No sé qué decir, la verdad. En primer lugar, no tengo ni idea de música y Rusowsky me parece indefinible. Podría hacer una búsqueda exhaustiva de sus inspiraciones y referencias y poner una serie de nombres extraños que solo servirían para definirme como alguien que no soy. Podría usar palabras rimbombantes y pedirle ayuda a la IA. Pero para qué. Sé que me gusta su música. Y su directo, también.

Gente moviendo las nalgas y divirtiéndose. Miradas cómplices y gestos cariñosos en el público. Una gran conexión con un artista marcado por lo redneck, lo nerd y lo kitsch. El concierto podría haber sonado a las 5:00. Y hubiera sido bastante mejor con algún ingrediente extra. Creo que Rusowsky ha venido en una cápsula desde el futuro. La música de Rusia IDK, de hecho, viene de lugares venideros. Y es vanguardia. El jueves y el viernes se ha podido ver en La Riviera, durante los conciertos que ha dado dentro del festival Sound Isidro.

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El directo se trata de un viaje envolvente hacia lo onírico y lo introspectivo. El sonido te invade. También esa concatenación de imágenes surrealistas proyectadas en las pantallas. Imágenes cerebrales, psicóticas y surrealistas. Rusowsky consigue ese equilibrio perfecto entre lo auditivo y lo visual, como si su música estuviera destinada a ser expuesta en un museo junto a obras pictóricas y así crear una experiencia artística completa. La gente gozó. Eso, sí. Se deben mejorar los pogos. Se hizo uno, pero en vez de un pogo, parecía una nube de algodón.

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La hora de concierto se hace corta. Pero es un problema fácil de solventar. Solo hace falta sacar más canciones. No ha sacado álbum y ha llenado dos días La Riviera. Hubo sensibilidad y la brutalidad de la electrónica. Ambas sensaciones funcionaron bien y supieron conjugar. Ralphie Choo asumió en papel de Robin a la perfección. También sonó muy bien Omar Alcaide, guitarrista de las Juicy Sessions. Al escenario también se subió TRISTÁN!, otro joven artista de Rusia IDK. Sonó el featuring con Dellafuente, electric bby, y ese cómo se mueve esa gitana se mete en tu psique y sales de ahí deseando firmar un patrocinio con Nike. Nos fuimos con Valentino Rossi. Jugando con la nostalgia dosmilera de alguien que amó al piloto italiano. A su sol y su luna. Estética de parkineo rural que vive su personal renacimiento. Valentino Rossi, Valentino Rossi, Valentino Rossi...