Por qué algunos hombres todavía nos odian es la pregunta que marca el paso de la última obra de Vivian Gornick. ¿No han bastado años y décadas de lucha feminista para que aún, en pleno siglo XXI, la mujer siga siendo objeto de denigraciones? Sobran las palabras. La escritora estadounidense desmenuza esa misoginia intrínseca de los tiempos que corren, los avances de los primeros atisbos feministas allá por la década de los 50 y los pasos agigantados que se dieron en los 70, las voces que clamaron 'basta' en el Me Too y, llegados a la fecha, el camino que aún queda por recorrer.
En todos los aspectos de la vida cotidiana, lo privado siempre llega al escenario político, ¿cómo se iban a quedar atrás entonces los quehaceres de las mujeres de antaño? Desde una conversación trivial en una peluquería cualquiera de Brooklyn, donde se entrecruza el eterno debate de la guerra de sexos -con amoríos, infidelidades y la anteposición de los deseos del hombre-, hasta la reunión de un club de lectura femenino en el que afloran voces que protestan sobre la competitividad, culpabilidad y las expectativas depositadas en la proyección de las mujeres, son las distintas aristas que componen 'Por qué algunos hombres odian a las mujeres' (Sexto Piso), las cuales vienen a desgranar los avances, claroscuros y metas por alcanzar.
Cualquiera que sea el capítulo de la historia antigua o contemporánea que se analice, el foco siempre ha estado situado en los hombres, en cómo lo vivieron ellos y, por ende, bajo su punto de vista, situando así las mujeres con roles complementarios. Es en este punto de inflexión donde Gornick introduce en sus reflexiones feministas dos conceptos primordiales: la “autoconciencia” de la mujer tras esta introspección, que viene acompañada del autodescubrimiento.
Esta autoconciencia feminista entra en escena cuando se examina la experiencia personal propia desde la perspectiva del machismo, véase desde los acontecimientos históricos y los roles secundarios de la mujer o en aquellos hábitos cotidianos en los que, en las décadas más cercanas, el papel femenino estaba exclusivamente indicado o bien para el cuidado de la casa y la familia o, por otro lado, desde la visión sexual. Una visión patriarcal que ha situado -y por desgracia, sigue situando- a la mujer desde una posición de subordinación con respecto al hombre.
Y es que los textos de Gornick, bien como repaso de previos textos de autoras de renombre de distintas generaciones, o desde conversaciones ficticias en las que mujeres conjugan sus realidades, recogen ese malestar compartido: “Él todo mente y espíritu; ella toda emoción e instinto animal”, reza uno de los pasajes aludiendo a la disyuntiva de la percepción entre sexos.
La realidad ilusoria que ha denunciado el feminismo en los últimos tiempos ha sido precisamente romper la línea entre las expectativas sociales sobre las mujeres. La culpabilidad ha copado los titulares de todos los pensamientos de una mujer en el momento en el que pretendía dar un paso al frente para culminar con estos moldes establecidos. ¿Por qué no vivir por una misma y no bajo las expectativas del exterior?
La transformación histórica del feminismo, a la vista de los acontecimientos, no tiene fecha de caducidad; de hecho, es una de las batallas sociales más largas de la era contemporánea. Pese a la misoginia intrínseca, Gornick postula el valor político de los testimonios personales de mujeres de renombre, también anónimas, para dar voz a esta realidad candente de la mano de esta “autoconciencia” como de la exploración del ‘yo experimentador’. Este último punto radica en evaluar las perspectivas pasadas con las del presente para redefinir los términos del movimiento feminista
Por la aún persistente huella patriarcal, bien como reza en uno de los extractos del libro de Gornick, “hagamos o no hagamos, estamos jodidas”, el cuestionamiento hacia la mujer va a estar a la orden del día, pero cierto es que la fuerza feminista la que sostiene los cimientos de la batalla acorta la distancia hacia el horizonte por el que se erradique cualquier atisbo de machismo: “Por eso estamos aquí, para deshacer el nudo”.