Sábado 7 de octubre. La extrema derecha celebra el que debe convertirse en su acto más multitudinario en defensa de la unidad de España desde que estalló el conflicto catalán. Los diferentes partidos de extrema derecha que aún subsisten en España se afanan en promocionar el evento bajo el lema de “El separatismo es un crimen que no perdonaremos”. El punto de encuentro de los radicales es la céntrica y siempre concurrida plaza de Callao en Madrid.

Divididos en múltiples facciones, las rencillas que existen entre partidos como La Falange, Democracia Nacional, o Alternativa Española no impiden a sus miembros dirigirse hacía la emblemática plaza madrileña. Pero a las 11:30 horas apenas acuden un centenar de personas.

Comprobado el pinchazo de la convocatoria -pese a que la supresión de las autonomías y los ‘males’ del federalismo forman parte del ADN ideológico desde hace décadas de la extrema derecha-, los ultras adelantan su ‘plan b’: desplazarse rápidamente a la plaza de Colón, donde la asociación para la Defensa de la Nación Española, DENAES, ha convocado por segundo sábado consecutivo a la ciudadanía para defender la unidad de España.

El objetivo no es otro que el de lograr que en el trayecto que transcurre de Callao a Colón los ciudadanos que acuden a la concentración de DENAES se unan a su marcha. Para ello, los ultras han renunciado a portar banderas preconstitucionales o cualquier otro tipo de simbología nazi que les delate.

Después, subirán a las redes sociales fotografías y vídeos en los que parecen una multitud, aunque la mayoría de las personas en las imágenes desconocen que están acompañados de miembros de La Falange o Democracia Nacional y que su presencia será utilizada en un futuro por la extrema derecha para sus oscuros fines propagandísticos.

Fracaso tras fracaso
Lo ocurrido el sábado 7 de octubre es sólo un ejemplo del fracaso de la extrema derecha en el ‘procés’. Y es que la que a priori debía ser su oportunidad de oro para dejar de ser una opción marginal entre el electorado español finalmente se ha convertido en un cúmulo de despropósitos. 

Prueba de ello es que Societat Civil Catalana, el colectivo que por primera vez en democracia consiguió llenar las calles de Barcelona de ‘unionistas’, prohibió su presencia en las manifestaciones a favor de la unidad de España. "No se aceptará ninguna simbología ni entidad que no defienda los valores democráticos. Como es evidente, defendemos la democracia (…) Ningún extremista es bienvenido”, dijo el miembro de la Junta Directiva de Societat Civil y uno de los fundadores de la entidad, José Rosiñol.

Una prohibición lógica si se tiene en cuenta los graves altercados que dos grupos de extrema derecha provocaron el pasado Día de la Hispanidad cuando se pelearon entre sí, o la imagen lamentable que ofrecieron cuando quemaron esteladas en una manifestación en Barcelona el pasado 12 de octubre, echando por tierra la imagen amable que los unionistas se han esforzado en presentar a lo largo de todo el ‘procés’.