Da igual que lo nieguen: en Génova no pueden no tener miedo ante la jornada electoral de hoy en Galicia. De puertas afuera se burlan, quizá no sin razón, del sesgo prosocialista de ese CIS que nunca debió dirigir Félix Tezanos, pero la procesión va por dentro. Salvo los patrocinados por los muy cafeteros, los últimos sondeos fiables sobre las elecciones gallegas arrojan pronósticos inquietantes no ya para el candidato conservador Alfonso ‘Sosomán 2’ Rueda sino también y sobre todo para el propio presidente del PP Alberto Núñez Feijóo, que ha planteado las autonómicas de su tierra como un plebiscito sobre Pedro Sánchez que puede volvérsele en contra si nacionalistas y nacionalistas suman más escaños que el Partido Popular en el Parlamento de Santiago. De ser así, sería la segunda vez en poco más de seis meses que el PP pierde una mayoría que creía tener ganada y que es el tipo de mayoría que más escuece perder.

Perder Galicia debilitaría sin duda a Feijóo, pero no necesariamente pondría en riesgo su candidatura para disputar el Gobierno a Pedro Sánchez cuando a este -como sueña aquel- no le quede más remedio que poner fecha a un adelantamiento electoral que todo el mundo da por seguro una vez constatado que la duración de esta legislatura está más en las inciertas manos de Carles Puigdemont que en las del propio presidente.  

El miedo en el cuartel general de Génova 13 sigue, en todo caso, ahí. El miedo a perder Galicia parece ser la única explicación de la vuelta de tuerca que Feijóo le dio el pasado fin de semana a su discurso sobre Puigdemont. La advertencia de este en la carta dirigida a los eurodiputados catalanes -“todo se sabrá”- debió encender las alarmas en la dirección del partido, que optó por revelar que en sus contactos con Junts el verano pasado ponderó sosegadamente los pros y contras de apoyar tanto la amnistía como el indulto para Puigdemont y los suyos.

Aquella ponderación estaba muy lejos del discurso hiperventilado que el partido mantiene sobre la amnistía comprometida por Sánchez: tan escandalosamente lejos estaba lo proclamado en público de lo admitido en privado que el pobre Feijóo se creyó obligado de nuevo a recular, negando el lunes 12 de febrero lo que el viernes 9 él mismo había revelado ‘off the record’ a no uno ni dos ni tres periodistas, sino nada menos que ¡¡¡a 16!!!

Jugando con dos barajas

Hasta el viernes 9 Feijóo no había mostrado todas sus cartas en esta partida. En política, rara vez un líder muestra todas sus cartas: cuando tal cosa sucede es o bien porque se equivoca o bien porque no le ha quedado más remedio que hacerlo; ese último ha sido, sin ir más lejos, el caso de Pedro Sánchez en esta legislatura al verse obligado a admitir, aun implícitamente -“hemos hecho de la necesidad virtud-“, que la razón primera de la amnistía a Puigdemont eran los siete votos de Junts sin los cuales no habría sido presidente. En política, cuando un jugador enseña todas sus cartas queda tan expuesto que puede fácilmente ser víctima de una ofensiva concertada de varios o de todos los demás jugadores. Tal concertación contra Sánchez no se ha producido, pero la amenaza de que pueda producirse está ahí.

Por lo demás, Génova está apretando fuerte contra la ley de amnistía de Sánchez, pero no tanto ni hasta el punto de comprometerse de forma explícita y solemne a derogarla cuando llegue al poder. En esta partida, el PP juega con dos barajas: en una, todos los naipes tienen dibujada la pareja Sánchez-Puigdemont con cuernos y rabo; en la otra, Sánchez ha desaparecido del dibujo y Puigdemont se ha transfigurado -¡milagro, milagro!- en el líder de un partido “cuya tradición y legalidad no están en duda”. El error cometido por Feijóo el fatídico viernes 9 consistió precisamente en mostrar a todo el mundo que estaba jugando con dos barajas, lo cual lo empareja con el mismo Pedro Sánchez al que el PP lleva meses acusando de haber jugado con dos barajas en la partida catalana.

Las mismas derechas políticas, mediáticas y judiciales que hoy están haciendo todo cuanto está en su mano para que el Partido Socialista pague el mayor precio posible por la amnistía no tendrán mañana inconveniente en olvidarse de ella si echan a Sánchez de la Moncloa, en cuyo caso ¿para qué arriesgarse a incendiar Cataluña derogando una ley con amplio respaldo social en el Principado? Los incendios están bien cuando se está en la oposición, no cuando se gobierna.

El axioma de la participación

¿Y todo esto qué tiene que ver con las elecciones gallegas? No debería tener que ver nada, pero lo cierto es que tiene que verlo todo porque, imprudentemente, así lo decidió Génova al promocionar como una final de la Champions lo que en realidad no pasaba de ser un partido de Primera Regional. Es el PP quien ha hecho del ‘Galicia somos todos’ el lema de estas elecciones, lo cual tiene para Feijóo el inconveniente no menor de que tal reclamo podría disparar la participación y, en consecuencia, hacer bueno el axioma demoscópico que prescribe que en Galicia el PP solo tiene garantizada la mayoría absoluta en un escenario de baja participación electoral.

Aparte, claro está, del PP gallego y de 'Sosomán 2', quien más se juega este 18-F es Alberto Núñez Feijóo, pues lo que pueda perder, si pierde, es mucho más de lo que pueda ganar si gana. Justo lo contrario es lo que le sucede a Pedro Sánchez ‘Baraka’: en su caso, si nacionalistas y socialistas desalojan al PP de la plaza del Obradoiro, lo que pueda ganar es mucho más de lo que, en caso de no sumar mayoría absoluta el BNG y el PSG, pueda perder. Si Rueda pierde hoy el Gobierno gallego, mañana todos mirarán acusadoramente a Feijóo, pero si lo conserva todos lo mirarán admirativamente a él. En esta singular partida el pillín de Rueda también juega, quizá sin saberlo, con dos barajas.