Algunos lo vieron venir en cuanto ganó las elecciones. Tras el discurso inaugural en enero, los responsables de turismo de Nueva York, la ciudad más visitada, se echaron las manos a la cabeza, y los últimos datos lo corroboran no solo para la ciudad de los rascacielos, sino para todo el país. Aunque todavía faltan los datos para el resto del año, la tendencia se muestra clara: Visitar el país de Trump ya no es tan atractivo.

Y ello afecta también a la Gran Manzana, una auténtica isla de sensatez que resiste los deslices retóricos del magnate como ningún otro lugar de Estados Unidos: por primera vez en siete años el turismo decrece y las autoridades correspondientes no dudan en atribuir el efecto a las políticas proteccionistas del presidente. Atravesar el filtro fronterizo en esa ciudad es algo que siempre asusta un poco, pero si el recién llegado siente que el mandamás del país le mira de reojo acaba pensándoselo antes de partir.

Los europeos, los primeros en objetar

El número de turistas procedentes de Europa se ha reducido en torno a un 10 por ciento. Un más que posible motivo, la antipatía que destila Trump en el viejo continente. Su primer viaje en mayo, demostró una diferencia de estilo tan grande con Obama que cualquier atisbo de empatía desapareció de golpe incluso en Polonia, donde la primera dama le hizo un plante significativo. La cara del Papa Francisco tampoco fue la de un buen amigo en la foto del Vaticano. Llegar a Bruselas abroncando a la OTAN y la faena de apearse en marcha del Acuerdo de cambio climático de París no le han ayudado a forjarse una buena imagen. Resultado: en la medida que un ciudadano de a pie puede manifestar su rechazo a todo ello una opción es evitar ir al país en el que semejante personaje reina.

Los mexicanos y su muro

De los vecinos del sur se fue alejando durante la campaña electoral a golpe de muro: “nos alejará de vosotros y además tendréis que pagarlo”, les dijo a unos atónitos mexicanos. Ha insistido en ello hasta irritarse él mismo cuando han aparecido obstáculos para llevarlo a cabo y ha terminado por indignar a un gran país, el que más trabajadores ha enviado al norte independientemente de una legalidad que se queda pequeña en comparación con su enorme aportación a la economía doméstica norteamericana. Conclusión: el número de mexicanos que solían ir de vacaciones a Estados Unidos, que son muchos, ha caído más de un 7 por ciento en relación a las mismas fechas del año pasado.

Prohibida la entrada a musulmanes

En su celo protector Trump solo quiere evitar que a su país lleguen terroristas potenciales, pero cerrar la puerta de golpe a los nacionales procedentes de siete naciones de mayoría musulmana es una exageración que también le ha pasado factura al turismo. Más en porcentaje que en relevancia numérica, pero dato muy significativo a la hora de medir la antipatía generada por Trump entre centenares de millones de personas honestas y pacíficas que profesan la fe islámica. Los mismos, por cierto, que hicieron posible la victoria de Bush en Florida que le dio la presidencia en el año 2000 y que en 2016 dieron de lado al enemigo potencial que veían acercarse cada vez más.

Unas pérdidas multimillonarias

Al magnate Trump, encerrado en lujosas Torres y fastuosos campos de golf exclusivamente para ricachones, el turismo de a pie parece importarle poco. Pero si de verdad pensara en América primero, debería preocuparse mucho por las pérdidas del sector turístico. Los datos de una oficina especializada apuntan a una caída de unos 2.500 millones de euros. Con los bazares de la calle 42 a medio gas, los negocios neoyorquinos han visto reducidos sus ingresos en más de 500 millones de euros. Nada que ver con los meses posteriores a la caída de las Torres Gemelas, cuando a la ciudad solo llegaban turistas nacionales para mostrar sus condolencias ante sus humeantes restos. Pero si el rechazo emocional a Trump se mantiene o aumenta, el sector turístico norteamericano seguirá sufriendo las consecuencias de otro gran desastre para Estados Unidos: tener como presidente a tan nefasto anfitrión.