori, y con un panorama internacional tan complicado, la configuración del próximo gobierno alemán será sin duda lo más reseñable de las elecciones del próximo domingo.