El Gobierno de la Generalitat sobrevive gracias a su habilidad por mantener un espejismo, un relato figurado de la realidad; cuando se le hace difícil de mantener por la fuerza de las evidencias, recula, se contradice, pero siempre vuelve a la carga con nuevas variaciones de la misma música: excepcionalidad, bilateralidad y autodeterminación. La celebración de un consejo de ministros en Barcelona el próximo viernes y la eventual reunión entre Pedro Sánchez y Quim Torra han sido objeto del repertorio completo. Finalmente, el temor a dejar a Sánchez el monopolio del diálogo, les habrá convencido de aceptar este segundo encuentro, anunciado en realidad, allá por el mes de julio, al acabar el primero. Y Sánchez encantado de salvarlo porque esta es su bandera.

Esta ha sido una semana negra para el gobierno Torra en cuanto a rectificaciones. Todo empezó en Eslovenia con el elogio de la vía a la independencia de este país y las críticas a los Mossos por parte del presidente, a las que se sumó de inmediato el titular de Interior. Prácticamente nadie se alistó a la vía eslovena, excepto Carles Puigdemont, y el apoyo a la policía autonómica fue tal que incluso Torra y Buch acabaron por elogiarla, pasando a criticar a los encapuchados que se enfrentan a los agentes en nombre de la república, para desilusión de la CUP.

La celebración del consejo de ministros en Barcelona pasó de ser considerada una provocación por parte de los portavoces oficiales que entendían la movilización de protesta a ser un derecho del gobierno central al que ofrecen todas las seguridades posibles. La reunión de los dos presidentes fue desechada inicialmente desde el Palau reclamando una cumbre entre los dos ejecutivos; al convencerse de que esta fórmula institucional no iba a ser posible, ahora el encuentro parece probable, siempre y cuando, dicen desde la Generalitat, se pueda hablar de todo y a fondo y a poder ser con varios consejeros y ministros presentes para mantener la ficción del diálogo entre gobiernos iguales.

Hablar de tú a tú y de todo (la autodeterminación y los presos) es el relato ofrecido a sus seguidores tras el fracaso de hace un año: no conseguimos la independencia, pero da igual, porque actuamos como si la hubiéramos obtenido. La actitud del gobierno Sánchez les enerva. Hable usted de lo que quiera, le dicen a Torra, nosotros solo tratamos de lo que nos permite la Constitución. Y en cuanto a la reunión Sánchez-Torra, a nadie le podrá sorprender que aparezcan por el Palau algunos consejeros, aunque protocolariamente no se les espere, con la esperanza de conseguir una foto de grupo con la que mantener el prurito del gobierno a gobierno.

La semana de Sánchez no ha sido mucho mejor que la de Torra. El fiasco del debate sobre Cataluña en el Congreso hacía prever un retroceso global, por incomparecencia de la oferta política del presidente para Cataluña, dejando el campo abierto al radicalismo galopante de la derecha intervencionista y a la amenaza del independentismo de replegarse a la casilla del referéndum sí o sí. Puigdemont habló de los Balcanes y Junqueras del miedo a la ruptura de todos los puentes.

Sin embargo, el contacto subterráneo se mostró suficientemente resistente para que algún puente sobreviviera al desastre parlamentario y al anuncio del gobierno Sánchez de enviar refuerzos policiales a Barcelona para garantizarse un consejo de ministros en paz pero rodeado de guardias civiles y policías nacionales. Un regalo para el independentismo y su discurso de las fuerzas de ocupación como antítesis del diálogo.

ERC y PDeCAT se desmarcaron de las protestas contra la celebración del consejo de ministros que están preparando la ANC, los CDR, la CUP, los GAAR (grupos autónomos de acciones rápidas), forzando al gobierno Torra a rectificar también. Joan Tardà ha vuelto a ser el detonante de la moderación, aprovechando la ocasión para expresar sus dudas sobre el sentido de la huelga de hambre que mantienen desde hace catorce días Jordi Sánchez y Jordi Turull, quien ha sido trasladado a la enfermería por indicación facultativa. Josep Rull y Joaquim Forn cumplen once días.