Póngase en situación. Sale de su portal, como cada día, pero ya no reconoce su calle. El bar de la esquina ha subido los precios. El colmado cerró. Los turistas ocupan las aceras, cámara en mano, como si su barrio fuera un decorado. Lo es: un escenario para el disfrute ajeno donde ya no hay sitio para usted. Esta es la escena que Poetas Puestos retrata en Guiris Go Home, un videoclip que transforma la rabia vecinal en verso, guitarra y estribillo directo, y que señala con nombres y apellidos a un enemigo: el modelo de turismo que vacía las ciudades de sus habitantes y arrasa los barrios donde crecimos.

Detrás de ese grito colectivo están Charly Efe y Teko, dos raperos curtidos en el circuito underground, y el guitarrista Mauricio Pujadas, alma rockera de esta banda que se autodefine como maldita. Juntos han firmado Tontos Felices, un disco que suena a fiesta, pero que es pura denuncia. Doce canciones que mezclan rap, rock y humor negro para hablar de lo que duele. Con Guiris Go Home, ese mensaje se convierte en imagen: la historia de amor de dos jóvenes aplastada por un barrio convertido en parque temático para turistas de paso. Una suerte de canción de amor-protesta con alma de barricada, que captura la potencia escénica del grupo y el mensaje sin anestesia que llevan por bandera.

“Era necesario cantarlo claro, sin metáforas, para que se entienda el hartazgo”, dice el grupo en una entrevista concedida a ElPlural.com. “Lo vivimos en carne propia en nuestros barrios”, explican Charly, Teko y Mauri. “El turismo descontrolado está destrozando zonas enteras. El problema no es el turista en sí, sino el modelo de ciudad volcado únicamente al turismo”. Lo dicen sin ambages: Guiris Go Home es un basta ya a un sistema que “prefiere llenar la ciudad de guiris antes que cuidar a su gente”.

¿Hay salida al laberinto? ¿Es posible un turismo respetuoso, que no expulse a los vecinos? Poetas Puestos son pesimistas. “Debería poder existir, claro. Pero tal y como están las cosas suena casi utópico. Habría que cambiar por completo las prioridades económicas. Ahora todo está montado para sacar el máximo dinero del turismo, caiga quien caiga”. Proponen medidas: límites claros, protección a la vivienda, apoyo a la cultura local. Pero admiten que en el sistema actual, “donde todo se convierte en un negocio rápido”, es difícil. “Mientras el dinero fácil mande, costará mucho ver un turismo humanizado de verdad”.

“El problema no son los turistas en sí, el problema es el modelo. Un país como España lo ha fiado todo al turismo, y eso tiene consecuencias. Aquí todo se organiza en función de atraer viajeros con pasta, a costa de expulsar a los vecinos. Mira, el turismo al fin y al cabo no es el problema; el problema es la estructura general del sistema que hace que todo se dé en relación a los turistas”, reflexionan.

Valencia y Barcelona, laboratorios de la turistificación

La denuncia de Poetas Puestos se ancla en una realidad que se mide en cifras y en dramas cotidianos. Valencia acaba de cerrar el mejor agosto de su historia en pernoctaciones hoteleras: más de medio millón. Los precios de la vivienda en Ciutat Vella se han disparado. Los vecinos históricos son sustituidos por apartamentos turísticos y franquicias de cara al visitante. El Consell Valencià de Cultura lo advirtió en un informe reciente: la ciudad se está convirtiendo en un escaparate y pide inspecciones, freno a los abusos y un cambio radical de modelo.

Barcelona no se queda atrás. La capital catalana vive el mismo proceso, multiplicado. Los barrios del Gòtic, el Raval o el Eixample ven cómo se evaporan sus redes vecinales. Según datos vecinales, el Eixample Dreta ha perdido un 40% de su población en cincuenta años. Desde 2016, uno de cada cinco edificios de propiedad vertical ha cambiado de manos, dejando fuera a inquilinos de toda la vida. Las movilizaciones son frecuentes, pero la maquinaria sigue su curso: la ciudad atrae a casi tantos turistas al año como habitantes tiene el país. “Es un proceso colonizador en pleno siglo XXI”, denuncian las plataformas vecinales.

Tontos Felices: una fiesta para los que no se venden

Pero el grupo no se limita a señalar el problema. Su disco Tontos Felices es un brindis por los que resisten. Por los que no encajan, por los que no se venden. “Nuestra idea fue hacer una celebración del error, una especie de oda al fracaso”, dicen. Charly y Teko llevan años nadando contracorriente en la música. Siempre al margen del circuito comercial. Nunca en el escaparate del mainstream. Y esa condición de “malditos” la abrazan con orgullo: “Estamos orgullosos de ser, si acaso, el grupo más maldito de España”, ríen.

Las canciones del disco combinan ritmos bailables con letras que no dejan títere con cabeza. Hablan del desahucio, del político corrupto, del artista que se rinde al mercado, del vecino expulsado. Todo con humor negro, sin moralejas, sin pretender dar lecciones. Porque, como ellos dicen, “todo es política, pero cada uno la expresa a su manera”.

El nombre del grupo ya es toda una declaración de intenciones. Poetas Puestos –juego de palabras entre el “Club de los Poetas Muertos” y el slang de ir puestos (drogados)– surgió de un verso gamberro que Teko improvisó en 2012 junto a Charly: “Estoy junto a Charly en el club de los poetas puestos”. Aquella ocurrencia sembró la semilla que, años después, daría identidad a la banda. Lejos de suavizarla, ellos la han abrazado al máximo: “Siempre hemos tenido ese rollo de poetas malditos tipo Bukowski, ese punto de locura bohemia. Con Poetas Puestos lo hemos potenciado al triple”, reconocen.

No han faltado prejuicios: “Nos han llegado a tumbar de algún festival por llamarnos así. Decían ‘¿Cómo vamos a traer a un grupo que se llama Poetas Puestos a una plaza de pueblo, con niños y abuelos?’”, cuenta Charly sobre cierta censura sufrida. Pero lejos de amilanarse, los tres están cómodos en su piel de antihéroes: “Mucha gente intenta camuflar su imagen real; nosotros no, somos naturales y sin filtros. Luego en privado somos igual y claro, más de uno piensa que estamos locos…”, se mofan.

Música de barrio para el barrio

Poetas Puestos podrían disimular para caer mejor, pero prefieren ser ellos mismos, con sus excesos y sus cicatrices a cuestas. “A veces nos dicen que nos autosaboteamos… Pues quizás sí, pero es que somos así”, zanja Charly, reivindicando su derecho a no fingir cordura ni corrección política. En otras palabras, seguirán haciendo ruido desde los márgenes, con el orgullo de barrio por delante y la convicción de que la música puede (y debe) ser un acto de rebeldía.

La gira de Poetas Puestos continuará los próximos meses, llevando su mensaje de barrio por distintos rincones. El 27 de septiembre ofrecerán un concierto muy especial en Carabanchel (Madrid), gratuito para los vecinos, en la Plaza Salvador Allende del barrio. Y el 24 de octubre regresarán a Valencia, a la mítica sala Matisse. Son conciertos que, fieles a su filosofía, buscan devolver la música a los barrios que los vieron crecer. “Siempre tocamos en nuestros barrios”, destacan, reivindicando esa cercanía con su gente frente a los macrofestivales impersonales.

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