En 1946, el escritor sueco Stig Dagerman (Älvkarleby,Suecia, 1923-Estocolomo, 1954) viajó como periodista por una Alemania devastada tras su derrota en la II Guerra Mundial. Podríamos pensar que, como corresponsal extranjero, a Dagerman le habrían encomendado la tarea de mostrar a los lectores las penalidades y  humillaciones de aquellos que con su fe ciega al Führer, habían sido cómplices necesarios de una contienda que sumió a Europa por segunda vez en solo veinte años en una sangrienta guerra; aquellos que se merecían todo lo que Alemania estaba padeciendo. Y sin embargo, Dagerman tomó otro camino, se alejó de la retórica de los procesos de desnazificación de la liberada población alemana para escuchar otra versión de la historia, y la mostró en las crónicas que ahora conforman Otoño alemán, que Pepitas de Calabaza ha editado, y que condensa, en pocas páginas, historias alejadas del discurso oficial, crudas pero ante todo humanas, que muestran respeto a una población que mantenía dignidad en los escombros.

Además de por su talento, llama la atención que Stig Dagerman, ligado a la izquierda radical –no en vano, estuvo afiliado a las juventudes anarcosindicalistas de su país de origen-, fuera capaz de empatizar con los alemanes. Muy lejos de las películas y los retratos de Hollywood que nos han quedado, en las páginas de Otoño alemán se evitan juicios fáciles, se vacían estereotipos y se profundiza en querer entender al otro. Y ahí está la clave y el gran acierto de los relatos, lo que convierte este libro en imprescindible: en querer y en entender.