Año 1975. España cerraba una etapa histórica marcada por la dictadura que dejó a su paso muchas ansias de libertad en todos los ámbitos de la sociedad. Con la muerte del dictador, Francisco Franco, empezaba una era en la que pronto verían la luz los primeros signos de una nueva esperanza. La Transición supuso poner fin al silencio en el que muchos habían vivido durante cuatro décadas. En Madrid, movimientos como la movida madrileña permitieron que el arte, la cultura y la música fueran los principales portadores de esta nueva concepción de libertad. Trajo consigo fenómenos sociales que cambiarían también la historia del país: la despenalización de la homosexualidad, la venta de anticonceptivos, y, de los más destacados, el renacimiento del feminismo y la lucha por recuperar derechos de la mujer que la dictadura había anulado. 

En esta línea y precisamente durante esos años, María José Ribot, conocida como La Ribot, iniciaba sus primeros pasos en el campo de la danza. Primero en Madrid, su ciudad natal, y después en diferentes puntos de la geografía europea como Cannes, Colonia, e incluso, traspasando las fronteras del continente, formándose también en Nueva York. A pesar de sus numerosos éxitos y de todas las influencias que ha recibido desde que empezó su carrera en la danza, La Ribot tiene una cosa muy clara: “Desde pequeña, tuve la sensación de que soy artista”. Y, tal y como ella expresa, esto supone “no querer entrar en los moldes o en las formas que parece que tienes que entrar a vivir”. 

Asegura que a este sentimiento contribuyó en parte la cultura que se ha consumido siempre en su casa. “Tengo padres que me han llevado a ver exposiciones, me han llevado al cine, he visto mucho arte desde que soy muy pequeña”. Y entre toda esta cultura, la danza. 

Soy física e intuitiva

No fue la música, ni la pintura, ni tampoco el cine. Fue la danza. A esto, La Ribot tiene una respuesta contundente: “La parte textual de la vida es la que más me cuesta y la danza es lo que menos palabras tiene”. No obstante, la bailarina madrileña defiende que “el arte es una cosa, no se reduce a varias disciplinas”. Y precisamente señala que el factor que posiblemente mantiene unida a la cultura en su totalidad es la capacidad de hacer critica. “Desde siempre, para mí la posición del artista siempre ha sido critica”. Algo que ha ido demostrando en todas sus piezas, especialmente en ‘Gustavia’, estrenada en 2008 en el Festival de Montpellier. En esta, La Ribot y Mathilde Monnier representan a un mismo personaje a través del cual reflexionan mediante el lenguaje corporal sobre la situación del feminismo en la actualidad y denuncian las exigencias que se siguen poniendo en la figura de la mujer. 

“El feminismo me ha dado libertad de acción y de pensamiento”

Lo que La Ribot denunciaba en 2008 con el estreno de ‘Gustavia’ parte de una realidad que asegura haberla vivido siempre en casa. “Nunca he tenido un problema en mi casa por ser mujer, no he tenido nunca esa sensación de estar cortada”.

Además, como ella misma señala, la danza es precisamente un campo liderado desde siempre por mujeres. “Es un arte creado por muchísimas mujeres, lo que me ha permitido estar rodeada de referentes mujeres, desde Duncan y Fuller”.  Sin embargo, reconoce que esta realidad es la suya y que todavía queda mucho por conseguir para que la suya sea la de todos. Así, señala que no cree que ahora haya más machismo, sino que hay más “conocimiento colectivo de dónde están las enormes fronteras”. Pero también hay más respuestas. “Hemos ganado mucho. Ahora se sabe perfectamente que hay un problema. Por ejemplo, en la manera de hablar, intentamos cada vez más gente hablar en femenino”. 

El camino que nos queda

Como cada 8M, la frase más escuchada: “hemos conseguido mucho, pero todavía queda”. La Ribot, mujer pionera en su campo y feminista, defiende que la lucha debe seguir. “Creo que el mundo está escrito del revés. Realmente no hay batalla que ganar, porque el mundo es de todas. Cuando hay un caso de violencia de género, y la mujer tiene que salir de su casa e ir a un centro de acogida, ¿por qué nos tienen que acoger? Es él el que se debe ir y que hagan centros para locos, no al revés”. “Tenemos que seguir demostrando que este mundo tiene que cambiar”.

Del teatro a la gran pantalla

La Ribot, paralelo a su lucha por hacer denuncia mediante la danza y defender los derechos como mujer, se encuentra inmersa en un nuevo proyecto. El 15 de marzo se estrena en los cines españoles la película “Nuestro último baile”. Dirigida por la suiza Delphine Lehericey, supone su debut como actriz.

Es la primera vez en mi vida que no soy directora

Esta producción que empezó con la escritura del guion durante el confinamiento, como explica Lehericey, supone un canto a la vida y a la actitud en las últimas etapas de esta. El protagonista, Germain, es una persona mayor que, pese a su avanzada edad, decide cumplir una promesa hecha con su esposa ya fallecida, en la que el baile contemporáneo será el protagonista. 

La directora suiza comenta que parte de su inspiración para crear esta obra partió de los meses del confinamiento cuando veía que la gente moría y vivía angustiada. Pero, a su vez, también leía, veía películas, bailaba, con el objetivo de alejarse precisamente de la dureza de esos días. “Me propuse rodar algo que no se diga con palabras, incluyendo la danza en él”.

Sobre el hecho de incorporar esta disciplina a su película, señala que su deseo era “colaborar con gente que me pudiera aportar cosas, ir más allá de lo que está escrito. Es conmovedor cuando la gente acepta y se involucra. Se lo comenté a La Ribot y enseguida dijo que sí. Si no hubiese aceptado, me hubiese costado encontrar”.

Una complicidad también mostrada por parte de la coreógrafa. “Para mí ha sido nuevísimo e importantísimo ponerme debajo de la dirección de Delphine con todo el valor que ella tiene”. Ambas comparten la esperanza por que la gente salga satisfecha de la película, con algo más de vitalidad y esperanza que la que tenía antes de entrar al cine.