Tras la magnífica novela Canción dulce, la editorial Cabaret Voltaire, vuelve a publicar a Leila Slimani, en esta ocasión Sexo y mentiras. La vida sexual en Marruecos, libro compuesto por entrevistas a diferentes mujeres marroquíes, también puntualmente a algún hombre, que la autora se encarga de ordenar, a modo casi de relatos, para lanzar una mirada sobre la problemática sexual en Marruecos, la cual se asienta en la hipocresía social y política.

Soraya, Nur, Z’hor, Faty Badi, Yamila, F., Malika, Asma Lamrabet, Maha Sano, Abdessamad Dialmy, Rim, Sanaa El Aji, Muna, Fedwa Misk, Samira, son algunos de los nombres propios que ‘protagonizan’ las páginas de Sexo y mentiras. Diferentes edades, clases sociales y mentalidades se dan la mano en un relato tan individual y personal como general: esas distintas voces acaban conformando un crisol amplio a base de experiencias que Slimani se ocupa de recoger. Hablan y exponen sus experiencias, sus puntos de vistas, sus contradicciones y Slimani se convierte en vehículo para que se expresen. Después, amplia el contexto de esos testimonios a partir de su experiencia y de la situación del país mediante correlatos de leyes específicas o de casos generales que pusieron de relieve en qué punto se encuentra la sexualidad dentro de la sociedad marroquí.

Al final de Sexo y mentiras, Slimani concluye: “Si hay algo que confirman los testimonios que he recogido es que la miseria sexual no se debe únicamente al predominio de ciertos valores morales o al peso de la religión. Tiene unos orígenes y unas incidencias de naturaleza política, económica y social que nos han parecido evidentes. La miseria sexual de las masas afecta en concreto a las mujeres, a los jóvenes y a los pobres. Está inmersa en un sistema que no consigue introducir reformas y que genera cada vez más violencia”. Así, la autora recorre en su libro todas esas diferentes facetas interconectadas que dan como resultado una realidad hipócrita manejada por los hombres pero que tiene como núcleo central a la mujer, quien, a su vez, apenas posee voz en la esfera social para poder manifestarse. Los testimonios lo ponen de relieve. Slimani ahonda en la medida de lo posible en el pasado para encontrar elementos transversales y tradicionales que, aunque poco a poco han ido variando, sigue asentados en la psique social, y, por ende, en la política, imposibilitando cambios radicales en las mentalidades del presente. Las páginas de Sexo y mentiras exponen una realidad compleja, dado que ciertas problemáticas aparecen arraigadas en un nivel constitutivo y organizativo social que impone la necesidad de un viraje en la mentalidad nacional marroquí –sin olvidar influencias externas- que pueden producirse, o no solo, mediante la legislación. Leyes, no obstante, que regulan siempre desde una posición y, por tanto, perpetúan, no erradican, cuestiones que podrían dar un giro abrupto a la sociedad marroquí. Slimani expone lo anterior consciente de lo lenta, y complicada, pero también necesaria, evolución a este respecto.

Haciendo acopio de artículos, libros, entrevistas y sucesos reales, y todo mediante una prosa limpia y directa, sin ornamentación alguna, Slimani ofrece en Sexo y mentiras un crisol lo más amplio posible para exponer una mirada plural y compleja de una situación en la que ella se sitúa como observadora a la vez que como agente, dado que la escritora asume la suerte que ha tenido para quedar, en gran medida, fuera de la problemática. La relevancia de Sexo y mentiras reside en que esa amplitud de testimonios y su inserción de lo íntimo en la esfera pública, muestra como la sexualidad en Marruecos no es un tema individual sino que afecta de manera fehaciente a la organización social y política del país; también porque lo hace movida por la necesidad de exponerlo e invitar al debate, al conocimiento, sin caer en la discursividad vacua que suelen presidir gran parte de los relatos actuales alrededor del género. Y en este caso, Slimani habla de situaciones personales muy serias, algunas de gran gravedad, en las que el aborto y su cínica penalización, la sexualidad libre, la situación de la mujer en el matrimonio, la expresión pública de afectos, la prostitución cada vez más extendida como muestra de la hipocresía social acerca del sexo o las graves penas judiciales a ciertos comportamientos, son realidades comunes que sitúan a la mujer marroquí, y su sexualidad, en el centro de la construcción social del país sin que, a penas, tenga voz ni voto en él aunque su cuerpo y su libertad se presente como el elemento clave.